Cuando los mejores centrales entran en acción suelen dar la impresión de que todo lo que sucede en la jugada ha sido previsto por ellos. Cuando Raphaël Varane intervino para detener el ataque de Bélgica, en la semifinal de la Liga de Naciones del miércoles, siempre perdió la iniciativa. Romelu Lukaku le dejó en evidencia en cada duelo. Tanto si recibía de espaldas como si abordaba la maniobra de frente, lejos del área o en boca de gol, el nueve belga resultó inaccesible para el defensa más experto de la selección de Francia, forzado contra su naturaleza a liderar la zaga oficiando de líbero en un esquema de tres centrales al que ni él ni ninguno de sus cuatro compañeros de línea está acostumbrado: Pavard y Lucas en el Bayern, Koundé en el Sevilla y Théo en el Milan juegan en línea de cuatro.
“La defensa de tres centrales tiene ventajas e inconvenientes, dependiendo también del posicionamiento del adversario”, dijo Didier Deschamps en la conferencia de prensa de este sábado, previa a la final contra España. “Necesitas laterales específicos y centrales complementarios. En lo que respecta a Raphaël, en una defensa de tres su mejor posición es el eje. En el Euro jugó a la derecha de Lenglet pero en el Madrid, alguna vez ha jugado ahí. Es donde se encuentra más confortable. Ahí es más sencillo guiar a los otros”.
Todos los técnicos coinciden en que el tránsito repentino de una defensa de dos a una de tres centrales encierra un salto mortal. Es preciso contar con varios días de adiestramiento específico para alcanzar niveles organizativos de garantía. Primero, porque es más sencillo coordinar a dos que coordinar a tres; segundo, porque las funciones de los centrales en línea de tres tienden a la complejidad en la medida en que uno de ellos debe incorporarse al mediocampo para presionar o para fabricar el juego, según la posición de la pelota y el rival.
A Deschamps —que conoce la materia porque fue un excelente mediocentro— le alarmó la tendencia del equipo a partirse desde que introdujo a Benzema en vísperas de la Eurocopa. Los desajustes exhibidos en la fase de grupos le empujaron a pasar del 4-3-1-2 al 5-2-1-2. Inauguró el ingenio en octavos, ante Suiza, con una línea de tres compuesta por Varane, Lenglet y Kimpembe. La cosa fue tan mal que Suiza remató hasta 15 veces a puerta, más que ninguno de los adversarios precedentes. Francia fue eliminada. Pero la idea de parapetarse con tres centrales no se extinguió en la mente de Deschamps.
El experimento venturoso del 5-2-1-2 contra Finlandia (2-0) en la fase de clasificación mundialista, hace un mes, animó al seleccionador a insistir en la Liga de las Naciones. El resultado fue que mientras Hazard y De Bruyne tuvieron energía, Francia se vio sometida ante Bélgica. Cuando los jugadores entraron al vestuario en el descanso con el 2-0 en contra, Pogba tomó la palabra. Según el diario L’Equipe, al ver que los defensas reculaban abriendo un hueco por el que se colaban los dos mediapuntas belgas, Pogba les dio una consigna para que se coordinaran: si el rival atacaba por la izquierda, Lucas Hernández debía adelantarse y sumarse a la presión con los centrocampistas; y si Bélgica atacaba por la derecha, el que debía salir era Koundé. Mientras, Varane, vigilaría a Lukaku.
Las palabras de Deschamps fueron menos específicas. “¡Reculamos demasiado!”, dijo, “¡no rascamos lo suficiente!”.
Los tres protectores
Francia no recibía tantos tiros desde 2018, por más que Deschamps se fanara en convocar nueve defensas. Su apuesta por Varane en detrimento de Upamecano, que sí adquirió una experiencia prolongada como eje de una zaga de tres en el Leipzig, obedece a razones morales. Varane es el único central de la expedición que fue titular durante la conquista de la Copa del Mundo en 2018. Entonces le acompañó Umtiti y, sobre todo, le protegió un trío de volantes —Kanté, Pogba y Matuidi— que se inscriben entre las unidades defensivas más eficaces de la historia.
Sin Kanté por delante, solo con Pogba, la responsabilidad se multiplica para Varane, marcador rápido y competente cuyo sentido de la colocación nunca fue su fuerte por más que el Manchester United le haya dado galones de comandante. Bajo su dirección, el equipo inglés ha encajado diez goles en diez partidos.
Nervioso cada vez que le hablan de su nuevo 5-2-1-2, Deschamps insistió en que el orden —y el destino— depende de ”l’état d’espirit”. Cuestión de espíritu, no de táctica. Paradojas de la que hasta hace poco fue una verdadera máquina aplanadora.
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