La política en Italia ocurre ya a tal velocidad que es incluso posible crear una crisis de Gobierno sin que ese Gobierno se haya formado. Eso es lo que ha sucedido en los últimos días en la coalición que lidera la ultraderecha y que está llamada a gestionar Italia los próximos cinco años (aunque la esperanza de vida media de un Ejecutivo italiano sea un año y un mes). El enfrentamiento entre Giorgia Meloni, líder de Hermano de Italia y la mujer destinada a convertirse en primera ministra, y Silvio Berlusconi, socio minoritario de la coalición, llegó a un punto de tensión máximo el viernes cuando ella le recordó que “no es extorsionable”. Se refería a las exigencias de ministerios que había lanzado Il Cavaliere y, sobre todo, a los insultos que había anotado en un papel y que las cámaras del Senado habían alcanzado a grabar: “Testaruda, prepotente, arrogante y ofensiva. Ninguna disposición al cambio. Con ella no se puede estar de acuerdo”. Lo que no anotó Berlusconi sobre la naturaleza de Meloni es que tardará en olvidar la afrenta. Por eso, el dueño de Mediaset tuvo que ir el lunes a la sede de Hermanos de Italia para limar asperezas y enterrar el hacha de guerra.
El proceso de formación de Gobierno debería entrar en su recta final esta semana. El calendario que maneja el Palacio del Quirinal, sede de la Presidencia de la República, señala que el fin de semana Meloni debería recibir el encargo del jefe del Estado, Sergio Mattarella, y, como muy tarde, el próximo lunes o martes debería jurar el cargo el nuevo Ejecutivo con los nuevos ministros. El problema es que los últimos desencuentros han puesto sobre la mesa la posibilidad de que Forza Italia no formase parte de este Gobierno y se limitase a un apoyo externo. Una situación que debilitaría mucho a Meloni y que la habría hecho empezar con muy mal pie. El lunes, según los mismos protagonistas aseguraron en sus redes sociales, el rencor dio paso a una renovada unión. Aunque no se sabe hasta cuándo. “Estamos trabajando juntos para dar a Italia lo más pronto posible un Gobierno fuerte, cohesionado y de alto perfil que sepa afrontar las urgencias inmediatamente”, escribió Berlusconi junto a una foto posando con su socia de ultraderecha.
El pulso entre ambos líderes ha sido fortísimo en las últimas horas. El primer asalto lo perdió claramente Berlusconi, que salió humillado del Senado cuando intentó sabotear la elección Ignazio La Russa, candidato de Meloni, como presidente de la Cámara alta. Hermanos de Italia había pactado bajo manga con la oposición y logró los votos necesarios para dejar a Berlusconi retratado. Sin embargo, Meloni sabe también que tendría muy difícil gobernar sin el apoyo de Il Cavaliere y su Forza Italia. Por ello, Meloni, según se filtró el lunes por la noche, ofreció el Ministerio de Exteriores y la vicepresidencia del Consejo de Ministros a Antonio Tajani, mano derecha de Berlusconi. El Ministerio de Justicia, sin embargo, no irá a parar a Forza Italia, como quería el dueño de Mediaset. La otra vicepresidencia sería para Matteo Salvini, líder de la Liga, que además se quedaría con la cartera de Infraestructuras.
La sorpresa en esta puesta de escena hiperexcitada viene del lado de la Liga. Salvini es el único que ha entendido el papel secundario que le había reservado el resultado electoral y, de momento, ha aceptado los vetos impuestos por Meloni (empezando por el suyo para Interior). Y, de momento, ha sido recompensado con la presidencia de la Cámara de Diputados, para quien se ha designado al antiabortista y homófobo Lorenzo Fontana. Y ese, explican fuentes de Forza Italia, es uno de los puntos que habría tratado Berlusconi con Meloni: la sobrerrepresentación del partido de Salvini en la negociación. Un punto más de fricción que hace pensar que el futuro Gobierno nacerá con demasiados problemas.
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