Diógenes Laercio ha sido uno de los más importantes historiadores griegos de la filosofía clásica, nacido en el siglo III d.C, en el reinado de Alejandro Severo. Es considerado como un gran doxógrafo, o lo que es lo mismo, un autor, que sin tener una filosofía especialmente original, donde por el medio escrito se puede leer la biografía, anécdotas, opiniones y contenidos teóricos de los personajes que consideraba ilustres. .
Laercio recopiló muchos datos, pero en ocasiones con poco rigor filosófico
La gran riqueza y número de datos que transmitió en su obra se ven ensombrecidos en algunos casos por esa falta de rigor en lo filosófico. De él se desconoció su filiación intelectual, en ocasiones se le consideró cristiano, aunque lo más seguro es que fuera perteneciente a la escuela epicúrea.
De su vida se ignora la mayor parte, en el caso del epíteto Laercio, es probable que fuera al ser locativo de Laerte, Cilicia, pero puede que perteneciese a la familia romana de los Laercio.
Destacó por los diez tomos de sus vidas, sentencias y opiniones de los filósofos más famosos, que está conservada en su práctica totalidad. En este sentido Las Vidas son documento de gran valor sobre la filosofía en los años de la época clásica, donde aparecen biografías, doctrinas sumarias y fragmentos de la filosofía griega.
Ante nosotros pasan desde los presocráticos hasta Sexto Empírico. En ocasiones hay informaciones que no estaban contrastadas o simples cotilleos. Su meticulosidad era grande, pero parece que no era muy dado a filtrar demasiado de donde provenían las opiniones.
Las Vidas y su importancia
Debemos saber que Las Vidas están divididas en dos partes diferenciadas, una es sobre la escuela a la que Diógenes llamaba jónica y la otra era de la italiana. En el caso de la primera comenzaba con Anaximandro y se hablaba de las diferentes escuelas socráticas hasta llegar a Clitómaco, Teofrasto y Crisipo.
La segunda comenzaba por Pitágoras y llegaba hasta Epicuro, incluyendo a los eleatas y escépticos. Destacamos el último tratado que se dedicaba de forma íntegra a Epicuro, transcribiendo tres cartas, una iba dirigida a Heródoto, otra a Pitocles y la última a Meneceo.
Hay mucho que agradecerle, hasta el punto que es comprensible que se le «perdonen» algunos fallos de exactitud. No tendríamos tantos conocimientos sobre Filosofía en su periodo clásico de no ser por él. Todo ello hace que Diógenes Laercio escriba su nombre destacada en la historia y con evidente merecimiento.
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