Cuando hace más de diez años Santiago Muñoz Machado (Pozoblanco, Córdoba, 73 años) empezó a preparar su libro sobre Miguel de Cervantes no apartó ni un día de su mente la advertencia que dejó escrita el filólogo Américo Castro: que la vida del genio se presenta tan escasa de noticias como llena de sinuosidades. Desde que muriera en Madrid un 23 de abril de 1616, los datos de su biografía comenzaron a estar plagados de conjeturas. En dos siglos se fue clarificando lo que se pudo: desde su lugar de nacimiento (Alcalá de Henares, 1547) a numerosos pleitos con la justicia o sus años en Italia, la carrera militar y su cautiverio en Argel, pero el misterio y las interpretaciones llegaron a formar un aura mágica de la que no se han deshecho aún ni él ni su personaje mítico, Don Quijote de la Mancha.
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Por eso, el actual director de la Real Academia Española (RAE), jurista y escritor, ha querido al menos fijar una serie de certezas en las 1.037 páginas que ocupa su Cervantes, publicado por Crítica. “Al menos abordarle desde los campos que a mí me interesan en él: la sociedad estamental, la religión, las relaciones de pareja, la magia y el derecho”. A través de todos ellos, el autor de Don Quijote ofrece una verdadera enciclopedia de su tiempo. Tanto que da al traste con lo que muchos sostenían de él, que su originalidad, su destreza y su creatividad provenían de lo que algunos atribuían a un ingenio lego cuando, en realidad, se basó en la experiencia, la observación, el estudio y el conocimiento de diversas materias que él mismo, con genio visionario, supo arrastrar hacia su invención fundamental: el origen de la novela moderna.
Muñoz Machado ha rastreado todas las biografías y estudios de su obra. Para empezar, los prólogos del propio autor, donde se va contando a sí mismo y que se han convertido en fuente crucial para rastrear su vida. Pero Muñoz Machado coloca el foco en materias concretas. La sociedad estamental, primero: “Cervantes conoce muy bien lo que ocurre en su tiempo. Tiene perfectamente diagnosticada la rigidez del escalafón social. Sabe que es muy difícil, por no decir imposible, ascender posiciones porque gobiernan reyes ineptos, que ponen los cargos y los oficios en venta. La corrupción es la norma; el cohecho, lo mismo. A todo eso aplica una mirada de autor, crítica, penetrante, no superada en su tiempo”, asegura Muñoz Machado.
No es que él fuera un compendio de ejemplaridades. Se ganó la vida como recaudador, entró en la cárcel a veces sin razón y otras, quién sabe… Por sacar partido, hizo negocios hasta para intercambiar a las mujeres de su familia como mercancía… Perdió una mano en Lepanto pero ganó otras muchas a las cartas, pidió favores para ir a América en su condición de héroe y superviviente de cinco años de cautiverio, pero le respondieron con destemplanzas desde el Consejo de Indias: “Busque por acá en qué se le haga merced”. Fue superviviente, táctico y habilidoso, pero también, dice Muñoz Machado, “más bien cobarde en materia de religión”.
Miguel de Cervantes Saavedra, pintado por Juan de Jáuregui en 1600.
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Se refiere en ese aspecto a la Inquisición. Muchos, empezando por Américo Castro, han analizado su obra desde un punto de vista erasmista, pero es algo que el autor del nuevo volumen rebate. “En materia religiosa, Cervantes es bastante integrista. Todo un defensor del Concilio de Trento, cuyas nuevas reglas empiezan a aplicarse a partir de 1563. Pero es hábil a la hora de describir esa transición a la que la sociedad se opone, porque implica más rigideces de las que existían en las costumbres”.
Las relaciones de pareja, por ejemplo, son otro de los fuertes del autor, según Muñoz Machado: “Él ejemplifica muy bien esto. En su tiempo, para formalizar una relación entre dos personas bastaba un apretón de manos muchas veces. Creía en las obligaciones contraídas de esa forma más que en las solemnidades. Todo eso fue muy normal hasta Trento y él describe esas variantes que se producen entre ambas épocas”.
La magia es otro aspecto fundamental en su obra. Existen montones de tratados en su tiempo. El fundamental era el conocido como Martillo de las brujas. “En Europa, las quemas se hacían por todas partes, sobre todo en zonas montañosas. Y no tanto en España, curiosamente. Para Cervantes, lo mágico es un fenómeno extraordinario y en su obra, también”. Le ayuda a perfilar ese doble prisma entre realidad y ficción, entre encantamiento y razón, que lleva al Quijote hasta el infinito de sus posibilidades. En los libros de caballerías suelen aparecer magos carismáticos o brujas y en Cervantes ocurre lo mismo, bien para parodiarlo o no. “El argumento fantástico siempre le vale. Lo emplea cuando le interesa porque sabe que a través de ese campo ahonda en el entretenimiento”.
Ya más pegado a la tierra, Muñoz Machado habla de Cervantes desde la óptica del derecho. “Se han escrito océanos al respecto. Hay corrientes que afirman que muchas de las normas que él refleja siguen vigentes. No hay mayor tontería que esa. Tampoco es posible afirmar que fuera un jurista de su tiempo. Pero sí que a su obra la guía una permanente búsqueda de la ley y la justicia, y en esto sí es muy claro”, asegura el jurista.
En vida, Cervantes vive aires revolucionarios. O mejor dicho, en este aspecto, también de involución. “Hasta entonces, la justicia se impartía de abajo a arriba, provenía en cierto modo del pueblo, pero pasa a manar directamente del soberano. Se dicta en nombre del rey, otro aspecto que le pilla a contrapié en su tiempo. Y en esto, sus personajes se rebelan, como cuando el Quijote libera a los galeotes e invoca para ello el viejo derecho. Esa tensión entre lo viejo y lo nuevo explica muchas claves de su obra y también de su pensamiento”.
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