México, como la mayoría de países industrializados, cerrará 2019 con su economía inmersa en una severa ralentización, con el empleo formal estancado y la inversión en fase declinante. El crecimiento en el país norteamericano, según reconoció este domingo la Secretaría de Hacienda en su Paquete Económico, echará el telón en el entorno del 1%, frente al 2% de media con el que el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador construyó sus previsiones de ingresos para el ejercicio en curso. En 2020, casi con toda seguridad, la historia se repetirá: a un año vista parece muy complicado que la economía mexicana pueda recuperarse y crecer entre el 1,5% y el 2,5%, como pronostica el Ejecutivo. Una cifra que, aunque en línea con la del Banco de México –“también optimista”, apostilla Carlos Serrano, economista jefe de BBVA en el país norteamericano- muy superior a la de la media del sector privado (1,4%) y que excede en dos décimas a la mejor de los 25 principales bancos y casas de análisis mexicanas (1,8%, del propio BBVA y de BX+).
La herencia de 2019 -un año para el que el propio Gobierno esperaba un crecimiento idéntico, de entre el 1,5% y el 2,5%- será un escenario de atonía económica en un país, México, con unas posibilidades inmensas, unos recursos notables, una posición geográfica envidiable y una estructura poblacional favorable, condiciones que configuran un potencial de largo plazo mucho mayor de lo demostrado en la última década. El propio López Obrador prometió en campaña que el crecimiento rondaría el 4%, pero -ni en unas previsiones que la mayor parte de analistas creen que se irán largas- esa expansión ni está ni se le espera a corto y medio plazo. “Ni siquiera deberíamos estar contentos con una expansión de entre el 1,5% y el 2,5%, pero no creo que lleguemos a ese nivel”, subraya Juan Carlos Moreno Brid, profesor de Economía de la UNAM.
“El escenario macroeconómico del Gobierno para 2020 es demasiado optimista”, opina José Luis de la Cruz, director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC). El antecedente inmediato, agrega, es el año en curso: en el primer semestre -cuando bordeó la recesión- la economía creció un 0,2%, con lo que, para cumplir con la previsión gubernamental para el cierre del ejercicio, la economía debería crecer entre el 1% y el 2% en la segunda mitad. “Por el contrario, los indicadores adelantados apuntan a una desaceleración mayor”.
Contraste con EE UU
Las buenas cifras de crecimiento que prevé el Gobierno contrastan con la ralentización que las propias autoridades mexicanas reconocen para Estados Unidos, la economía a la que más imbricada está y que Hacienda admite que pasará de crecer el 2,4% a hacerlo el 1,8%. También con la herencia de desaceleración que dejará un cierre de 2019 que, se mire por donde se mire, se presenta convulso, con una guerra comercial en marcha entre las dos mayores potencias del planeta, las principales economías europeas y latinoamericanas a medio gas, los tipos de interés por los suelos en medio mundo y escaso apetito de los inversores por activos de riesgo.
“Tal como está el crecimiento mundial, con el comercio y las manufacturas desacelerándose”, agrega Serrano, “habría sido mucho más prudente y una mejor práctica tomar” el rango bajo del Banxico -el 1,5%-, como punto medio para calcular los ingresos en lugar del 2%. El jefe de análisis de BBVA en México también ve “sobreestimada” la producción petrolera, que el Gobierno proyecta que quedará cerca del umbral de los dos millones de barriles diarios, un nivel perdido hace justo dos años. “Sin embargo, con un superávit del 0,7% no creo que ninguna de las dos cosas termine en un problema fiscal”, completa, incidiendo en que el Presupuesto ha sido “bien recibido por los mercados”. El peso cotizaba a media mañana en tablas con el dólar, tras recuperar la semana pasada parte del terreno perdido en el último mes. “Lo que sí se esperaría es que sea un Presupuesto dinámico: que si el crecimiento a mitad del año se desvía a la baja, se tomen medidas”.
La propia Secretaría de Hacienda admite en sus previsiones que el escenario internacional será complejo, “con unas condiciones comerciales y políticas actuales han mermado las perspectivas del crecimiento global y se tiende a una ralentización con ritmos de expansión heterogéneos y con menor probabilidad de que se disipe la incertidumbre”. Pero esa asunción “no se ve reflejada” en sus propias proyecciones de crecimiento interno, agrega De la Cruz.
“Las exportaciones mexicanas no serán un motor potente para el crecimiento. Tampoco la inversión física, para la que el Gobierno reconoce una caída del 5,4%. Ni la inversión pública, para la que habrá menos recursos, incluidos los proyectos icónicos del presidente, como el Tren Maya o la refinería [de Dos Bocas]”, completa el director del IDIC. “Es un Presupuesto con pies de barro en ese punto, con un crecimiento claramente sobreestimado: va a ser muy difícil obtener los ingresos tributarios estimados”. En la misma línea, Valeria Moy, profesora del ITAM y directora del think tank México cómo vamos, dice “no entender de dónde viene ese mayor crecimiento” en 2020. “Simplemente no lo veo”.
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