Fuerzas de seguridad brasileñas, el sábado en la zona de Brasilia donde fue hallado el artefacto explosivo.ADRIANO MACHADO (REUTERS)
La policía brasileña detuvo en Nochebuena a un simpatizante del presidente Jair Bolsonaro por intentar hacer explotar un camión cargado de combustible cerca del aeropuerto de Brasilia. El hombre frecuentaba el campamento instalado desde hace semanas frente a la sede del Ejército, donde decenas de bolsonaristas radicales piden a los militares una intervención para evitar que el presidente electo Luiz Inácio Lula da Silva acceda al poder. La detención se produce a una semana de la toma de posesión del 1 de enero, cuando Brasilia se blindará para recibir a decenas de jefes de Estado y a una multitud que pretende festejar el regreso de la izquierda al poder.
El día 24, el conductor del camión llamó a la policía cuando se dio cuenta de que había una caja sospechosa junto a su vehículo. Los agentes acordonaron la zona y encontraron dinamita con un temporizador. Aunque hubo dos pequeñas explosiones, no se registraron daños de gravedad. El artefacto fue desactivado por el escuadrón antibombas y pocas horas después se detuvo al autor del atentado frustrado, que confesó sus intenciones. “Quería causar el caos. Su objetivo era llamar la atención justamente hacia ese movimiento en el que están empeñados”, explicó en conversación con periodistas el comisario general de la Policía Civil del Distrito Federal, Robson Cândido. Según la investigación, la idea inicial era colocar el explosivo cerca de un poste, para dañar la distribución eléctrica en toda la ciudad, pero en el último momento decidieron colocar la caja junto al camión, que estaba cargado con queroseno para abastecer aviones.
El hombre arrestado, identificado como George Sousa, es un empresario del Estado de Pará (a más de 1.900 kilómetros al norte de Brasilia) y se desplazó a la capital en los últimos meses para participar de los movimientos golpistas que cuestionan el resultado de las elecciones. Compartía un apartamento alquilado con otros involucrados en el crimen. En el inmueble, la policía encontró un auténtico arsenal: dos espingardas, un fusil, dos revólveres, tres pistolas, cientos de municiones y uniformes de camuflaje, además de cinco mezclas explosivas.
“Las autoridades policiales, en Brasilia, tomaremos todas las medidas para detener a cualquiera que atente contra el Estado Democrático de Derecho, principalmente con amenazas, y ahora, con bombas. Es algo que nunca existió en Brasilia y no lo vamos a permitir”, prometió el comisario. La policía también se sorprendió con la violencia en la normalmente apacible capital brasileña el pasado 12 de diciembre. Ese día, la justicia electoral otorgaba a Lula el diploma que le reconocía como presidente con todas las de la ley. Por la noche, decenas de bolsonaristas quemaron coches y autobuses e intentaron invadir la sede central de la Policía Federal. A pesar de los graves actos de vandalismo, no hubo detenidos.
Tras la noticia de la bomba en las cercanías del aeropuerto, el futuro ministro de Justicia, Flávio Dino, dejó entrever en las redes sociales que el nuevo Gobierno no será tan tolerante con las protestas de la extrema derecha. “Los graves acontecimientos de ayer en Brasilia comprueban que los supuestos campamentos ‘patriotas’ se convirtieron en incubadoras de terroristas. Se están tomando medidas y serán ampliadas, con la velocidad posible”, prometió.
La alarma en Brasilia se da a pocos días de la toma de posesión de Lula, un momento especialmente delicado. La previsión es que más de 300.000 personas llegadas desde todo Brasil asistan a la ceremonia, que contará con la presencia de al menos 17 jefes de Estado, una cifra récord, además de decenas de representantes de otros países.
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