Volodímir Zelenski, este lunes en Kiev.PRESIDENCIA DE UCRANIA
El presidente de Ucrania no se fía de los rusos y no piensa vender la piel del oso antes de cazarlo. Volodímir Zelenski ha querido echar el freno al triunfalismo y pide extremar la cautela después de que el Kremlin anunciara este miércoles que se retiran de la ciudad de Jersón y de la margen occidental del río Dniéper. “El enemigo no nos hace regalos”, señaló en la noche del miércoles en su alocución diaria. En medio de cierto clima popular de victoria y con la mayoría de analistas destacando que el repliegue ruso supone una importante victoria para Kiev, el mandatario y el equipo que le rodea quieren evitar posibles pasos en falso.
Pese a todo, son conscientes de que un repliegue de las tropas del Kremlin significaría un avance importantísimo para ganar una de las batallas clave de esta guerra. “Hoy en día hay mucha alegría en el espacio de la información, y está claro por qué. Pero nuestras emociones siempre deben ser restringidas durante la guerra”, fueron sus primeras palabras.
El presidente suele dejar en manos de los militares los comentarios sobre la estrategia y la situación más técnica en los puntos del frente de batalla. Esta vez no ha sido una excepción. “Definitivamente no alimentaré al enemigo con todos los detalles de nuestras operaciones. Ya sea en el sur, en el este, o en cualquier otro lugar. Cuando obtengamos un resultado, todos podrán verlo. Seguro”, comentó sentado en su despacho y ataviado con su ya tradicional camiseta de manga corta de color caqui, en una intervención de cinco minutos. “Tal vez no suene como lo que todos esperan ahora, tal vez no suene como en las noticias”, añadió Zelenski.
Pese a todo, el presidente ucranio defendió la manera en que sus soldados están presionando al enemigo e, interpretó, que si dan marcha atrás es por algo. “El enemigo no nos hace regalos, no realiza gestos de buena voluntad”, aseguró. Y volvió a poner sobre la mesa la necesidad de no adelantar acontecimientos ni cantar victoria: “Por eso nos movemos con mucho cuidado, sin emociones, sin riesgos innecesarios. En el interés de la liberación de toda nuestra tierra y para que haya la menor cantidad de pérdidas posible”.
Con el frente de Jersón a flor de piel, el presidente de Ucrania lanzó también un mensaje directo “a todos los que están tomando las decisiones al respecto en Moscú” y les advirtió de que “volar la central hidroeléctrica de Kajovka, inundar nuestra tierra y dejar la central nuclear de Zaporiyia sin agua significará que están declarando la guerra al mundo entero”.
Cuando hace dos meses el Ejército ucranio emprendió una exitosa contraofensiva en la región de Járkov, en el noreste, las autoridades de Kiev ocultaron ese movimiento durante los primeros días. Es más, en una maniobra de despiste, según algunos analistas, hicieron ver que su principal objetivo iba a ser reforzar el frente de Jersón, en el sur del país. Las tropas locales recuperaron casi de forma íntegra Járkov y se situaron a las puertas de la región de Lugansk, casi dominada en su totalidad por los invasores. Pero desde hace más de un mes, en ese frente apenas ha habido cambios de importancia en las posiciones de unos y otros.
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Donde sí las ha habido ha sido en la margen occidental del río Dniéper, por donde los militares ucranios han ido descendiendo hacia Jersón en las últimas semanas. Muchos se han preparado para un combate cuerpo a cuerpo por las calles de una ciudad que, supuestamente era un tesoro para los planes de Putin de ocupar y anexionarse de forma ilegal una parte importante de Ucrania.
El anuncio de la retirada es interpretado, a falta de que finalmente se complete, como otro aldabonazo más de Kiev en el orgullo del que es calificado como el segundo Ejército del mundo. Los rusos ya se tuvieron que retirar a principios de abril de los alrededores de la capital ucrania, su principal objetivo al comienzo de la invasión. Tampoco lograron afianzar sus posiciones en el casco urbano de Járkov, segunda urbe del país, y en cuya región homónima sufrieron una sonada derrota en septiembre. Y ahora, Jersón, la única capital regional que habían logrado ocupar durante la presente invasión, pues las orientales Lugansk y Donetsk, en guerra desde 2014, ya se hallaban bajo su control con anterioridad.
Ciudad estratégica
En una dialéctica fuera de lo normal, el jefe de las tropas rusas en Ucrania, Serguéi Surovikin, anunció este miércoles que optaban por dar marcha atrás para salvar las vidas de sus hombres y mantener su capacidad de combate. La noticia supuso un bombazo en las redes sociales y saltó de inmediato a los medios de comunicación de todo el mundo. Ese paso atrás recibió, además, el visto bueno del mismísimo ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, uno de los personajes clave de esta guerra y uno de los halcones que rodea al presidente Vladímir Putin.
En las últimas semanas Zelenski había llamado a los habitantes de Jersón a la resistencia, como también ha hecho en algunas ocasiones anteriores a los ucranios que viven bajo ocupación en otras zonas de la antigua república soviética. Les aseguró, en un mensaje lanzado también a los rusos y al resto del mundo, que la bandera nacional amarilla y azul volvería a ondear allí. Pero al mismo tiempo desconfiaba de posibles retiradas que consideraba un engaño o una trampa para atraer a sus tropas a la boca del lobo. Así ocurrió cuando, el viernes pasado, corrió como la pólvora la noticia de que la enseña nacional rusa había dejado de lucir en lo alto del edificio de la administración local de esa ciudad.
Jersón ocupa un lugar estratégico en la desembocadura del río Dniéper, que divide en dos Ucrania. Su importancia estriba en su proximidad a la península de Crimea, que los rusos ocupan ilegalmente desde 2014, y porque con esta retirada ya no quedan tropas invasoras al oeste del río. Jersón es también puerta de acceso al lugar en el que se encuentra la central nuclear de la vecina región de Zaporiyia, la mayor de Europa y también en manos rusas desde los primeros días de la invasión. Esas instalaciones, constante escenario de combates a lo largo de estos más de ocho meses, son otro enclave esencial en la guerra que se desarrolla en el sur de Ucrania.
El pasado 30 de septiembre, Putin anunció triunfal la anexión de cuatro regiones de Ucrania: Lugansk, Donetsk, Zaporiya y Jersón. Las autoridades de ocupación habían organizado allí en los días anteriores unos referendos ilegales para justificar esos planes. Nadie apoyó los pasos del presidente ruso. Ni uno de sus aliados ha dado marchamo de oficialidad a su estrategia. Es más, su propio Gobierno, solo 40 días después, recoge sus tanques y se marcha de un territorio que, supuestamente, es ruso.
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