Una barbería en el barrio de San Agustín, en Caracas, Venezuela, en julio de 2022.Matias Delacroix (AP)
Los siete meses que han pasado desde comienzos de 2022 han traído consigo la etapa más apolítica y desentendida de la actualidad que se ha vivido en la turbulenta Venezuela desde hace, al menos, unos doce años. El ininterrumpido pulso que han mantenido en este tiempo el Gobierno de Nicolás Maduro y las fuerzas de la oposición, que alcanzó su punto más álgido en 2019, ha producido múltiples trastornos económicos y sociales que han dejado extenuada a la población.
Firme en el poder, aunque con una popularidad erosionada, el Ejecutivo impulsa un ensayo de apertura económica e intenta atraer la atención de capitales e inversiones que en los últimos años fueron incompatibles con el chavismo y las convulsiones del país. Hace poco, por ejemplo, entró en vigor una Ley de Zonas Económicas Especiales, inspirada en experiencias como las de China y Vietnam.
La apertura de la frontera con Colombia y el restablecimiento de las relaciones diplomáticas con el presidente electo del país vecino, Gustavo Petro, también pueden tener algún impacto en la abatida economía local, según los analistas. Los dirigentes oficialistas mantienen hoy una actitud apacible con los empresarios, y, al menos por ahora, han decidido dejar en paz a sus adversarios.
Mientras tanto, las fuerzas opositoras profundizan su extravío. La experiencia del gobierno Interino de Juan Guaidó ha deteriorado más las relaciones internas entre algunos partidos y altos cargos. La denominada Plataforma Unitaria de estas formaciones planifica unas elecciones primarias para escoger un líder único que pueda ser opuesto al chavismo como alternativa a partir de 2023. Hay ya varios precandidatos dispuestos a medirse y el número va camino de aumentar. Algunos de ellos, comenzando por el propio Guaidó, han comenzado de nuevo a recorrer el país para concitar a las bases.
Las conversaciones con el chavismo en las rondas de negociación en México iniciadas hace un año han sido aplazadas una y otra vez. El Gobierno no tiene urgencia en llegar a acuerdos, y desde la oposición mantienen la tesis de que Maduro y su entorno se sienten amenazados. Por estos días, sin embargo, ha empezado a circular la tesis de que a mediados de agosto se retomarán probablemente las reuniones de trabajo.
Al mismo tiempo, otra posibilidad es que, en lugar de emprender un procedimiento represivo, el chavismo esté ganando tiempo para recomponerse y organizar unos comicios presidenciales en 2024 que le permitan a Maduro ser reelegido en buena lid. Altos funcionarios de la Administración de Joe Biden mantienen una línea de conversación permanente con Caracas. Hay expectativas, aun sin concretarse, sobre la posibilidad de flexibilizar sanciones en el sector petrolera y sobre nuevas licencias de explotación para la multinacional Chevron, que permitan al país superar finalmente la cota del millón de barriles diarios de petróleo. ENI y Repsol, mientras tanto, han reanudado sus actividades en el país.
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“La interpretación de que el Gobierno es lo suficientemente fuerte como para quedarse se va haciendo certeza para la población”, afirma Félix Seijas, analista político, estadístico y director de la firma demoscópica Delphos. “La gente siente que la caída económica se ha detenido. Es una sensación que está presente y la hemos medido. Eso no quiere decir que se piense que el país se arregló. Casi todo el mundo piensa que esta no es la Venezuela de antes”.
La anunciada devolución de fincas, fundos agrarios y activos expropiados al sector privado se ha venido cumpliendo, con algunos retrasos y problemas. El crédito bancario, punto clave para fundamentar el crecimiento económico, se restablece moderadamente. “Los empresarios sienten que el ambiente es de apertura parcial. La confianza para invertir sigue siendo baja”, afirma Henkel García, analista financiero y director de la consultor Econométrica. García estima que el crecimiento económico en 2022 puede estar entre 10 y 15 puntos del PIB, si bien interpreta que en el mercado se muestran las primeras señales de que la recuperación tocó techo. “El salario del trabajador comenzaba a expandirse, y en las últimas semanas se ha estancado. Romper el techo del crecimiento va a requerir cambios estructurales en la dinámica nacional que van más allá de la economía. Eso pasa por una mejora en los servicios públicos que es esencial”. A propósito de la inflación, cuyos datos sigue merodeando el 100% anual, García agrega: “Creo que hay posibilidades de terminar con una inflación de doble dígito este año. Ahí sí estoy notando disciplina monetaria y fiscal”.
Marco Antonio Ponce, director del Observatorio Venezolano de Protestas, coincide en que hay una brecha entre el tono de la protesta cotidiana y la agenda política en Venezuela. “Hemos apreciado esa desconexión. Se evidencia en el tono de las exigencias, la gente no quiere nada con los partidos”. Ponce apunta, sin embargo, que se han producido más de 1.500 protestas de índole laboral este año, así como muchas vecinales vinculadas a servicios básicos, apagones, agua potable, telefonía e internet. “Hay un índice aproximado de 21 manifestaciones diarias en el país. La gente continúa exigiendo sus derechos, a pesar de la represión y la criminalización”.
Se abre paso una sociedad aún más desigual, una emergencia humanitaria que ha denunciado la oposición en los últimos años. “El divorcio actual con la política no indica que la gente ha dejado de pensar en las presidenciales de 2024, ni en la posibilidad de un cambio en el país”, afirma Seijas. “La gente está pendiente de eso. Ha disminuido el activismo, pero el interés en votar para cambiar el rumbo de Venezuela sigue latente en nuestras mediciones”.
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