El Brexit redujo en un 25% las importaciones británicas de productos de la UE

El Brexit redujo en un 25% las importaciones británicas de productos de la UE


No existían precedentes históricos con los que poder comparar la salida de una economía tan industrializada como es la del Reino Unido de un mercado tan profundamente integrado como es el de la Unión Europea, admiten los autores del estudio presentado esta semana por el Centro de Desempeño Económico (Centre for Economic Performance, CEP) de la London School of Economics (LSE). “En algunos de los baremos estudiados, el nivel de integración entre los países de la UE iguala e incluso supera los niveles de apertura entre los diferentes Estados de EEUU”, señala el documento, con un título tan provocador y sugerente como Desarmando una Profunda Integración: El comercio del Reino Unido después del Brexit.

Tres son las conclusiones más sorprendentes de una investigación que ha rastreado los cambios en el comercio de hasta 1.200 productos. Desde que los británicos votaron a favor del Brexit, en el referéndum de 2016, hasta que entró en vigor un nuevo tratado comercial con la UE, las empresas siguieron comerciando con el continente como si nada hubiera ocurrido. El desmoronamiento llegó en enero de 2021, cuando entró en vigor el nuevo Acuerdo Comercial firmado con Bruselas, que evitó un Brexit duro pero estableció a la vez nuevas obligaciones aduaneras, arancelarias o de controles sanitarios. La coincidencia del nuevo marco legal con la irrupción mundial de la pandemia ayudó al Gobierno de Boris Johnson a camuflar las consecuencias negativas de la salida de la UE, pero el consenso entre empresarios y académicos era ya bastante demoledor.

El estudio de la LSE señala cómo, en el primer año de vigencia del acuerdo, las importaciones de productos de la UE al Reino Unido se redujeron hasta un 25%. “Nuestros hallazgos sugieren que las firmas británicas no se apresuraron a ajustar su actividad comercial después del referéndum, a pesar de que la incertidumbre económica respecto a las futuras relaciones comerciales entre el Reino Unido y la UE aumentó drásticamente”, explica Kalina Manova, profesora de Económicas en la LSE y coautora del estudio. “Pero una vez que los costes comerciales subieron, sin embargo, comenzaron a reorganizar rápidamente sus importaciones globales y redujeron aquellas procedentes de la UE, a la vez que fueron ajustando sus exportaciones”, añade. Esa es la tercera conclusión: las pequeñas empresas, que no tenían la capacidad de las grandes para afrontar los nuevos costes de las relaciones comerciales, renunciaron a la exportación. Han sido los intercambios de “valor marginal” con los países de la UE menos relevantes cuantitativamente para el Reino Unido los que más han sufrido el impacto del Brexit. “Da la impresión de que simplemente se dejó de vender un montón de productos a los países más pequeños de la Unión Europea”, ha indicado Thomas Prayer, doctorando de la Universidad de Cambridge y participante en el estudio de la LSE.

Los autores muestran su sorpresa con el dato de que hayan sido precisamente las importaciones al Reino Unido las que hayan sufrido un descenso más drástico, si se tiene en cuenta que el Gobierno de Johnson, a diferencia de la UE, ha ido arrastrando en el tiempo, con prórrogas consecutivas, su obligación de imponer controles eficaces y rígidos a los productos procedentes del continente, mientras que Bruselas ha aplicado desde un principio las nuevas reglas impuestas por el acuerdo comercial. De hecho, durante su reciente visita a la India, Johnson ha vuelto a sugerir que habrá nuevas prórrogas, a la espera del desarrollo de un nuevo sistema informático de controles aduaneros que Downing Stret no se cansa de anunciar y que nunca termina de llegar.

“Es sorprendente que las importaciones hayan sufrido un golpe más duro que las exportaciones durante el primer año de vigencia del Acuerdo Comercial”, ha advertido Rebecca Freeman, investigadora del CEP y también coautora del informe. “Sería un error, sin embargo, concluir que las exportaciones no se han visto afectadas. También el número de relaciones de exportación con la UE cayó drásticamente en 2021″, ha señalado.

Las conclusiones de un informe que admite la imposibilidad de definir un diagnóstico certero a largo plazo han sido aprovechadas por los medios británicos más euroescépticos, como The Daily Telegraph, para insistir en que el vaso está medio lleno, y que las predicciones de los más agoreros respecto a la salida de la UE no se han cumplido. El informe admite que “no hay pruebas de un declive sostenido en términos relativos de las exportaciones del Reino Unido a la UE desde el 1 de enero de 2021″, pero el motivo es que las grandes empresas han tenido que adaptar aceleradamente su logística y sus costes a la nueva realidad antes que perder sus negocios, y no porque los problemas añadidos hayan sido leves. La principal patronal británica, CBI, critica precisamente al Gobierno, en un comunicado reciente, por colocar en “desventaja” a las empresas británicas al ser tan laxos sus controles a los productos procedentes de la UE.

La doble cita electoral del próximo 5 de mayo amenaza con añadir nueva tensión a las relaciones entre Londres y Bruselas. Se celebran elecciones municipales en toda Inglaterra y autonómicas en Irlanda del Norte. En las primeras, los sondeos vaticinan un descalabro del Partido Conservador, derivado sobre todo de la irritación de la ciudadanía por el escándalo de las fiestas prohibidas en Downing Street. En las segundas, el Sinn Féin (el partido que fuera el brazo político de la organización terrorista IRA) puede hacerse con la victoria por primera vez en la historia, y ocupar la silla de ministro principal. Las fuerzas unionistas, que han culpado al Protocolo de Irlanda del Norte de todos sus males, incrementarán la presión sobre Johnson para que rechace unilateralmente el acuerdo. En las últimas semanas, Downing Street ha vuelto a lanzar señales incómodas para Bruselas, al sugerir que resucitará la idea de dar poderes extraordinarios a los ministros para saltarse las normas del protocolo, que retiene a Irlanda del Norte dentro del mercado interior de la UE e impone un control aduanero en el mar de Irlanda.

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