Tamara Falcó: “Ser marquesa no tiene nada que ver con lo que se ve en las películas”


Califica de “pletórico” su momento vital. “Gracias a Dios ahora la vida me sonríe. Estoy felizmente enamorada [del empresario Íñigo Onieva], tengo mi alma en paz y me va bien en lo laboral”, enumera Tamara Falcó. La madrileña, de 40 años, ha conseguido construir una poderosa marca mediática con apéndices en el mundo de la televisión, la gastronomía y, sobre todo, en el de la moda. Al frente de su propia firma desde 2018, TFP, la empresaria presenta ahora su primera colección en colaboración con Pedro del Hierro. Una selección de prendas de espíritu hedonista, inspiración caribeña y colores alegres pensada para ocasiones especiales y noches de verano que vuelve a reubicar su marca en la industria nacional tras un periodo de impás. “Al ser Pedro del Hierro una marca tan grande me daba miedo que no me dejaran expresarme, pero Nacho [Aguayo, director creativo] me ha dado una libertad absoluta”, afirma Falcó, que atiende a EL PAÍS en el exclusivo club privado Monteverdi de la capital madrileña, pocos minutos antes de la presentación oficial ante las cámaras.

Para la ocasión ha elegido un traje negro de chaqueta corta y pantalón de tiro alto de su nueva colección y que, como casi cualquier prenda que decide vestir, da pie al día siguiente a decenas de breves artículos en webs especializadas y medios generalistas. Su armario es sinónimo de clickbait y el estatus de icono de estilo es, para ella, producto de su simpatía por la variedad —”me encantan tanto las marcas low cost como las de lujo”—, la búsqueda de nuevas tendencias dentro de lo clásico y un consejo maternal que se le quedó grabado. “Mi madre siempre me decía que la moda tiene que favorecerte y ser práctica. Muchas mujeres se ven reflejadas en eso”.

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Para que Tamara Falcó pueda desplegar esa espontaneidad brutal que ha hecho de ella un personaje totémico de la opinión pública, un nutrido equipo de representación e imagen la escolta en cada movimiento para custodiar que hasta el último mechón rebelde vuelva a su puesto en la formación. Ella misma, que despliega en cada respuesta un discurso natural, sí, pero también reflexivo, responsabiliza de la vigencia de su éxito a una “estrategia” bien estudiada. “Ahora existe un porqué detrás de cada relación con una marca, sabemos qué podemos aportarles y viceversa. Tenemos proyectos más grandes porque hay un vínculo y una continuidad”.

Desde que se alzara como ganadora del concurso culinario Masterchef Celebrity en noviembre de 2019, su fama vitalicia se hipertrofió de manera exponencial para hacer de ella una de las figuras más demandadas, analizadas, debatidas y polarizantes del panorama nacional. Una atención que canaliza como una oportunidad para ensamblar un perfil polifacético y que asimila con la naturalidad de quien nace con una portada debajo del brazo. “Nunca pensé que llegaría al nivel de popularidad que tengo ahora, pero creo que lo gestiono bien”, sostiene.

Tamara Falcó, antes de la presentación de su colección para Pedro del Hierro en Madrid.Víctor Sainz

Empresaria, colaboradora televisiva, embajadora de diversas firmas, chef o diseñadora son solo algunas de las caras que ha mostrado en este tiempo y que achaca tanto a sus anhelos de expresión personal como a una curiosidad latente desde la infancia. Sin embargo, y pese a semejante exposición, dice no tener miedo a que algún día el público se canse de ver, leer o escuchar noticias sobre ella. “Es gratificante que a la gente le guste lo que hago, pero ese no es el fin que me lleva a hacer las cosas”, admite, “yo las disfruto mucho, aunque algunas gusten más y otras gusten menos”.

Ni su perfil ni su discurso deja indiferente al espectador y su participación periódica en la tertulia de actualidad de El hormiguero, en la que se muestra explícita sobre su visión del contexto sociopolítico, ha ahondado las discrepancias respecto a ella. Tras esbozar unas sonrisas que delatan su conocimiento del revuelo que despierta, confirma que se aísla de manera deliberada del ruido —por consejo de su hermano Enrique— para “guardar su paz mental”. Su único guion es el que se dicta ella misma: “Digo lo que pienso e intento no herir los sentimientos de nadie. Si alguna vez lo hago, pido disculpas porque es la última de mis intenciones”.

Una vez superado el “shock” de haber heredado el título de marquesa de Griñón a finales de 2020, considera el título un préstamo que la vincula más si cabe con la memoria de su padre, Carlos Falcó, y al que pretende honrar aportándole una significación que vaya más allá del mero ornamento anacrónico. “Quiero hacerlo igual de bien que él, que fue capaz de crear una marca de vinos muy respetada. Cuando voy a cualquier restaurante ahora, por ejemplo, al Celler, Pitu [Roca, sumiller] me habla maravillas de mi padre y de todo lo que hizo por el vino. Ese era su nombre y su legado”, evoca, asegurando que, hoy en día, ser marquesa “no tiene nada que ver con lo que yo misma veo en las películas”.

En su caso, al menos, la distinción tendrá más relación con la pequeña pantalla que con la grande, ya que se encuentra inmersa desde hace semanas en el rodaje de una docuserie para Netflix sobre su rutina diaria. Aunque todavía sin fecha de estreno, para desarrollar La marquesa se ha puesto en manos del mismo equipo que se encargó de la producción sobre Georgina Rodríguez, influencer y pareja de Cristiano Ronaldo. Consciente de los ríos de tinta que corrieron tras la emisión de Soy Georgina, se muestra expectante ante la recepción que pueda tener su proyecto. “Nunca se puede saber si a la gente le va a gustar. Cada uno plasma su personalidad en su serie”, concluye, no sin antes cebar la expectación: “A ver qué sale de la mía, el tiempo dirá…”. La estrategia sigue su curso.


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