Al presidente de Chile, Gabriel Boric, y sus compañeros de ruta, como él mismo los llama, les ha llegado todo de golpe: el éxito y, desde que lideran el Gobierno, los primeros grandes fracasos. La derrota abrumadora del rechazo en el referendo constitucional celebrado el 4 de septiembre pasado precipitó un cambio de Gabinete. Un movimiento habitual para un Gobierno que necesita oxígeno, pero que en el caso de Boric alcanzó dosis épicas de dolor. “Tenía que doler y duele, pero es necesario”, dijo al anunciar los nombres de aquellos que había decidido sacrificar en la mesa chica del poder. En la lista estaba su amigo Giorgio Jackson, considerado un alter ego del presidente, y también Izkia Siches, la ministra de Interior, estrella de la generación dorada que había entrado a La Moneda como una tromba en marzo pasado. Ambos de la edad del presidente, compañeros de mil batallas durante la época de las revueltas estudiantiles, dejaban ahora paso a dos figuras de la política tradicional, 20 años más grandes y con un pasado cargado de altos cargos: Carolina Tohá y Ana Lya Uriarte.
Izkia Siches había sido, en gran medida, artífice del triunfo de Boric en la segunda vuelta de diciembre del año pasado. Sus recorridas por el país en autobús y aupando a su beba recién nacida sumaron al presidente una cantidad de votos difícil de contabilizar. Su estrella la puso en el ministerio de Interior, que en Chile equivale a un jefe de ministros. En pocos meses, había pasado de dirigir el Colegio Médico, desde donde lanzó críticas impiadosas a la gestión de la pandemia del presidente Sebastián Piñera, a ser la segunda persona más poderosa del Ejecutivo.
Siches debutó con un estilo diferente –una de las primeras fotos que subió a las redes fue sacándose leche en su oficina de La Moneda– y también con grandes errores: viajó a la zona de conflicto en La Araucanía y fue recibida con un atentado, lo que dejó al descubierto un estilo al menos poco atento con la gravedad de la situación. Más tarde, hizo denuncias en el Congreso contra la Administración anterior que resultaron falsas. No pudo tomar las riendas ni de la conducción política ni del orden y la seguridad, dos tareas clave de ese ministerio. En su entorno consideran que la ministra no pudo trasladar su capacidad de crítica, demostrada durante su paso por el Colegio Médico, a la gestión sobre el terreno. El martes, Siches fue reemplazada finalmente por Carolina Tohá, una dirigente de centroizquierda cercana a dos expresidentes, Ricardo Lagos y Michelle Bachelet.
Hubo un segundo cambio clave: el presidente sacó de su primer anillo de poder a Jackson y, aunque no lo sacó del Gabinete, lo instaló en el ministerio de Desarrollo Social, una cartera de la segunda línea. Seguramente seguirá influyendo, pero no desde un lugar visible. Jackson tenía a su cargo la relación entre el Poder Ejecutivo y el Parlamento. Su estilo duro y poco empático no resultó el más apto para la tarea. Un cargo que lo conoce de cerca se refirió a su “corazón frío” como un problema de difícil resolución. Se le achaca además la decisión de amarrar la gestión del Gobierno a la suerte del proceso constituyente. La derrota del apruebo en el plebiscito arrastró finalmente a Boric al pie de una cuesta que tendrá difícil de remontar.
Para el expresidente Lagos la reformulación del Gabinete tiene, primero, una explicación pragmática. Boric “quiere estar acompañado de personas que ya conocen bien el aparato del Estado y que saben qué botones hay que apretar y los que no hay que apretar. Y ahí buscó gente más experimentada en Gobiernos anteriores, porque nadie nace sabiendo”, dice. Pero apunta a un segundo asunto: “Creo que el presidente Boric entendió que tal vez, más allá de la voluntad de hacer, se requiere un camino más tranquilo y características un poquito distintas. Boric está entendiendo que la gradualidad es importante para darle legitimidad a los cambios profundos”.
En la ceremonia de cambio de Gabinete del martes, Izkia Siches lloró en el hombro de Boric muy emocionada, en una escena que no se había visto en el Palacio de La Moneda en el pasado reciente. Noam Titelman, uno de los fundadores del Frente Amplio, de la misma generación de Boric y de quienes llegaron con él a La Moneda, muy cercano al presidente, intenta explicarse lo que ocurrió en las urnas el domingo y habla de un problema original: “Cierta izquierda pensaba que por ser de izquierda tenía garantizado el apoyo popular y no, resulta que muchas veces ese pueblo es mucho más complejo y diverso que una sola ideología. Como dijo [el diputado español] Íñigo Errejón hace unos años, a veces a la izquierda le toca aprender a quererse menos a sí misma y más a ese pueblo”.
Titelman, economista, se refiere además a la derrota en las urnas de hace una semana. “Lo dijo el propio presidente en el cambio de Gabinete: este ha sido probablemente el mayor fracaso político de una generación que en los últimos 10 años había logrado tener muchos éxitos electorales. Sabía muy bien cómo ganar elecciones y ahora le está tocando saber cómo perderlas”.
La disputa generacional
El resultado electoral y la llegada al Gabinete de figuras como Tohá y Uriarte son además la evidencia de una claudicación. Boric hizo campaña despotricando contra la generación de la transición democrática, aquella que se agrupó alrededor de los sucesivos gobiernos de la Concertación . Para Titelman, “ha llegado el momento de enterrar, de una buena vez, la disputa generacional que ha envenenado buena parte de las discusiones de la izquierda y la centroizquierda en la última década que, más allá de las diferencias legítimas, es una disputa de la élite, ajena a las demandas de una sociedad que está interesada en el proceso constituyente o los temas de seguridad y orden público, más allá del año en que nació tal o cual representante”.
“Ha sido un proceso muy acelerado”, recordaba al iniciarse el Gobierno la abogada Constanza Schonhaut, una importante líder del Frente Amplio de Boric, que se desempeñó como convencional para redactar una nueva Constitución. “Es un poco vertiginoso verlo para atrás. Cómo pasó todo tan rápido y cómo fuimos una generación que fue construyendo muy rápidamente, muy concienzuda: con mucha responsabilidad del camino que queríamos trazar. Y estamos trazando ese camino. Con esperanza y un peso histórico sobre nuestros hombros”, describía Schonhaut, militante del partido de Boric, Convergencia Social, y parte del círculo estrecho del presidente electo. Ella hablaba de una generación “huérfana” en lo político –que no se sentía representada por los políticos y su forma de ejercer lo público– que fue “autoformándose y coformándose”. “Fuimos construyendo desde el error y el acierto”, comentaba la abogada en marzo.
El nuevo ministro de Desarrollo Social, Giorgio Jackson, saluda a la ministra vocera de Gobierno, Camila Vallejo, durante la ceremonia de cambio de Gabinete celebrada en La Moneda el 6 de septiembreAlberto Valdes (EFE)
Boric quedará en La Moneda en compañía de Camila Vallejo, la ministra comunista que se mantuvo en la vocería, y de la ministra de la Mujer, Antonia Orellana, que milita en Convergencia Social, como Boric. Pero el brazo político del Gobierno cambió de manos con la llegada de Tohá y Uriarte. La economía seguirá bajo el ala de un reputado dirigente socialista de 62 años, Mario Marcel.
Lo de la juventud ha sido un asunto por el que Boric y sus compañeros de ruta han debido referirse en muchas ocasiones. En campaña, el candidato oficialista a la presidencia, Sebastián Sichel, le criticó la falta de experiencias vitales, como la paternidad (ni Boric ni Jackson tienen hijos, a diferencia de Siches y Vallejo, que tienen una hija respectivamente). “Ser presidente es más que ser dirigente universitario, se requiere mucha experiencia. Se requiere haber liderado otra cosa que no sea la política, no haber sido solo diputado en la vida, tener experiencias vitales; yo soy padre”, aseguró el exministro de Piñera. El mismo Boric, antes de postularse a La Moneda, se había referido al asunto de la experiencia: “Me falta experiencia y conocimiento”, aseguró en diciembre de 2020 en la televisión, cuando parecía lejana la posibilidad de estar en la papeleta presidencial.
Boric y su gente se hicieron cargo del tema y tomaron como himno una icónica canción del argentino León Gieco, Los salieris de Charly. “Dicen que la juventud no tiene para gobernar experiencia suficiente / Menos mal, que nunca la tenga / Experiencia de robar / Menos mal, que nunca la tenga / Experiencia de mentir”, dice el tema del famoso cantautor, que tuvo encuentros con un presidente que, en apenas seis meses, tuvo que rediseñar dramáticamente su apuesta en busca, justamente, de mayor experiencia.
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