Jean-Luc Mélenchon, y la izquierda que él lidera, sacaron este domingo a decenas de miles de personas a las calles de París. La manifestación “contra la vida cara y la inacción climática” es el prólogo de una semana de huelgas sindicales y pugna parlamentaria. El Gobierno, ante la negativa de la oposición a aprobar los presupuestos, prepara la aplicación del artículo 49.3, que permite esquivar el voto en la Asamblea Nacional e imponer una ley por decreto. Los organizadores –la oposición parlamentaria de izquierdas que, bajo la tutela de La Francia Insumisa (LFI) de Mélenchon, incluye a socialistas, ecologistas y comunistas– cifraron en 140.000 el número de manifestantes. La policía, en 30.000.
Entre las dos y la cinco de la tarde, desfiló entre las plazas de la Nación y de la Bastilla, en todo caso, una considerable marea humana. No tantas personas como para cambiar en nada los planes del presidente, Emmanuel Macron, y menos teniendo en cuenta que los convocantes ya se sientan en el Parlamento. Pero sí las suficientes para abrir el apetito ante las protestas de esta semana en un contexto de carestía de combustible en parte del país, inflación generalizada, ahorros energéticos en el invierno y frenazo económico en el horizonte.
Mélenchon, que se manifestó acompañado de la flamante Nobel de literatura Annie Ernaux, llamó a la “huelga general” el próximo martes, jornada de paros y protestas convocados por la CGT y otros sindicatos en defensa de las mejoras salariales. Las refinerías de petróleo llevan casi tres semanas en huelga, lo que ha dejado este fin de semana una de cada tres gasolineras sin combustible suficiente.
“Hoy estamos dibujando la construcción de un nuevo Frente Popular que en el momento llegado ejercerá el poder en el país”, anunció el líder de la izquierda. “Tendremos la conjunción de la movilización popular, la movilización sindical y la crisis institucional. Por eso he dicho que [Macron] está carbonizado, y lo mantengo”.
Los militantes de LFI, el partido anticapitalista y euroescéptico con más votos y diputados en la izquierda, era los más visibles en la marcha, pero también acudieron ecologistas, socialistas y comunistas. “Jubilación a los 60 años”, se leía en un cartel. “Incluso los veganos quieren zamparse a los ricos”, decía otro, y otro rezaba simplemente: “En cólera”.
“Estamos aquí para demostrar que somos muchos los que queremos que suban los salarios, para apoyar a los huelguistas de las refinerías y para que se vea que no bajaremos la guardia”, dijo Isabelle, maestra jubilada y militante insumisa de Normandía, que había venido a París con un grupo en dos autobuses. A la pregunta sobre si creía que Macron escucharía las reclamaciones de los manifestantes, respondió: “No. Pero nos da igual”. De todas maneras, vaticinó, el presidente no tendrá más remedio que escuchar “cuando en los surtidores no quede gasolina y los trenes estén parados”. En otras palabras: si de verdad hay una huelga general.
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La marcha debía ser una demostración de fuerza por parte de Mélenchon, solo cinco meses después de que la alianza de izquierdas se convirtiese, tras las legislativas, en el primer bloque de partidos de oposición, aunque el primer partido opositor es el Reagrupamiento Nacional (RN), el partido de extrema derecha de Marine Le Pen. Aunque estaba convocada desde hacía semanas, la huelga en las refinerías y el conflicto social que se anuncia para las próximas semanas han realzado el mensaje de la manifestación.
Y, sin embargo, el veterano líder izquierdista, tres veces candidato a las presidenciales, no pasa por su mejor momento. Ha sido el blanco de críticas internas por haber elogiado la “dignidad” y “valentía” de uno de sus lugartenientes, el diputado Adrien Quatennens, quien reconoció haber abofeteado a su mujer. Algunos han visto en este desliz un enésimo ejemplo de que Mélenchon está desconectado de los tiempos y no puede seguir encabezando el proyecto.
En el resto de partidos de la alianza izquierdistas, hay diferencias ideológicas de fondo con Mélenchon sobre Ucrania y Rusia, o sobre si izquierda tiene que ser más social o más ecologista y multicultural. Fue significativo que el secretario nacional del Partido Comunista, Fabien Roussel, figura señera de la izquierda de viejo cuño, no acudiese a la manifestación de París. Los sindicatos tampoco asistieron: se reservan para el martes, y no quieren mezclar la vida sindical con la política.
Le Pen se desmarcó de la protesta. “El derecho a manifestarse es una de las grandes libertades francesas”, dijo en la cadena BFM-TV, “pero pienso que las soluciones se obtienen en la Asamblea Nacional. Es en la Asamblea Nacional donde debe tener lugar el debate y donde debe librarse el combate”.
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