El Gobierno de Nicolás Maduro y la oposición venezolana volverán a explorar una vía de diálogo en México. Las delegaciones ultiman estos días los detalles para comenzar de nuevo una negociación bajo el auspicio de Noruega y el Ejecutivo de Andrés Manuel López Obrador, según han confirmado fuentes conocedoras del proceso. El propósito central de la ronda de conversaciones es preparar el terreno para las elecciones presidenciales previstas para 2024 y acordar unos comicios con garantías. Se trata del segundo acercamiento que se ensaya en México después de que el año pasado la mesa quedara interrumpida repentinamente tras la extradición a Estados Unidos de Alex Saab, acusado por Washington de ser testaferro de Maduro.
Entonces el chavismo abandonó las reuniones para tratar de presionar a la Administración de Joe Biden, pero las misiones de negociadores ya habían definido una agenda de siete prioridades que incluían la búsqueda de “garantías electorales para todos y cronograma electoral para elecciones observables”. Igual que entonces, las delegaciones estarán encabezadas por dos políticos veteranos: Jorge Rodríguez, presidente de la Asamblea Nacional, encabezará el bloque oficialista y Gerardo Blyde hablará en nombre de la oposición mayoritaria. El diplomático Dag Nylander, director del Centro noruego para la resolución de conflictos, será uno de los encargados de acompañar las conversaciones.
A los preparativos discretos se ha sumado, además, este martes un pronunciamiento más oficial, recogido en la declaración conjunta firmada por el propio Maduro y el presidente de Colombia, Gustavo Petro, en su primer encuentro desde el restablecimiento de las relaciones entre Bogotá y Caracas. El documento da casi por sentado que habrá una ronda de conversaciones al expresar “el mayor de los éxitos en la reanudación de la mesa de diálogo”, para la que también el Gobierno colombiano ofrece su apoyo. Y se espera, según las fuentes consultadas, que pese a no tener una participación directa el país andino desempeñe un papel importante como garante de los posibles acuerdos. Petro ya ha promovido el regreso del Gobierno chavista al sistema interamericano de derechos humanos (la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte IDH) y Estados Unidos vio en el mandatario colombiano, que reabrió la frontera después de años de guerra fría, un interlocutor válido para convencer a Maduro de la necesidad de una negociación con las fuerzas opositoras.
El camino diplomático que ha propiciado los contactos pasa precisamente por la Casa Blanca y el Departamento de Estado. El clima de flexibilización de las sanciones económicas tras casi cinco años de escalada, las nuevas concesiones a Chevron y el intercambio de dos sobrinos de la esposa de Maduro, Cilia Flores, condenados por narcotráfico por un grupo de estadounidenses presos en Venezuela se enmarcan en ese contexto. Y la salida de la grave crisis social y política en la que está sumido el país caribeño es una de las prioridades de Estados Unidos en América Latina.
El primer paso de la nueva mesa será, como en otras ocasiones, un acuerdo básico sobre las reglas del juego de las negociaciones y después comenzará la fase de definición del calendario y los temas centrales. Sin embargo, todos los intentos fallidos para que el Gobierno y la oposición se pusieran de acuerdo, especialmente en materia electoral, anticipan un proceso muy delicado y complejo. Ocurrió primero en 2016 en el diálogo promovido por el Vaticano y más tarde en República Dominicana o en Barbados, en pleno auge de Juan Guaidó, quien ahora afronta una etapa de evidente declive. Y de nuevo en Ciudad de México, donde el año pasado las partes parecían haber despejado una vía para un principio de entendimiento. Los actores implicados vuelven ahora a intentarlo.
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