Rishi Sunak: la insoportable carga de haber hundido un Gobierno

Rishi Sunak: la insoportable carga de haber hundido un Gobierno

Es probable que, en otras circunstancias, el tiempo hubiera jugado a favor de Rishi Sunak (Southampton, 42 años). Su dimisión como ministro de Economía, el pasado 5 de julio, provocó la caída definitiva de Johnson. Y al ser el primer contendiente en lanzar su campaña para las primarias conservadoras, con un elaborado vídeo que no podía haber sido improvisado de la noche a la mañana, se convirtió oficialmente en el “traidor” del Gobierno, a los ojos de muchos afiliados. Pero en un momento de angustia, con la recesión en ciernes, la inflación desatada y el coste de la vida en niveles insoportables, el discurso económico riguroso, solvente, responsable y mucho más articulado que el de su rival, Liz Truss, iba ganando adeptos. La decisión, sin embargo, de la dirección del partido de permitir que los militantes pudieran votar por correo antes de irse de vacaciones —por miedo precisamente a una huelga más, esta del servicio de correos— cerró las posibilidades de Sunak de darse a conocer. En alguna medida, durante este mes de agosto se ha dedicado casi a predicar en el desierto.

Sunak bromea a menudo —posiblemente como mecanismo de autodefensa— con lo mucho que se asombran los militantes conservadores cuando, al conocerle en persona, comprueban lo pequeño que es. Espigado y atlético, es el único candidato que se puede permitir unos trajes entallados en los que no cabrían el resto de los mortales. Criado en la localidad de Southampton, hijo de un médico y una farmacéutica hindúes que realizaron un esfuerzo económico para enviarle a estudiar al prestigioso colegio privado de Winchester —unos 54.000 euros anuales, al cambio actual—, acabó realizando estudios universitarios en Oxford, y más tarde en Stanford (Estados Unidos).

Durante sus años en California, puso en marcha aventuras empresariales de éxito. Pero su tranquilidad financiera viene sobre todo de su matrimonio con Akshata Murty, la hija del multimillonario indio fundador de la empresa de servicios Infosys. A principios de año, el futuro político de Sunak entró en terreno movedizo cuando la prensa reveló que su esposa seguía acogida a la condición de no residente para pagar muchos menos impuestos de lo que le hubiera correspondido. Poco después, Murty anunció que pagaría como cualquier otro residente en el Reino Unido.

Cuando en febrero de 2020, el entonces ministro de Economía, Sajid Javid, dimitió de su puesto, harto de las intromisiones en su departamento del entonces asesor estrella de Johnson, Dominic Cummings, el primer ministro y él acordaron colocar en el puesto al joven Sunak. Apenas habían pasado dos meses de la victoria arrolladora de los conservadores en las elecciones generales. El Gobierno recién estrenado tenía ambiciosos planes de gasto por todo el país, y el nuevo ministro, un convencido del Brexit con una trayectoria académica y profesional brillante, se presentaba como el candidato perfecto para bailar al mismo ritmo que sus jefes.

Johnson se aferró a la complicidad de Sunak durante la pandemia para gastar cientos de millones de libras en aliviar las penurias de los británicos, con un esquema de retención de empleo que era una copia de los ERTE (Expediente de Regulación Temporal de Empleo) del resto de Europa, subvenciones y ayudas fiscales. El conflicto surgió cuando, al comenzar a salir de la crisis sanitaria, el primer ministro quería seguir gastando alegremente para recuperar fuelle electoral y superar su propio problema de popularidad, agobiado ya por los sucesivos escándalos. Sunak, guardián clásico de la ortodoxia fiscal que impusieron en el partido los años de Margaret Thatcher, se resistió a la bajada de impuestos que reclamaban, no solo Johnson, sino muchos diputados conservadores que veían peligrar sus escaños.

Esa ha sido su principal pelea con Truss durante las primarias. Sunak ha prometido una bajada de impuestos, pero no antes de lograr contener la inflación. Ha acusado a Truss de querer endeudar irresponsablemente al Reino Unido con promesas fiscales para las que no hay dinero. Los militantes conservadores, según aseguran los sondeos, han optado por el pan para hoy y han ignorado el hambre de mañana.

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