Alfredo del Mazo, un eslabón de dos dinastías


Alfredo del Mazo, de 43 años y aspecto de golden boy, es el último eslabón de dos dinastías: la del PRI, la formación política sin la que no se entiende México y la de su familia, capital en el relato del Estado de México, el más poblado del país, donde el partido tricolor, gracias a su victoria, ha gobernado ininterrumpidamente nueve décadas, en tres ocasiones por un Del Mazo.

Ni las acusaciones de fraude ni los evidentes signos de desgaste del PRI impidieron que el primo del entonces presidente, Enrique Peña Nieto, lograse la victoria en junio de 2017. Un triunfo que, sin embargo, se puede considerar el preludio del derrumbe de la formación un año después. El final del sexenio de Peña Nieto, con el país sumido en unos niveles de violencia desorbitados y marcado por la galopante corrupción e impunidad, conllevó un varapalo mayúsculo para el PRI en las elecciones ganadas por Andrés Manuel López Obrador. El horizonte y la trascendencia política de Del Mazo, a quien se le considera más un gestor que un político carismático, van pues más allá del Estado de México y lo sitúan como una de las esperanzas para relanzar el PRI. No obstante, si de algo no ha logrado despojarse el actual gobernador del Estado de México es de la sombra de la corrupción que ha azotado al PRI enlos últimos años.

El apellido Del Mazo acompaña a decenas de calles, escuelas o bibliotecas por todo el Estado de México, con17 millones de habitantes, entre ellos cinco millones de estudiantes. Un Estado con un peso político capital, en la medida en que su padrón electoral supera las oncemillones de personas.

El abuelo del actual gobernador, Alfredo del Mazo Vélez, presidió el Edomex, como se conoce coloquialmente al Estado, entre 1945 y 1951. Junto a su antecesor, Isidro Fabela, está considerado uno de los artífices de la instauración de una suerte de nueva clase política en el Estado, que trató de alejarse del caciquismo anterior y creó una élite ha aún perdura en el poder. 30 años después, en 1981, su hijo Alfredo Hilario Isidro del Mazo, logró, durante el Gobierno de López Portillo, alcanzar la gobernación del Estado de México. El mandatario chocó con la élite que había gobernado anteriormente y que encabezaba Carlos Hank, líder del Grupo Atlacomulco, omnipresente en el imaginario de los mexicanos a la hora de hablar del Edomex y el PRI. Del Mazo no terminó el mandato. El presidente Miguel de la Madrid, que se llegó a referir a él como “el hermano menor que nunca tuve”, lo nombró secretario de Energía.

Otras tres décadas después, de nuevo un Del Mazo llegó a gobernar el Estado de México, una de las entidades con los niveles más altos de feminicidios del país y donde la violencia crece sin freno. “Los cambios en el Estado de México los puedo dar yo”, aseguraba antes de la elección a este diario, en referencia a la necesidad de revertir la degradación y pese a que su antecesor, Eruviel Ávila, era un político también del PRI, que había vencido seis años antes con 30 puntos de diferencia sobre su rival.

La victoria de Del Mazo fue pírrica, tres puntos -160.000 votos- sacó a Delfina Gómez, que no solo era la canditada de Morena, el partido de López Obrador, sino la antítesis del dirigente priista. Maestra de escuela, hija de un albañil, ya había ganado para el partido de izquierda una diputación federal y la alcaldía de Texcoco, una zona de clase media baja al oriente de Ciudad de México. Gómez contrastaba con la trayectoriua de Del Mazo, de tez blanca, exfuncionario en el gobierno federal y estatal, también diputado federal y alcalde por Huixquilucan (2009-2012), la zona de clase media alta del Estado.

El mandato de Del Mazo está marcado por el triunfo, un año después del suyo, de López Obrador. La relación del gobernador del Estado más poderoso con el presidente es, al menos en apariencia, fructífera después de superar algunos sobresaltos. El mandatario mexicano acusó, desde la misma noche electoral, a Del Mazo de haber hecho fraude para imponerse en 2017. Al poco de llegar a Palacio Nacional, López Obrador ofreció disculpas a la familia del goberador por vincular al padre de este con la construcción del aeropuerto de Texcoco, que el presidente ha cancelado. “No queremos difamar a nadie”, dijo tras reunirse con Del Mazo, uno de los gobernadores presentes en el mitin del pasado 1 de julio, en el que López Obrador esgrimió su particular visión de los logros alcanzados un año después de su victoria.


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