Pedri, en el disparo de su gol al Sevilla este domingo en el Camp Nou.ALBERT GEA (REUTERS)
No se tienen noticias de la afición de Pedri por el cine. En breve, se sabrá todo de su vida y milagros, que en el fútbol son cada vez más frecuentes. Ya es una estrella, condición que le someterá a un exhaustivo escrutinio mediático. Hace poco más de un año, era un prometedor adolescente que llegó al Barça por cuatro millones de euros. Nadie esperaba verle en el primer equipo. Lo impensable ahora es verle fuera del equipo, de la selección y de las recurrentes listas anuales de galardones. Mientras tanto, Pedri produce en el campo una fascinación cinematográfica.
Contra la aguerrida defensa del Sevilla, Pedri reeditó en cinemascope el exquisito gol que le marcó al Galatasaray. Uno fuera del área, el otro en el área pequeña. Su último prodigio concretó la victoria sobre el Sevilla y coronó la escalada del Barça, que no hace tiempo habitaba en el corazón de las tinieblas. Se le escapará la Liga, o eso parece, pero el equipo está por fin en su territorio natural: gana mucho, pierde muy poco y se vuelve a hablar del empaque de su juego.
Se atribuye la arrancada del Barça a dos factores principales, Xavi y los fichajes en el mercado de invierno. Poco que discutir sobre este asunto. Un aspecto menos comentado de la crecida es la influencia de Pedri. Después de cuatro meses de ausencia, regresó a mediados de enero. Desde entonces, el Barça ha disputado nueve partidos de Liga: ocho victorias y un empate.
Ni los goles, ni los pases de gol, ni los pases concretados, ni su enorme despliegue —recorre el campo como un etíope— resumen su impacto en el juego. La pretensión de Pedri no es otra que gobernar los partidos. Se consideraría un desafío imposible para un jugador de 19 años, con una temporada de experiencia en Primera División, pero Pedri pertenece a la muy exigua estirpe de futbolistas que están en el campo para mandar.
Inteligencia, destreza y convicción
Su gobierno no es estridente. Pedri se encuentra en las antípodas del futbolista arrollador que transmite un mensaje épico a sus equipos. No es la última reencarnación de Belauste, desde luego. Su magisterio radica en la perfecta combinación de inteligencia, destreza y convicción ilimitada. Se dice que Pedri recuerda a Iniesta, y algo de eso es verdad, pero de igual manera remite a tres jugadores singulares, monumentales, forjadores de la identidad futbolística del Barça: Guardiola, Xavi y Busquets.
Los apriorismos del fútbol pusieron bajo sospecha a los tres. Se saltaban los patrones de la modernidad. Guardiola no podía esprintar, saltar y chocar. Xavi era pequeño y diésel en un mundo de atletas. En menos de un mes, el desgarbado y flaco Busquets le quitó el puesto al imponente Yaya Touré, elevado después a la categoría de leyenda en el Manchester City. Aunque el veredicto sobre Pedri empieza a ser unánime, no han faltado reservas, dudas y críticas sotto voce.
El glosario es el que se reserva a esta clase de jugadores: no es explosivo, le falta físico, le pierde la horizontalidad, no está preparado para el combate cuerpo a cuerpo. En cuanto a la cacareada falta de gol, Pedri también remite a Iniesta, que nunca anotó más de 10 goles en una temporada, pero marcó el más importante del fútbol español y alguno crucial en la historia del Barça.
Como sus fantásticos predecesores en el Barça, Pedri conoce al dedillo la letra del fútbol y la utiliza en el equipo más adecuado. Es una simbiosis perfecta. A Pedri no le mide el big data. Le mide el misterio de su sabiduría, factor que distingue a una pequeña tribu de privilegiados. A estos elegidos del fútbol, les resbala la estadística.
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