Andalucía retira los espectáculos de Jan Fabre en Sevilla tras su condena en Bélgica por abuso sexual


El artista visual y coreógrafo Jan Fabre (Amberes, Bélgica, 63 años), acusado de acoso y “atentado contra el pudor” por algunas bailarinas dentro de su compañía, ha sido condenado este viernes a 18 meses de prisión por un tribunal de Amberes. La sentencia va acompañada de una suspensión de la ejecución de esta pena por un período de cinco años, durante los cuales Fabre será privado de sus derechos cívicos, según una copia del veredicto remitido a la prensa. Fabre, de 63 años, y considerado uno de los creadores más importantes del teatro contemporáneo, fue juzgado por “violencia, acoso o acoso sexual en el trabajo” contra 12 exempleadas de su empresa Troubleyn. También tuvo que responder por un “atentado al pudor” contra una de ellas. A raíz del fallo, el Teatro Central de Sevilla ha anulado el estreno de la pieza de Fabre Sevilla (Un pequeño homenaje al Teatro Central), que iba a incluir en exclusiva dentro del programa para celebrar sus 30 años.

“Tras la sentencia dictada por el Tribunal Penal de Amberes (Bélgica) sobre Jan Fabre, se han cancelado todas las presentaciones previstas durante los días 13 y 14 de mayo en el Teatro Central de sus espectáculos Resurrexit Cassandra y Sevilla. Un pequeño homenaje al Teatro Central, así como el proceso de producción ya iniciado para este último”, afirma la Junta de Andalucía, responsable del teatro, en un comunicado.

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Durante el juicio, a finales de marzo, se había pedido una pena de tres años de prisión, pero el tribunal consideró que parte de los hechos estaban prescritos y sobreseyó los cargos de seis de los 12 denunciantes. Su caso fue uno de los primeros del movimiento Me Too en las artes escénicas y ha tenido consecuencias directas en su carrera. Por ejemplo, en 2019 el Teatro Lliure decidió no representar el maratoniano y transgresor espectáculo Mount Olympus. La institución justificó la medida “en consonancia con las líneas programáticas incluidas en el proyecto de la nueva dirección, expresadas en la voluntad de un teatro en que la redistribución de recursos y la concepción de un cambio de modelo social pueda realizarse de la manera más ética artística y humanamente”.

Fabre, que no había asistido al juicio, tampoco estaba presente cuando se anunció el fallo. “Estamos satisfechos con esta sentencia”, reaccionó An-Sofie Raes, una de las abogadas que representan a las partes civiles, citada por el diario flamenco De standaard.

Escena de ‘Prometeo-paisaje II’, obra de Jan Fabre.

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El 25 de marzo, primer día del juicio, Fabre había sido retratado, en los testimonios de varios bailarines, como un hombre tiránico durante los ensayos, que humillaba regularmente a sus colaboradores e incluso chantajeaba sexualmente a algunos de ellos. Varias presuntas víctimas han relatado sesiones de fotos eróticas dirigidas por el coreógrafo, bajo el “falso pretexto” de su publicación en una revista artística. Algunas de esas sesiones terminaron en relaciones sexuales.

Su abogada Eline Tritsmans admitió el “carácter fuerte” de Jan Fabre, y el hecho de que trabajar con él “es dar el 100%” en actuaciones extenuantes donde emerge “el verdadero cansancio, las verdaderas emociones”.

La radicalidad que Fabre practica en todos los frentes lo ha convertido en una de las figuras que más han influido en las artes escénicas de los últimos 30 años, pero también lo coloca en el centro de un debate ya imparable en el teatro y que no solo se centra en el abuso sexual, sino que tiene que ver también con la tradicional visión del director como genio al que se le debe permitir todo en nombre “de la belleza”. “Algunos podrían argumentar que esto es parte de una estrategia artística, que para lograr los resultados deseados, Fabre siente que necesita empujar a sus artistas más allá de sus límites (…). ¿Qué estamos justificando en nombre del arte?”, preguntaban los firmantes de la carta de denuncia contra el artista en septiembre de 2018. La exploración del cuerpo humano y sus límites como método de creación siempre ha guiado el trabajo del artista, y ha sido uno de los pilares de su carrera, que acumula riesgos y provocaciones en las tablas prácticamente desde sus comienzos. A mediados de los setenta, en sus primeras obras, se definía a sí mismo un “delincuente del arte” —al igual que luego bautizaría a los artistas de su compañía como “guerreros de la belleza”— y desvalijaba viviendas para comprar material para sus performances: usaba su propia sangre como tinta para hacer dibujos, provocaba al público siempre que podía y muchas veces acababa recibiendo una paliza.

Otro rasgo clave de la trayectoria de Fabre es la llamada transdisciplinariedad, es decir, la constante búsqueda de puentes entre las distintas disciplinas artísticas. Sobre todo, en concreto, artes visuales, escénicas y literatura. Tan versatil como innovador, Fabre resultó pionero en la introducción sobre el escenario del uso del tiempo y la acción reales. De ahí que sus obras más colosales sean también algunas de las más celebradas: This is Theatre Like It Was to Be Expected and Foreseen (1982), de ocho horas, o Monte Olimpo. Para glorificar el culto a la tragedia, que dura un día entero: estrenada en 2015 en Berlín, en España se vio en 2018, en los Teatros del Canal. Desde las siete de la tarde hasta las siete de la tarde de mañana. Pese al compromiso que exigía al espectador, las entradas se agotaron en cuanto se lanzaron, meses antes. Cuando al creador le preguntaron qué buscaba suscitar en el público con un espectáculo de 24 horas, contestó: “Catarsis”.

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