Juguetes, en una zona donde los equipos de emergencia aún buscan desaparecidos en la ciudad de São Sebastião este miercoles.Andre Penner (AP)
Como si fuera una maldición bíblica, las lluvias torrenciales han vuelto a causar una tragedia en el verano brasileño. Al menos 48 personas fallecieron a parti del el domingo, cuando en dos días llovió en la zona de São Sebastião, en la costa del Estado de São Paulo, el equivalente a las precipitaciones de dos meses. Las autoridades aún buscan desaparecidos mientras los comentaristas aplauden la sintonía que exhiben para atender a los damnificados y rescatar a las víctimas el presidente, Luiz Inácio Lula da Silva, y el gobernador de São Paulo, Tarcisio de Freitas, el aliado de Bolsonaro con más poder territorial.
En unos tiempos tan polarizados como los actuales, que el Gobierno federal, liderado por el izquierdista Partido de los Trabajadores, y el de São Paulo, principal bastión bolsonarista, se hayan coordinado desde el primer momento ante una catástrofe se ha convertido en noticia. No fue así durante el mandato de Jair Bolsonaro, sobre todo durante la pandemia, cuando el entonces presidente convirtió en enemigos a gobernadores y alcaldes que apostaban por el confinamiento e impidió una estrategia coordinada para afrontar la pandemia por lo que el Senado pidió su procesamiento por genocidio. Hace un año Bolsonaro rechazó la oferta argentina de ayuda humanitaria para los afectados por otras lluvias torrenciales en el estado de Bahía. En el trasfondo, que era una oferta de un Gobierno alineado a la izquierda para un Estado gobernado por el PT.
Tanto el gobernador Freitas como el presidente Lula aterrizaron horas después de la tragedia en São Sebastião, el epicentro de la destrucción, ubicado a 200 kilómetros de São Paulo capital, para solidarizarse con los afectados. El presidente interrumpió por unas horas su descanso de Carnaval en una base naval de Bahía.
Miles de turistas brasileños habían viajado hasta estas pequeñas ciudades de la costa norte de São Paulo para disfrutar las fiestas de Carnaval y han estado atrapados casi sin agua ni alimentos en condiciones muy complicadas. Las fuertes tormentas también dañaron gravemente las carreteras de la zona.
Ambos políticos alabaron la presencia del otro. El gobernador Freitas, un antiguo militar que fue ministro y al que Bolsonaro lanzó como candidato en el Estado más rico de Brasil, declaró: “Necesitamos trabajar en régimen de cooperación” tras señalar que la presencia del presidente de la república traía a los paulistas “amparo y consuelo”. El propio Lula replicó en una tono similar: “La presencia del gobernador y del alcalde demuestra que es posible que ejerzamos nuestra función en democracia incluso cuando pensamos de manera distinta. El bien común del pueblo es mucho mayor que nuestras diferencias políticas”.
El presidente Lula y, a su derecha, el gobernador de São Paulo, Tarcisio de Freitas, en São Sebastião, este lunes.Presidência do Brasil
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Pese a los halagos de comentaristas y editoriales, tanto las palabras de Lula como de Freitas como las fotos de ambos sonrientes mostrando complicidad irritaron a los seguidores más ultras de uno y del otro.
Las lluvias torrenciales, además de llevarse por delante viviendas y otros edificios, dañaron gravemente algunas de las carreteras, complicando las tareas de rescate. Los más pudientes echaron mano de la cartera para organizar su propia evacuación en helicópteros privados llegados desde São Paulo. Familias con niños y mascotas pagaron miles de reales para regresar a su casa en aeronaves llegadas a la zona cero de la catástrofe con ayuda donada por particulares y empresas. El resto tuvo que emprender el viaje de vuelta por unas carreteras convertidas en barrizal en las que se cruzan con vehículos militares con los soldados desplegados para repararlas.
Como cada año ocurre por estas fechas en uno u otro punto de Brasil, unas lluvias extremadamente intensas causaron deslizamientos de tierras que arrasaron decenas de precarias viviendas. En pocas horas, cayeron como 600 litros por metro cuadrado. Decenas de personas fueron engullidas por el lodo.
Los fenómenos meteorológicos extremos son cada vez más frecuentes en Brasil, como suelen recordar los científicos que investigan el cambio climático. Y en Brasil el resultado suele ser a menudo letal porque unos cuatro millones de brasileños pobres viven en zonas consideradas oficialmente de alto riesgo porque no consiguen mudarse a áreas menos peligrosas.
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