Al menos 19 personas han muerto y otra treintena han resultado heridas este viernes tras un atentado suicida en un centro educativo en el oeste de Kabul, según ha informado la policía afgana. Fuentes hospitalarias elevan la cifra de víctimas mortales a 23, mientras que una fuente de los talibanes citada por Reuters contabiliza ya 33 fallecidos.
La explosión tuvo lugar en el interior de una de las aulas durante un examen de práctica para preparar las pruebas de acceso a la universidad, cuando la escuela se encontraba abarrotada de estudiantes, pese a ser viernes —día de la oración en el Islam—, según ha explicado Khalid Zadran, portavoz de la policía de Kabul. “Solemos pedir a los centros educativos que informen a las fuerzas de seguridad de los distritos policiales antes de llevar a cabo estos programas especiales”, ha añadido, en declaraciones a la agencia Efe.
Se cree que la mayoría de las víctimas son adolescentes y que, entre ellas, hay varias jóvenes. Los talibanes se han negado a reabrir oficialmente las escuelas de secundaria para niñas mayores de 12 años en la mayor parte del país, pero en ciudades como Kabul algunas adolescentes han seguido frecuentando academias y centros privados como el que ha sido objeto del atentado de este viernes. En algunas regiones de mayoría no pastún —la etnia a la que pertenecen la mayoría de los integrantes de la antigua guerrilla ahora en el poder— algunos institutos femeninos siguen abiertos.
Por el momento, nadie ha reivindicado la autoría del ataque. La mayoría de los habitantes de la zona de la capital afgana donde ha tenido lugar la explosión, el barrio de Dasht-e-Barchi, son hazara, una minoría étnica mayoritariamente chií, que en el pasado fue objetivo de atentados perpetrados por el Estado Islámico y otros grupos yihadistas, que consideran a los hazara y al resto de chiíes apóstatas. Además de por profesar esa rama minoritaria del islam, los miembros de esta etnia sufren discriminación por sus rasgos físicos, pues son de origen mongol. Los hazara son la tercera minoría del país, detrás de los pastunes y los takiyos, y constituyen alrededor del 10% de la población afgana.
Ghulm Sadiq, un residente de Dasht-e-Barchi entrevistado por Reuters, asegura que se encontraba en su casa cuando oyó la explosión. “Mis amigos y yo pudimos sacar a unos 15 heridos y nueve cadáveres del lugar del atentado… otros cuerpos yacían debajo de sillas y mesas dentro de la clase”, ha relatado.
Desde que tomaron el poder en Afganistán, en agosto de 2021, los talibanes han enfatizado que el país es más seguro, pero en los últimos meses se han registrado ataques contra mezquitas y zonas civiles.
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Los atentados contra estudiantes de la minoría hazara también se han repetido durante los últimos años en el país. El último, ocurrido el pasado abril, causó al menos seis muertos y 25 heridos, aunque el control de los talibanes de la información impidió obtener una cifra clara —algunos testigos ofrecieron un número de víctimas más elevado—.
En mayo de 2021 un atentado contra una escuela femenina en el barrio de Dasht-e-Barchi dejó 110 muertos, en su mayoría niñas, y 290 heridos. Meses antes, otro ataque en octubre de 2020 contra un centro educativo de esta minoría causó 24 muertos y 57 heridos.
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