El futuro de un pequeño pueblo del oeste del país, del que apenas quedan en pie una decena de casas y granjas, tiene en vilo a Alemania. Lützerath, en el Estado de Renania del Norte-Westfalia, se ha convertido en el epicentro de la lucha contra la crisis climática y del debate sobre la quema de carbón, una de las fuentes de energía más contaminantes del planeta. Centenares de activistas instalados en cabañas en los árboles, tiendas de campaña o como okupas en las granjas vacías están decididos a resistir el desalojo del pueblo: la empresa que más CO2 emite de Europa, la energética RWE, se dispone a demolerlo para ampliar una gigantesca mina de carbón a cielo abierto. La operación policial para vaciar el pueblo, con centenares de agentes de refuerzo llegados de otros Estados alemanes, ha empezado esta mañana.
El gigante energético alemán tenía permiso de las autoridades y de los jueces para empezar la demolición este miércoles, después de haber ido comprando a lo largo de los años los terrenos y las casas de los antiguos vecinos de Lützerath, realojados en otros pueblos de la zona. Pero los activistas no se lo van a poner fácil a la Policía. En los últimos días centenares de personas han viajado desde otros puntos de Alemania y del extranjero para sumarse a los que ya llevan allí dos años protestando e impedir o retrasar el desalojo. Están decididos a resistir, como hicieron, con éxito, en 2018 en el bosque de Hambach, que RWE pretendía talar para ampliar otra inmensa mina de carbón.
Activistas lanzan cohetes a la policía alemana durante el desalojo en Lüetzerath, este miércoles.BENJAMIN WESTHOFF (REUTERS)Un trabajador de la compañía RWE quita el cartel de la localidad de Lüetzerath, este miércoles. Michael Probst (AP)Una activista es detenida durante el desalojo en Lüetzerath, este miércoles. CHRISTIAN MANG (REUTERS)Agentes de la policía alemana durante el desalojo de la localidad de Lüetzerath, en el oeste de Alemania, este miércoles. INA FASSBENDER (AFP)Agentes de la policía detienen a un activista durante el desalojo, este miércoles. INA FASSBENDER (AFP)Activistas medioambientales esperan ser desalojados por la policía alemana, este miércoles. Rolf Vennenbernd (AP)Activistas subidos a postes de madera esperan la acción de la policía alemana durante el desalojo, este miércoles.Sean Gallup (Getty Images)Agentes de la policía alemana durante el desalojo de activistas medioambientales en Lüetzerath, este miércoles. THILO SCHMUELGEN (REUTERS)Agentes de la policía junto a una barricada momentos antes de comenzar el desalojo.Michael Probst (AP)Varios activistas climáticos subidos a árboles esperan ser desalojados en Lüetzerath, este miércoles. THILO SCHMUELGEN (REUTERS)Agentes de la policía durante el desalojo de los activistas en Lüetzerath. WOLFGANG RATTAY (REUTERS)Agentes de la policía retiran una barricada con un soplete en Lüetzerath. RONALD WITTEK (EFE)
Pero las cosas son distintas en la Alemania post invasión rusa de Ucrania. La necesidad de abastecerse al margen de los hidrocarburos rusos ha hecho de la seguridad del suministro energético una cuestión prioritaria. Un acuerdo con el gobierno regional de Renania del Norte-Westfalia, del que forman parte Los Verdes, permite a RWE explotar el lignito que se oculta bajo los terrenos de Lützerath a cambio de cerrar la mina en 2030, ocho años antes de la fecha prevista en la legislación alemana para dejar de quemar carbón.
Los activistas han convertido el pueblo en una pequeña fortaleza. Han cavado trincheras de varios metros de profundidad, levantado barricadas con troncos de árboles y vallas y colocado todo tipo de obstáculos para obstruir el paso a los vehículos policiales y a las excavadoras. Después de semanas de protestas pacíficas, en los últimos días se han producido algunos enfrentamientos, de momento leves, con lanzamientos ocasionales de piedras y botellas, y varios manifestantes han sido detenidos. Esta mañana los agentes han empezado a romper las cadenas humanas que los activistas habían formado para impedirles el paso.
Para los manifestantes, demoler un pueblo con 900 años de historia para extraer carbón en 2023 es algo inconcebible, una línea roja que impactaría en el objetivo de mantener el calentamiento global por debajo de 1,5 grados y mancharía de forma irreversible la reputación de Alemania como pionera en transición energética. El último recurso ante los tribunales le dio la razón a RWE el lunes. Así que nada impide ya a las autoridades ejecutar el desalojo y dejar el pueblo libre para que entren las excavadoras de la empresa, que a primera hora confirmó su intención en un comunicado: “Hoy empezaremos a demoler el antiguo asentamiento”. Los activistas se han subido a los tejados de las granjas; algunos se han encadenado a vallas o postes. Se preparan para ser expulsados por la fuerza. “RWE hace un llamamiento a los ocupantes ilegales para que respeten el Estado de Derecho y pongan fin a la ocupación ilegal de forma pacífica”, añade la empresa.
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SuscríbeteLos activistas climáticos han construido casas en los árboles y montado tiendas para resistir en Lützerath. RONALD WITTEK (EFE)
La inminente confrontación entre ecologistas y autoridades ha puesto al partido verde alemán en una posición extremadamente incómoda. Gobierna en coalición con los democristianos en la región de la mina, pero también a escala federal con socialdemócratas y liberales. Robert Habeck, ministro de Economía y Clima y uno de sus líderes más carismáticos, ha sido el encargado de buscar alternativas al gas ruso del que tanta dependencia tenía Alemania antes de la invasión. Y eso le ha obligado a tomar decisiones dolorosas y muy controvertidas para un partido que tiene la agenda climática como mayor prioridad, como la vuelta al carbón.
En medio de la crisis energética, Habeck autorizó la reapertura de centrales ya jubiladas y dio el visto bueno al acuerdo con RWE. “La guerra en Ucrania y la crisis energética están ejerciendo una gran presión sobre el sistema energético europeo”, dijo, con cara de circunstancias, durante la presentación del acuerdo en octubre. Su homóloga regional, Mona Neubaur, también de Los Verdes, ha asegurado que el trato no es el que hubiera querido, pero que no había otro remedio. Y destaca lo positivo, además del compromiso de cierre en 2030: el plan original consistía en demoler otros cinco pueblos más. En sus cánticos los manifestantes les llaman “ministros del carbón”.
Decenas de agentes observan a un manifestante que descansa en una hamaca instalada a varios metros de altura, en Lützerath este martes. THILO SCHMUELGEN (REUTERS)
Los activistas, que confiaban en que la entrada en el Gobierno federal de Los Verdes hace un año podría salvar los pueblos de la zona, dirigen ahora sus invectivas al partido de Habeck. Ven el acuerdo como una traición al movimiento ecologista. “Los Verdes se han rendido ante RWE; los activistas no lo haremos”, sentenció Luisa Neubauer, la activista medioambiental más conocida de Alemania, en su última visita a Lützerath.
El pueblo es el emblema de la lucha contra el carbón desde 2013, cuando un tribunal declaró que la ampliación de Garzweiler, una mina que actualmente ocupa 48 kilómetros cuadrados, era de interés general. Poco a poco se ha ido tragando varios pueblos de los alrededores, incluidos Immerath (1.200 habitantes) y la que fue su iglesia, de finales del siglo XIX, desacralizada en 2013 y demolida para pasmo internacional hace cinco años. La activista sueca Greta Thunberg participó en una manifestación en 2021 para evitar que Lützerath corriera la misma suerte. A finales del año pasado la ampliación de la mina se llevó por delante un parque eólico.
Demolición de la iglesia de San Lambertus, en Immerath, cerca de Lützerath, en 2018.HENNING KAISER (AFP)
El desalojo puede durar días o semanas. A los activistas les interesa retrasarlo lo más posible: a finales de febrero acaba la temporada de desbroce y no se podría retomar la tala hasta el otoño. Los uniformes negros de la policía han empezado a enfrentarse a los trajes blancos de los activistas y sus cánticos de “Lützerath se queda”. Una batalla que preocupa a las autoridades, como ha alertado el responsable de la policía de Aquisgrán encargado de liderarla: “Será una operación complicada, con muchos riesgos”.
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