Emilio Gentile, historiador experto en el fascismo, en una fotografía de 2014.Niccolò Caranti
La Marcha sobre Roma es uno de esos hitos negros pero, sobre todo, algo borrosos de la historia del siglo XX. No está clara ni la fecha exacta ni la propia sustancia del acto. Pero la versión oficial dice que aquella cabalgata de camisas negras se produjo hace ahora un siglo exacto. Y que, visto con perspectiva, su llegada a la capital de Italia fue el momento en el que puede darse por inaugurada la era fascista en Italia, el momento en el que convergieron la sublevación y la negociación política que auparon al dictador Benito Mussolini al poder. Un advenimiento que la izquierda y la población en general subestimaron.
Un grupo de escuadrones de militares, pandilleros violentos e idealistas de tercera división decidieron marchar hacia la capital de Italia para consolidar lo que en varias regiones era ya una realidad. Un régimen autoritario y violento que imponía unas consignas políticas nacidas de una premisa desviada del socialismo. Un hombre bajito, calvo y de mentón pronunciado llegó a Roma, dos días después de que lo hicieran sus acólitos, tumbado cómodamente en su vagón cama. Fue ahí, más o menos, cuando entendió que no habría resistencia y que el rey de Italia no firmaría el estado de sitio.
Benito Mussolini, durante la proclamación del “Imperio italiano” el 9 de mayo de 1936 en Roma.
Este viernes se cumple un siglo de aquella Marcha sobre Roma. Y es difícil no mirar de reojo la actualidad italiana, donde Giorgia Meloni, líder de Hermanos de Italia, un partido nacido de los rescoldos del posfacismo, se dispone a comenzar una nueva era política. ¿Paralelismos? ¿Peligros? Emilio Gentile (Bojano, 76 años), el mayor experto en el fascismo, cree que son inexistentes. Es más, buscarlos, como hizo Umberto Ecco con aquel Fascismo eterno, sería un disparate histórico.
Pregunta. ¿Qué fue la Marcha de Roma? ¿Una sublevación, un golpe de Estado, una manifestación?
Respuesta. Fue una táctica que unió la amenaza de la insurrección institucional con las negociaciones políticas que Mussolini condujo con los viejos exponentes de la clase liberal como Francesco Saverio Nitti, [Vittorio Emanuele] Orlando, [Antonio] Salandra, [Giovanni] Giolitti y el mismo [Luigi] Facta, presidente del Consejo [de Ministros]. Fue una insurrección sucedida entre el 26 y el 27 de octubre de 1922 en las regiones donde el fascismo desde hacía ya dos años mandaba de forma arbitraria y dictatorial. La iniciativa de la Marcha nació a finales de agosto, cuando tuvieron conciencia de que el fascismo, después de destruir a la organización socialista, se arriesgaba a terminar disgregado si no conquistaba el poder. Más que una Marcha sobre Roma, fue un chantaje a Roma con una posible insurrección que había comenzado en algunas provincias.
Únete para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete
P. Entonces no hubo marcha.
R. No, ni siquiera el día 28. Porque los fascistas fueron arrestados por el general [Emanuele] Pugliese, comandante de la división del ejército en la capital, después de interrumpir las vías del tren. Pero cuando la mañana del 28 el rey [Víctor Manuel III] no firmó el estado de sitio, esa defensa armada no tenía ya necesidad de existir, y el monarca confirió el encargo de gobierno a Mussolini. Fue una solución para evitar la insurrección y una guerra civil. Y ese fue el final del chantaje. La mañana del 30, Mussolini llegó a Roma en un vagón cama y solo esa tarde los escuadrones fascistas pudieron desfilar pacíficamente en la capital. Aunque luego se produjeron muchas agresiones y asesinatos a antifascistas.
P. ¿Cuánto apoyo popular obtuvo ese movimiento?
R. Ninguno, el pueblo permaneció pasivo. Los trabajadores organizados por los comunistas y los socialistas no hicieron nada por parar la Marcha. No se la tomaron en serio, y el órgano del Partido Comunista, después de que 40.000 fascistas se concentraran en Nápoles el 24 de octubre, escribió un artículo hablando de “final de farsa”. Nadie se lo tomó en serio.
P. ¿Se subestimó la amenaza del fascismo?
R. Nadie tomó en serio el fascismo. Incluso después de llegar al poder con la violencia, después de que Mussolini prometiese el orden de la ley, los jefes socialistas seguían pensando que el fascismo duraría solo algunos meses. Que no podría aguantar el peso de una gran nación que tras la Primera Guerra Mundial era la cuarta potencia. En el tratado de paz de París, los italianos estaban con los franceses, los estadounidenses y los británicos decidiendo el destino del mundo.
P. ¿Qué responsabilidad tuvo la prensa?
R. Los periódicos antifascistas escribieron que el fascismo no sería capaz de llegar al poder o no resistiría a los problemas que se presentarían. La prensa conservadora condenó la violencia de los escuadrones y era contraria a la insurrección. De hecho, cuando Mussolini recibió el encargo [de formar gobierno], los extremistas quisieron quemar Il Corriere della Sera. La Stampa, el periódico de Turín, era decididamente antifascista y previó que si llegaba al poder destruiría el Estado liberal. Como sucedió.
P. Si el Estado hubiera resistido, ¿hablaríamos hoy de una guerra civil?
R. No lo podemos saber. Había un riesgo muy alto, porque para el ejército italiano habría sido difícil abrir fuego contra una banda de militares y generales. El riesgo de la guerra civil estaba ahí.
Fascistas queman libros tras su entrada en Roma. Bettmann (Bettmann Archive)
P. Este viernes se celebran 100 años de la Marcha sobre Roma. Es inevitable pensar en que Giorgia Meloni, descendiente de un partido posfascista, acaba de tomar posesión de su cargo. ¿Se puede hacer alguna comparación con aquel periodo?
R. No. Las comparaciones no valen nada. La historia es siempre distinta y nadie puede saber cómo irá la que ha comenzado el 25 de septiembre, como tampoco sabían cómo terminaría la de aquel 28 de octubre.
P. El hecho de que Meloni se viera obligada a renegar del fascismo en el Parlamento el día de la investidura, ¿no es relevante?
R. Eso ya lo hizo Alianza Nacional [precursor de Hermanos de Italia] en el congreso de Fiuggi hace más de 20 años. Y estos descendientes del partido neofascista han estado ya en los Gobiernos de [Silvio] Berlusconi. Eso no es una novedad. La novedad es que una joven mujer de 45 años que procede de aquella ala política es hoy presidente del Consejo [de Ministros] con el voto de siete millones de italianos, la aprobación de la mayoría del Parlamento y la bendición del presidente de la República. Y, además, ha jurado fidelidad a la Constitución antifascista. Eso son los hechos. Las comparaciones no valen nada.
P. ¿Es una buena noticia que una persona crecida en el posfascismo haya jurado una Constitución antifascista?
R. Yo sostengo que desde 1946, cuando nace el Movimiento Social Italiano, la república antifascista mostró su fuerza porque dejó vivir a ese partido, que llegó a ser el cuarto, y se transformó y llegó al gobierno. El antifascismo venció definitivamente el 25 de abril de 1945. Todos los problemas que ha tenido la República Italiana han sido en gran medida por los defectos de la democracia, no por los asaltos del fascismo. Y espero que continúe así. Si los que tenían nostalgia del fascismo hoy juran fidelidad a una Constitución antifascista, se puede esperar que sea un progreso y una victoria de la República antifascista. Pero el futuro es imprevisible.
P. ¿El antifascismo tiene sentido hoy?
R. Hoy se identifica con la democracia y coincide con la Constitución y la libertad que la presidente Meloni ha declarado que respetará.
P. ¿Podemos estar subestimando el problema, como usted cuenta que sucedió con el fascismo aquel 28 de octubre de hace un siglo?
R. Siempre se subestiman los problemas que no conocemos. Lo hemos hecho con el peligro de quedarnos sin gas, o de que la guerra fuese todavía posible en Europa, o el peligro de que el aumento de las desigualdades sociales provocasen movimientos de masas peligrosos para la democracia. Si siempre valorásemos de manera realista lo que sucede, quizá no existiría la Historia.
P. ¿Usted piensa que el fascismo puede volver con otro aspecto, como sostenía Umberto Ecco en su Fascismo eterno?
R. Es un disparate enorme. En la historia nada es eterno. Y si el fascismo lo fuese, querría decir que ha ganado y seguirá haciéndolo. Lamentablemente, ese fue un gran disparate para un gran intelectual como Ecco. Si fuera eterno, el fascismo sería Dios.
P. ¿La historia es útil para analizar los fenómenos actuales?
R. Sirve para corregir errores, pero no para predecir el futuro.
P. Cuando ve que el presidente del Senado se llama Ignazio Benito [La Russa], no por casualidad, su historia como admirador del fascismo… ¿Qué le parece?
R. La democracia no siempre es buena, también esto es el resultado que trae. La de EE UU hasta 1865 fue racista y esclavista. Y sigue siendo racista. No siempre la democracia produce cosas buenas.
Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.