Juan tenía nueve meses cuando su madre, Mercedes del Valle Morales, de 21 años, fue secuestrada. El 20 de mayo de 1976, en el mismo operativo realizado en la provincia argentina de Tucumán, fueron secuestrados también los abuelos de Juan, Toribia Romero de Morales y José Ramón Morales. Cuatro días después, los militares se llevaron también a sus tíos José Silvano Morales, Juan Ceferino Morales y Julio César Morales. La dictadura argentina hizo desaparecer a gran parte de su familia, mientras el bebé fue apropiado por los dueños de la finca en la que trabajaba su madre biológica y criado por ellos, sin sospechar la verdad. Abuelas de Plaza de Mayo anunció este miércoles que Juan es el nieto 132 robado por la dictadura que recupera su identidad, aunque esta sigue incompleta porque se desconoce aún quién es su padre.
“Estoy muy emocionado por todo”, asegura Juan en un breve intercambio por chat desde Tucumán, en el norte de Argentina. Durante casi 30 años, mientras sus apropiadores estuvieron vivos, creyó que ellos eran sus verdaderos padres. Cuando fallecieron, sus hermanos de crianza le revelaron la verdad y le entregaron el DNI original, en el que figuraba que era hijo de Mercedes Del Valle Morales. Recibió esa noticia en 2004. Con el objetivo de conocer su origen biológico, se acercó a la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad (Conadi), que comenzó una investigación que se ha prolongado durante casi dos décadas.
En 2008, un estudio de ADN en el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) permitió confirmar que Del Valle Morales era su madre, que en ese momento seguía desaparecida. Gracias a la pista genética, el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) localizó los restos de Del Valle Morales en el cementerio norte de Tucumán. Juan pudo realizar una ceremonia, a la que también asistió la familia materna sobreviviente a la dictadura, y despedirse de ella.
En busca del padre
Conocida la identidad de su madre, el nuevo nieto quería saber quién era su padre. Para confirmar que había sido víctima de apropiación, era necesario probar si quien lo inscribió como hijo propio era o no su verdadero padre. Al haber fallecido ya, la filiación sólo podía comprobarse o descartarse “a través de la exhumación” del cuerpo y la comparación de los perfiles genéticos, explicó la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto, en rueda de prensa.
Ese paso fue ordenado por la oficina de Tucumán de la Procuraduría de crímenes contra la humanidad, que este miércoles informó a Juan “que no es hijo de quien lo crio y confirmó que efectivamente fue víctima de sustracción, ocultamiento y sustitución de identidad en el marco del terrorismo de Estado”, anunció De Carlotto.
“Hoy lo abrazamos como nuestro nieto 132. Y como un rompecabezas que nunca se termina de completar, se inicia un nuevo camino para poder dar con su verdadero padre”, agregó la titular de Abuelas de Plaza de Mayo, antes de pedir la colaboración de toda la sociedad para encontrarlo.
El secretario de Derechos Humanos, Horacio Pietragalla, recordó que este caso, en el que Juan fue apropiado por los dueños de la finca en la que trabajaba su madre biológica, evidencia la complicidad que existió durante la dictadura entre los militares y parte de la sociedad civil.
Se trata del segundo nieto que ve restituida su verdadera identidad en una semana, después de casi tres años sin otras confirmaciones. Como en el caso del reciente nieto 131, la noticia fue recibida con un aluvión de aplausos entre los los presentes en el auditorio de la Casa de la identidad y acompañado por el cántico mundialista “Abuelas, la la la la la”.
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