El papa Benedicto XVI habla con la canciller alemana, Angela Merkel, en Múnich en septiembre de 2006.POOL (REUTERS)
La muerte de Benedicto XVI, el primer Papa de habla alemana de la era moderna, ha generado en su país un alud de mensajes de condolencia y de reconocimiento a su figura como teólogo y responsable de dar forma a la Iglesia católica de las últimas décadas. Pero la comunidad católica alemana, que en 2005 celebró con entusiasmo la elección del cardenal Joseph Ratzinger, tiene también muy presente el escándalo de los abusos en el clero en el que se vio envuelto durante su papado y, personalmente, casi al final de su vida. Su papel en la mayor crisis que ha vivido la Iglesia católica proyecta sombras sobre su legado.
Las portadas del sensacionalista Bild, el diario más leído de Alemania, sirven como metáfora de ese paso del júbilo a la decepción en un país con una poderosa Iglesia católica que, aunque no deja de perder fieles, todavía tiene más de 23 millones de miembros. “Somos Papa”, tituló cuando se conoció que Ratzinger ocuparía la silla de San Pedro, apropiándose de su figura: “Nuestro Joseph Ratzinger será Benedicto XVI”. Casi 17 años después, tras salir a la luz el escándalo de su presunto encubrimiento de abusos sexuales en la archidiócesis de Múnich y Frisinga, el periódico tiró del octavo mandamiento para lanzarle un dardo: “¡No mentirás!”.
Portada del diario alemán Bild de 2005 cuando Joseph Ratzinger fue elegido Papa.
Nacido en 1927 en Marktl am Inn, en Baviera, en una familia muy religiosa, Joseph Ratzinger entró en el seminario con 12 años en Traunstein, la localidad en la que entonces estaba destinado su padre, un alguacil contrario al nacionalsocialismo. Poco después ingresó en las juventudes hitlerianas, pero tal como recuerda su biógrafo, Peter Seewald, en la monumental obra de más de 1.100 páginas que retrata la vida de Benedicto XVI, entonces era obligatorio y todos sus compañeros pasaron por la Hitlerjugend. Del mismo modo que después, en 1943, todos los seminaristas fueron movilizados. Él acabó destinado a una batería antiaérea, puesto del que huyó al año siguiente pese a que los desertores corrían el riesgo de ser fusilados.
Imagen de Joseph Ratzinger con el uniforme del Ejército alemán en 1943. KNA-Bild (REUTERS)
Tras pasar unos meses en un campo de prisioneros llegó a Múnich, donde completó Teología y Filosofía. Cuando participó en el Concilio Vaticano II como asesor, en 1962, ya era un conocido profesor y uno de los teólogos más influyentes de su generación. Si ya entonces destacó por ser uno de los protagonistas de tan destacado acontecimiento con solo 35 años, en 1977 hizo historia de nuevo cuando el papa Pablo VI lo ordenó arzobispo de Múnich y Frisinga y lo convirtió, a los 50, en el cardenal más joven de la Iglesia católica.
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El siguiente papa, el polaco Juan Pablo II, le llevó a Roma en 1982 como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cargo que ocupó durante 23 años. Como autoridad suprema en cuestiones de dogma, residía en el antiguo edificio de la Santa Inquisición. Durante su pontificado siguió el curso conservador de su predecesor. Se resistió a modernizar la Iglesia, lo que le granjeó críticas dentro y fuera de Alemania. Los tabloides ingleses le apodaban “el rottweiler de Dios”, pero también los medios alemanes le llamaban panzerkardinal, como se le conocía en Roma (Panzer significa tanque). En 2005 eligió el nombre de Benedicto XVI en homenaje a San Benedicto, impulsor de la vida monástica, y a Benedicto XV, el Papa que condenó la I Guerra Mundial como “el suicidio de la Europa civilizada”.
Su pontificado será recordado porque fue el primer Papa en más de 800 años que renunció, sin que hasta ahora se haya sabido con exactitud qué le empujó a tomar esa decisión. Su mandato de ocho años se vio ensombrecido por el caso Vatileaks y por el escándalo de los abusos sexuales en la Iglesia católica, que en Alemania estalló en 2010. Ese año Benedicto XVI fue el primer pontífice que se reunió con víctimas de abuso. Así lo recuerda el que fue su secretario personal en las últimas dos décadas, el también arzobispo alemán Georg Gänswein, en un obituario publicado este sábado: “El Papa escuchó en silencio y consoló los corazones atribulados de los afectados. Su mera presencia y sus lágrimas, que no pudo reprimir, valían más que las palabras”.
En 2022, cuando llevaba casi 10 años retirado de la vida pública y recluido en el convento Mater Ecclesiae, en los jardines vaticanos, estalló el último escándalo, que esta vez tenía que ver con su propio manejo de los casos de abusos durante su época como arzobispo de Múnich y Frisinga, entre 1977 y 1982. Un demoledor informe encargado por el Arzobispado de Múnich a un bufete de abogados le acusó de encubrir o de no haber actuado en cuatro casos de los 497 documentados entre 1945 y 2019. El más destacado es el de Peter H., un sacerdote trasladado a Múnich tras haber cometido abusos en su diócesis de Essen (oeste de Alemania). Benedicto XVI alegó en un primer momento no haber participado en la reunión en la que se trató el caso, pero después rectificó y atribuyó su primera declaración a “un error de transcripción”.
El propio presidente de la Conferencia Episcopal alemana, Georg Bätzing, le animó a pedir perdón y a reconocer el encubrimiento. Lo primero sí lo hizo, en una carta abierta en febrero pasado en la que pidió perdón a las víctimas subrayando la “profunda vergüenza” y el “profundo dolor” que sentía. También mostró estar dolido porque se le tildara de “mentiroso”. Siempre negó categóricamente las acusaciones de inacción, y en el caso de Peter H. defendió que desconocía que hubiera cometido abusos en su parroquia.
Los mandatarios alemanes ensalzaron la labor de Benedicto XVI, “el papa alemán”, sin pasar por alto lo polémico de su figura. El canciller, Olaf Scholz, dijo en una breve nota de condolencia este sábado que la noticia le llenaba de gran tristeza. El mundo, dijo, ha perdido “a una figura formativa de la Iglesia católica, una personalidad controvertida y un teólogo inteligente”. Angela Merkel, que fue canciller durante su pontificado y se reunió con él tanto en Roma como en Alemania, señaló que “la Iglesia católica, Alemania y el mundo han perdido a uno de los pensadores religiosos más controvertidos e importantes de este tiempo”. En uno de sus obituarios, el Frankfurter Allgemeine también se refiere así a él: “El teólogo controvertido”.
Bätzing se refirió este sábado a Benedicto XVI como “impresionante teólogo” y “pastor experimentado” y lamentó “la pérdida de una personalidad que dio esperanza y dirección a la Iglesia, incluso en tiempos difíciles”. Pero en su elegía también se hizo eco de la mancha de una brillante carrera en la Iglesia: “Pidió perdón a los afectados, pero quedaron preguntas sin respuesta”.
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