Todos nosotros hemos visto en alguna que otra ocasión al afilador de cuchillos yendo por las calles con su bicicleta y gritando a viva voz: «¡Se afilan cuchillos, tijeras, herramientas!». La bicicleta está provista de una estructura que permite elevar la rueda trasera, de forma que el afilador pueda pedalear para hacer girar la piedra de amolar pero sin desplazarse. Por lo tanto, se trata de una profesión muy conocida, y tiene una historia interesante.
Historia de la profesión de afilador de cuchillos
Este oficio artesano nació en Orense (Galicia) en el siglo XVII, de ahí que esta ciudad se haya ganado el sobrenombre de «Terra de Chispas» con el paso de los años. Los comerciantes ambulantes, también conocidos como amoladores, iban de casa en casa afilando los instrumentos de corte de los vecinos. Podían pasarse varios meses viajando de un pueblo a otro.
No pasó mucho tiempo antes de que los afiladores salieran de Galicia para recorrer toda España dando a conocer su trabajo. Al principio ellos mismos trasladaban la rueda de afilar, y más adelante empezaron a arrastrarla con un carro de madera.
En aquella época los afiladores eran figuras muy importantes. Nada se tiraba y todo se arreglaba, así que, además de afilar cuchillos, navajas y tijeras, también se dedicaban a arreglar pucheros, sartenes y otros instrumentos de cocina cuando se agujereaban por el uso y el paso del tiempo.
Por supuesto, la técnica de los primeros artesanos era mucho más primitiva que la de los afiladores actuales. Lo que hacían era frotar una plancha de hierro sobre la rueda mientras giraba, provocando un sonido muy chirriante.
Con el paso de los años, los carros de madera se transformaron en bicicletas y, más adelante, en motocicletas. El de afilador de cuchillos se considera un oficio artesano que requiere de gran precisión y destreza.
En la novela ‘La Corte de Carlos IV’ de Benito Perez Galdós incluso se hace referencia a los afiladores: «Pacorro Chinitas, el amolador, personaje que tenía establecida su portátil industria en la esquina de nuestra calle. Me parece que aún estoy viendo la piedra de afilar que en sus rápidas evoluciones despedía por la tangente, al contacto del acero, una corriente de veloces chispas, semejantes a la cola de un pequeño cometa».
Poco a poco esta profesión está quedando en el olvido. En el mercado ya se pueden encontrar aparatos electrónicos para afilar la hoja de los cuchillos y tijeras en casa.
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