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El Barcelona siempre ha encontrado en el Bernabéu el mejor escenario para sus grandes declaraciones, sus cambios de rumbo, y hasta para la constatación definitiva de sus resurrecciones, como esta última. Bajo la batuta de Xavi Hernández, que tantas veces dirigió representaciones similares desde la hierba, el Barça desencuadernó con saña a un Real Madrid que circulaba por la Liga con autoridad, recostado sobre lo que parecía un cómodo colchón de ventaja, y llegaba con el formidable subidón emocional de la remontada al PSG en la Champions. Pero el Barça de Xavi los destrozó, y lo hizo con la misma hambre de antes de la depresión institucional y financiera, buscando dejar en Chamartín el saludo cruel, socarrón y orgulloso de una manita.
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Courtois, Dani Carvajal (Mariano, min. 45), Eder Militao, Nacho (Lucas Vázquez, min. 62), Alaba, Modric, Federico Valverde, Vinicius Junior, Rodrygo (Marco Asensio, min. 62), Casemiro y Kroos (Camavinga, min. 45)
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Ter Stegen, Ronald Araújo, Alba (Alves, min. 85), Piqué, Eric Garcia, Busquets, Frenkie De Jong (Gavi, min. 70), Pedri (Nico González, min. 85), Aubameyang (Depay, min. 70), Ferrán Torres y Ousmane Dembélé (Adama Traoré, min. 79)
Goles 0-1 min. 28: Aubameyang. 0-2 min. 37: Ronald Araújo. 0-3 min. 46: Ferrán Torres. 0-4 min. 50: Aubameyang.
Árbitro Juan Martínez Munuera
Tarjetas amarillas Kroos (min. 21), Frenkie De Jong (min. 25), Busquets (min. 30), Modric (min. 62), Alba (min. 73), Camavinga (min. 81), Lucas Vázquez (min. 87) y Nico González (min. 87)
La noche venía torcida para los blancos por la ausencia de Karim Benzema, máximo goleador y mayor asistente de la Liga, pero mucho más en el equipo de Ancelotti, donde contribuye a equilibrar el ataque, la defensa, el ritmo. La noche venía torcida para los locales, pero latía todavía cierta confianza por el eco de la hazaña contra el PSG. Sin embargo, el cráter que dejó el francés resultó tener unas dimensiones inabarcables, y sobre todo, desconcertantes. En todos los goles que recibió Courtois se sintió algún grado de aturdimiento, pero el 0-4 resumió toda la desorientación.
Ferran Torres dejó solo ante el portero a Aubameyang con un pase filtrado que la defensa blanca juzgó fuera de juego. Se desconectaron, el delantero marcó, y los futbolistas del Madrid solo se activaron para emprender una discusión infructuosa con Martínez Munuera sobre el campo, mientras Mateu Lahoz pintaba líneas en Las Rozas. La posición ni siquiera era demasiado ajustada, el árbitro dio gol, y siguió la disputa sobre si se había levantado una bandera en la banda. A Martínez Munuera eso no le importaba, les dijo, porque él no había pitado. Se sacó de centro y el Barça comenzó a buscar el quinto.
El relato de cómo un Madrid pletórico de moral, dominio y alguna racha de juego brillante terminó en esa posición no es sencillo, pero tampoco tiene muchas revueltas. La falta de Benzema desencadenó una especie de desmontaje en cascada, una perplejidad, que sin embargo no apareció inmediatamente.
Sin el francés, Ancelotti decidió adelantar a Modric a flotar por el centro del ataque, quizá buscando anular el desconcierto propio provocando el del rival. Y hubo un tramo inicial de empuje punzante, con las poderosísimas carreras de Fede Valverde y los duelos de Vinicius contra Araujo, un combate con equilibrio de asaltos, pero del que el brasileño logró sacar dos sustos.
Pero esta no era la noche de Vinicius, y sí, por ese mismo carril, pero en el otro extremo del campo, la de Ousmane Dembélé. El Barcelona recuperó la pelota y comenzó a gobernar el encuentro con Busquets, Pedri y De Jong, y ahí apagó el Madrid y encendió al francés, que sacó la cadena a Nacho, lateral izquierdo por la lesión de Ferland Mendy, y capitán por su hoja de servicios. Dembélé, que tiene muchos más registros que Adama Traoré, bailaba con la fluidez del ambidiestro, adelante, atrás, a este lado, no, al otro, centro al área y gol de cabeza de Aubameyang, más vivo que los dos centrales del Madrid, medio perplejos ya en ese punto. Dembélé volvió a bailar, ganó un córner, lo sacó y Araujo, que ya había anestesiado a Vinicius, cabeceó el 0-2.
El Barça seguía controlando por el centro, y amenazando por los extremos con el francés del que habían querido deshacerse y con Ferran al otro lado. También con los envíos profundos de Piqué en busca de carreras a la espalda de la defensa de De Jong. El Madrid estaba sonado y Modric dejó su sitio en la delantera y trató de ayudar desde atrás. Siguió el embote, llegó el descanso y Ancelotti trató de agitar desde la pizarra: quitó a Carvajal y Kroos, metió a Camavinga y Mariano, dejó una defensa de tres, y el Barcelona le metió otros dos goles en cinco minutos, el destape de la conexión Ferran-Aubameyang. Y siguió, y siguió a por el quinto, que rozó unas cuantas veces, mientras el Madrid intentaba despertar de la pesadilla, pero sin terminar de comprender cómo había llegado ahí, a ese destrozo que revive al Barça. Aunque el Madrid conserva nueve puntos sobre el Sevilla y doce sobre los azulgrana, con un partido menos.
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