Encontrar el amor en la persona correcta pero puede resultar una tarea complicada. Para facilitar las cosas, nace la Escuela Neurocientífica del Amor (Escuela para enamorarse), que abrirá centros en tres ciudades españolas: Madrid, Valencia y Barcelona.
Esta «Escuela» fundamenta sus cursos en las teorías sobre el amor de Helen Fisher, una de las personas que más ha estudiado la biología del amor. Según Fisher, la humanidad ha desarrollado tres sistemas cerebrales para el apareamiento y la reproducción: el impulso sexual o libido; la atracción sexual selectiva (amor romántico) y el apego (sentimiento de unión).
¿En qué se basa la Escuela?
Los integrantes de este equipo son, “un grupo de profesionales expertos en Coaching en Sinapsis Interpersonal, certificados bajo el exclusivo Teachers Trainning Course (TTC) (…) Nuestros coachs no solo destacan por su capacidad pedagógica sino también por su gran cualidad humana. Queremos que este conocimiento esté presente cada vez que alguien necesite un consejo, pida ayuda o requiera una solución positiva a una problemática sináptica interpersonal”. Aseguran en su web.
Según la neurociencia, lo que nos hace elegir a una persona u otra son los factores biológicos. Mediante el test sináptico uno descubre en qué perfil de los 12 que determinó Fisher encaja. Así, una vez que nos conocemos a nosotros mismos podremos saber con qué personalidades encajamos mejor o peor. “El amor es una función biológica que nos programa para tener descendencia y perpetuar la especie”, afirma el director de la escuela.
“Hay entorno a un 25% de personas que no encajan fácilmente con ningún perfil, que no buscan ni quieren relaciones románticas; pero si consideramos el resto, la mayoría prefiere vivir en pareja (75%); mientras que para un 25% es una de sus tareas más importantes y no concibe la vida sin nadie al lado”.
Expertos que no están de acuerdo con la «medición del amor»
Pero no todos están de acuerdo con los pilares de esta escuela. Pablo Irimia, neurólogo y vocal de la Sociedad Española de Neurología, apunta que “aunque es verdad que el enamoramiento activa ciertas áreas del cerebro, todavía no se sabe la forma en cómo lo hace y sus repercusiones. Pero además, limitar el amor a una mera función fisiológica es una visión muy reduccionista. Hay otros factores que intervienen. Los condicionantes externos –vivencias, entorno, experiencias– son también importantes. Se ha descubierto que éstos pueden llegar a modificar estructuras cerebrales”.
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