Solo ver la cara que tiene ya habría sido un logro, así que detenerlo es un éxito histórico. De Matteo Messina Denaro, arrestado este lunes en Palermo, no se sabía ni la cara que tenía, solo por retratos robot que iban actualizando. Y, como otras veces en la lucha contra la Mafia siciliana, al final ha aparecido un anciano de aspecto frágil e inofensivo, rodeado de militares armados hasta los dientes. Entre aplausos de la gente en la calle, como si arrestaran a un ogro malvado que asolaba la comarca. Es un personaje de leyenda, cuya captura supone para Italia y Sicilia quitarse de encima una losa colosal de 30 años de miedo y horror. Con la certeza de que se cierra, por fin, una época. La más sanguinaria de la historia de la Cosa Nostra. Ha caído el último gran capo de los Corleoneses.
Ciudadanos de Palermo felicitan a la policía por el arresto de Matteo Messina
Este clan, originario del pueblo de Corleone, dio una especie de golpe de Estado dentro de la mafia siciliana en los años ochenta y asesinó a toda la vieja guardia de las familias de capos de Palermo, más burguesa y con ínfulas aristócratas. Los Corleoneses de Totò Riina y Bernardo Provenzano eran brutales, arcaicos y con oscuras complicidades en la política italiana. En su delirio de poder, asesinaron a magistrados, policías, periodistas, políticos y a cientos de mafiosos rivales y sus familiares. Llegaron a enfrentarse al propio Estado en los años noventa, al considerar que en las altas esferas de la Democracia Cristiana, el partido hegemónico, se habían roto sus pactos de protección. Rompieron el juego los jueces Falcone y Borsellino, que por primera vez lograron llevar a la Cosa Nostra a los tribunales y condenar a más de 475 mafiosos. Estos dos héroes lo pagaron con la vida en 1992, el año más terrible, cuando la Mafia incluso se planteó volar la torre de Pisa y, de hecho, hizo estallar bombas en la galería de los Uffizi, en Florencia, y en iglesias de Roma. A partir de entonces comenzó su declive.
Messina Denaro era el último que quedaba libre de este grupo criminal, el que aún mantenía viva la llama de esa leyenda terrorífica. Y también el teórico poder de chantaje de los secretos inconfesables del Estado que custodiaba. Riina cayó justo hace 30 años, en 1993. Su sucesor, Provenzano, en 2006. Y ahora él. Después no se sabe quién viene, ni si hay alguien, ni quién manda realmente en la Cosa Nostra, ya muy fragmentada. Normalmente, estos vacíos de poder se ocupan rápido, pero los investigadores no ven figuras de tanto peso con un ascendente sobre toda la organización, sino jefecillos locales que no quieren líos. Es probable, además, que nadie quiera desempeñar ese papel, y el modelo del gran capo de tutti i capi y una pirámide mafiosa esté superado, ya no exista. Tras la captura de Riina y el resto de sus hombres más peligrosos (Bagarella, Brusca, los hermanos Graviano), la Mafia entró en una fase de invisibilidad, una forma de gestionar la derrota. Se acabaron las masacres, los tiros, y la prioridad eran los negocios. Hasta hoy. De hecho, ahora es la `Ndrangheta calabresa la mafia más temida y poderosa.
La importancia de Messina Denaro, además de la simbólica, radica en que es último custodio de los secretos de Corleoneses. Era el aliado más fiel de Riina, a quien idolatraba, y cuando le arrestaron fue quien pasó por su casa a llevarse sus papeles, porque en uno de tantos episodios inquietantes, nadie registró su casa en 18 días y las cámaras de vigilancia estuvieron apagadas. Por eso, ahora se abre una nueva fase, que ocupará a los magistrados y a la prensa italiana durante los próximos años, de responder a muchas preguntas. Probablemente, para agrandar más que resolver los misterios de la historia reciente de Italia. ¿Le ha protegido alguien estos años? ¿Cómo ha conseguido escapar siempre a la captura en numerosas operaciones en el último momento? ¿Qué sabe de las relaciones de altas esferas del Estado con los Corleoneses? ¿Han negociado y llegado a acuerdos? En estos años han caído cientos de detenidos de sus redes económicas y de protección, muchos de ellos familiares, y se han confiscado decenas de empresas, pero él siempre se libraba. Otra pregunta interesante es saber dónde ha estado todos estos años. En varias ocasiones se sospechó que se encontraba en el extranjero, por ejemplo, en España.
Su leyenda también nace de que era un capo muy anómalo. No es de Corleone, sino de Castelvetrano, en el oeste de la isla, y dentro del clan era de otra generación, más joven, nacido en 1962. Hijo del capo local, Don Ciccio, estaba con él en la clandestinidad cuando murió y dejó su cadáver en el campo perfectamente vestido para el funeral. Cada aniversario, le ponía una esquela en Il Giornale de Sicilia. Frente al capo austero tradicional, le gustaba divertirse, las discotecas, los cochazos, los videojuegos, se le conocen varios romances. Se cree que era inmensamente rico. Nunca pisó la cárcel. La salud ha sido su punto débil, y la clínica privada es un lugar clásico de las historias de mafiosos: todos los que llegan a viejos acaban pasando por ahí, es el momento en que tienen que salir de su escondrijo. Siempre tuvo problemas en los ojos —se operó en 1994 en una famosa clínica de Barcelona—, de ahí sus gafas de sol. Además, era ateo, algo insólito en la mafia, siempre mezclada con el folclore de santos y vírgenes, y en los escritos que se han encontrado tenía tendencia a filosofar de forma nihilista y a hablar de sí mismo, de sus sentimientos. Reflejan a alguien amargado (“no amo la vida”). Obviamente, todo con su punto megalómano. Por eso lo interesante es cómo va a interpretar su personaje a partir de ahora. En público, por primera vez.
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