Rusia ha sacudido este sábado a Lviv, la capital de la retaguardia de Ucrania. Dos ataques con misiles de precisión Kalibr han destruido uno de los principales depósitos de combustible del Oeste del país y también unas instalaciones militares de reparación de vehículos blindados, según fuentes consultadas por EL PAÍS. Cinco personas han resultado heridas, según las autoridades locales. La acción rusa ha coincidido con la visita del presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, en la vecina Polonia.
La agresión rusa se ha producido cuando Lviv empezaba a vivir en una relativa tranquilidad, alejada del frente. La planta de combustible destruida se encuentra dentro de la zona urbana. Las viviendas más próximas se ubican a menos de 200 metros. Varios vecinos de la zona de impacto admitían que se habían confiado por la ausencia de sirenas antiaéreas en los últimos días y el retroceso de las tropas rusas en el frente más próximo, el de Kiev —a 500 kilómetros—. Stanislav y Larissa, matrimonio y ambos de 26 años, contaron que cuando sonaron las alarmas de posible ataque aéreo no abandonaron su apartamento, a unos 200 metros de los depósitos destruidos. “Si las sirenas hubieran sonado hace un mes, al inicio de la invasión, hubiéramos corrido al refugio antiaéreo, pero ahora las cosas parecían tranquilas”, decía Stanislav, todavía temblando después del impacto de los tres misiles a las puertas de su hogar. Ambos corrieron tras las explosiones a un refugio antiaéreo en el que se juntaron un centenar de personas. Algunas mujeres rezaban, otras intentaban calmar a los niños, que eran los que estaban más excitados por la situación. El ambiente era tenso y la presencia de periodistas extranjeros era motivo de constantes suspicacias y avisos a la policía.
El segundo ataque contra Lviv fue dirigido a unas instalaciones de reparación de blindados, en la periferia de la ciudad. Ambas agresiones de produjeron con dos misiles Kalibr, según informaron en rueda de prensa las autoridades militares. Por la noche se produjo una tercera agresión en la provincia de Volyn, al norte de Lviv, región también fronteriza con Polonia. Un misil o un dron procedente de Bielorrusia —las autoridades aún no lo han confirmado— fue abatido en las inmediaciones de Lutsk. La violencia rusa en el Oeste de Ucrania ha coincidido con la visita de dos días de Biden a Polonia. El presidente de Estados Unidos estuvo el viernes en Rzeszow, municipio polaco por el que se suministra a Ucrania una parte importante del armamento procedente de los miembros de la OTAN.
Lviv ha asumido un papel clave de recepción de la ayuda internacional a Ucrania. Por esta urbe han pasado la mayoría de los 3,7 millones de niños y mujeres que han salido del país hacia la Unión Europea. También es el lugar al que se han trasladado viceministerios del Gobierno y donde se han establecido las embajadas de decenas de países que abandonaron Kiev tras el inicio de la invasión rusa a la capital. En Lviv se encuentran cientos de periodistas de medios de comunicación de todo el mundo.
El aeropuerto de Lviv fue atacado el pasado 18 de marzo sin que se produjeran víctimas mortales. El golpe más letal que ha sufrido esta provincia fue el 13 de marzo, cuando Rusia mató a 35 militares e hirió a 134 personas más en Yavoriv, en la provincia de Lviv y a 20 kilómetros de Polonia.
Los misiles impactaron el sábado en Lviv un día después de que las autoridades militares rusas anunciaran que centrarían sus esfuerzos bélicos en Donbás, al Este de Ucrania, al otro extremo del país. En la principal ciudad de la Ucrania occidental, las calles del centro estaban llenas de familias paseando y disfrutando de las primeras temperaturas de primavera cuando impactaron los misiles rusos. El Oeste de Ucrania se había convertido en un lugar de refugio para millones de familias que huían del frente en el Este y el Norte.
Natalia Tsiplitska, una de las coordinadoras del centro de acogida de desplazados en el estadio de fútbol Arena de Lviv, confirmaba en la mañana del sábado que muchos conciudadanos suyos estaban optando, en vez de salir hacia Polonia y otros países vecinos de la UE, por quedarse en la provincia de Lviv. “Al principio de la guerra la gente creía que no había ningún lugar que estuviera a salvo de Rusia”, comentaba Tsiplitska, “pero ahora sí ven que el Oeste es un sitio seguro”. Pocas horas después, los misiles caían sobre su ciudad.
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