Corea del Norte ha confirmado que el proyectil que disparó este jueves es el mayor misil de su historia, un Hwasong-17 intercontinental nunca probado hasta ahora y que alcanzó una altura y una distancia muy superiores a la de cualquier otro cohete lanzado por Pyongyang. Esta iniciativa ha hecho saltar las alarmas en la región. El líder supremo norcoreano, Kim Jong-un, aprobó y supervisó personalmente el lanzamiento, con el que el régimen busca “mostrar su poderío” y su preparación para “una larga confrontación con los imperialistas estadounidenses”, según la agencia de noticias norcoreana KCNA.
El cohete intercontinental (ICBM, por sus siglas en inglés), apodado “el monstruo” por los analistas internacionales, alcanzó en su trayecto una altura máxima de 6.248,5 kilómetros y recorrió una distancia de 1.090 kilómetros, para mantenerse en el aire 4.052 segundos (67,5 minutos), según KCNA. Cayó en el mar a unos 150 kilómetros de las costas japonesas, la mayor cercanía a territorio nipón en una prueba de misiles norcoreana hasta ahora.
La prueba, la última de una docena de misiles de cada vez mayor potencia en lo que va de año, ha desatado una ola de contactos entre los gobiernos regionales y Estados Unidos. El presidente estadounidense, Joe Biden, ha conversado en las últimas horas con el jefe de Gobierno japonés, Fumio Kishida. El secretario de Estado, Antony Blinken, lo ha hecho con su homólogo surcoreano, Chung Eui-yong. El Consejo de Seguridad de la ONU ha convocado una reunión extraordinaria este viernes para abordar el lanzamiento. Washington ha anunciado nuevas sanciones contra individuos y entidades norcoreanas por una prueba que ha denunciado que viola varias resoluciones de Naciones Unidas.
El lanzamiento se ha producido en un momento delicado en el tablero geopolítico. Estados Unidos y Europa concentran su atención en la guerra en Ucrania. Corea del Sur se encuentra en pleno proceso de transición presidencial, a la espera de que el conservador Yoon Suk-yeol tome posesión de la jefatura de Estado tras su triunfo en las elecciones del pasado día 9. Yoon podría adoptar una política de mano dura hacia Pyongyang, tras un mandato de cinco años de su predecesor, el progresista Moon Jae-in, que hizo del acercamiento a su vecino del norte uno de los santos y señas de su política.
Inmediatamente después del lanzamiento, las Fuerzas Armadas surcoreanas lanzaron maniobras militares con fuego real en las que utilizaron misiles de aire, tierra y mar.
El nuevo cohete —que se había mostrado en un desfile militar nocturno en 2020, pero que no se había llegado a disparar hasta ahora— busca disuadir a Estados Unidos de tomar cualquier iniciativa militar contra Pyongyang cuando el proceso negociador que ambos gobiernos iniciaron en 2018 para la desnuclearización de la península coreana lleva tres años en punto muerto. “Desempeñará su misión como potente disuasión ante una guerra nuclear”, ha asegurado KCNA al informar sobre el lanzamiento. “Hará que el mundo sea claramente consciente del poderío de nuestras fuerzas armadas estratégicas”, añade la agencia.
Fin a la moratoria
Corea del Norte se había impuesto una moratoria a las pruebas de misiles de largo alcance —ahora volatilizada con este nuevo lanzamiento— en 2018, en vísperas de que comenzara el proceso negociador con una cumbre en Singapur entre Kim Jong-un y el entonces presidente estadounidense, Donald Trump. La última vez que el régimen probó un misil intercontinental, con capacidad para alcanzar cualquier punto de territorio estadounidense, fue en noviembre de 2017, cuando las tensiones entre los dos gobiernos amenazaron con desembocar en un conflicto violento. Entonces, el Hwasong-15 había recorrido 906 kilómetros y había alcanzado una altura máxima de 4.475 kilómetros.
Sin señales de recuperación de las negociaciones, y después de que las tres cumbres entre Kim y Trump en un año no arrojaran apenas resultados, el líder norcoreano dio órdenes el año pasado de desarrollar nuevo armamento de tecnología punta, una prioridad que se incluyó en el nuevo plan quinquenal (2021-2025). En septiembre del año pasado, Pyongyang completó la primera prueba de lo que aseguró que era un misil hipersónico.
Desde el comienzo de este año, Corea del Norte ha llevado a cabo una docena de pruebas de misiles, un ritmo que no se veía desde los peores tiempos de 2017. En enero, el régimen había insinuado que se planteaba una nueva prueba de un ICBM: en una reunión de su politburó, indicó que estudiaba “el reinicio de todas las actividades suspendidas temporalmente”.
El lanzamiento de este jueves se suma a otra serie de señales que apuntan a la vuelta de Corea del Norte al camino seguido antes de 2018, y el posible retorno de las tensiones de entonces. Kim Jong-un ha ordenado la modernización del centro Sohae de lanzamientos espaciales. E imágenes vía satélite también parecen mostrar el inicio de trabajos de construcción en el centro de pruebas nucleares de Punggye-ri, según han denunciado expertos del James Martin Center for Non Proliferation Studies. Pyongyang había clausurado esas instalaciones durante el deshielo de 2018, cuando invitó a periodistas extranjeros a presenciar la voladura de algunos de los túneles y el sellado de los accesos.
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