Unos soldados noruegos operaban un cañón de campaña, durante unas maniobras de la OTAN en el país nórdico, a mediados de abril.JONATHAN NACKSTRAND (AFP)
“La Federación Rusa es la más significativa y directa amenaza para la seguridad de los aliados y la paz y estabilidad del área euroatlántica”, mientras que “las maliciosas operaciones cibernéticas e híbridas de China y su retórica de confrontación y desinformación apuntan a los aliados y dañan la seguridad de la Alianza”. El Concepto Estratégico de Madrid, la hoja de ruta de la OTAN para la próxima década, sitúa a Rusia y China como los principales adversarios de la Alianza Atlántica, aunque no los equipara.
Al contrario que en el documento aprobado en Lisboa en 2010, la OTAN ya no ve a Rusia como a un socio estratégico. Ahora solo aspira a “reforzar la disuasión y defensa de todos los aliados” y apoyar la resiliencia de sus socios frente a la coacción de Moscú. Como máximo, pretende “mantener abiertos los canales de comunicación [con Rusia] para gestionar crisis o mitigar riesgos”. Y esta política no cambiará hasta que Moscú no cese “en su agresiva conducta y cumpla plenamente con la legalidad internacional”.
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En cambio, la OTAN se mantiene abierta a alcanzar “compromisos constructivos” con China, “incluida la construcción de transparencia recíproca”, a pesar de mantenerse alerta ante “las tácticas coercitivas y los esfuerzos [de Pekín] por dividir a la Alianza”. Sin embargo, los aliados ven preocupante “la profundización del partenariado estratégico entre China y Rusia” que socava un orden internacional basado en reglas y va en contra los valores e intereses occidentales.
Hay momentos en que el Concepto Estratégico no identifica claramente a sus adversarios, sino que se limita a calificarlos como “actores autoritarios” y “competidores estratégicos” (una etiqueta que sirve tanto para el régimen ruso como para el chino y alguno más) a los que acusa de interferir en los procesos electorales de los países democráticos a través de “tácticas hibridas, bien directamente o mediante proxies (actores interpuestos)”. Por vez primera, el Concepto Estratégico menciona, entre las estrategias de guerra híbrida, las “campañas de desinformación, la instrumentalización de la migración, y la manipulación del suministro de energía y el uso de la coerción económica”.
Estos son otros puntos destacados del documento:
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Flanco Sur. Aunque Rusia sea la mayor amenaza militar y China la económica, la OTAN reconoce que “el terrorismo, en todas sus formas y manifestaciones, es la amenaza asimétrica más directa a la seguridad de los ciudadanos y de la paz y prosperidad internacional”. Al analizar esta amenaza, ejercida por grupos no estatales y redes internacionales apoyadas por estados, la Alianza Atlántica vuelve su mirada al sur, en coherencia con su estrategia de 360 grados, que contempla las amenazas procedentes de cualquier latitud geográfica.
“Conflictos, fragilidad e inestabilidad en África y Oriente Próximo afectan directamente a nuestra seguridad y la de nuestros socios”, reconoce el texto. Los problemas de seguridad, políticos, económicos y demográficos se ven agravados por el cambio climático, la fragilidad de las instituciones, las emergencias sanitarias y la inseguridad alimentaria, “terreno fértil”, advierte, para la proliferación de organizaciones terroristas, con la interferencia coercitiva de “competidores estratégicos”, apostilla, en alusión a la penetración de Rusia (y también de China) en África.
El Concepto Estratégico cita expresamente al Sahel, junto a Oriente Próximo y el Norte de África, como una de las regiones de “interés estratégico” para la Alianza, un listado en el que también incluye los Balcanes occidentales, el mar Negro o el Indo-Pacífico, una remota región en la que se desarrollan acontecimientos que “pueden afectar directamente a la seguridad euroatlántica”, por lo que aboga por estrechar relaciones con socios como Australia, Nueva Zelanda, Japón y Corea del Sur, presentes en Madrid.
Es el marco de la inestabilidad del continente africano (aunque también se produce en Ucrania), la OTAN alude a la “violencia sexual” asociada a los conflictos armados y a los desplazamientos forzosos de población, que tienen “un desproporcionado impacto en mujeres, niños y grupos minoritarios”.
Integridad territorial. Frente a este panorama, el Concepto Estratégico de Madrid coloca en su frontispicio la “disuasión y defensa” como misión fundamental de la organización y, por vez primera, se fija como objetivo la protección de la integridad territorial de sus países miembros. “Si bien la OTAN es una Alianza defensiva, nadie debería dudar de nuestra fuerza y determinación para defender cada pulgada del territorio aliado, preservar la soberanía y la integridad territorial de todos los aliados y prevalecer contra cualquier agresor”, advierte, en una declaración sin precedentes que, para los expertos, supone una extensión de su paraguas protector a Ceuta y Melilla, hasta ahora excluidas. El Concepto Estratégico no puede reformar el Tratado de Washington, cuyo artículo 6 excluye a las ciudades españolas del norte de África del espacio euroatlántico, pero sí supone un fuerte mensaje político y un texto de consenso que España podría invocar en caso necesario.
Amenazas híbridas. La OTAN se declara además dispuesta a hacer frente a las amenazas híbridas y advierte, por vez primera, de que “un ataque singular o una serie de ciberataques maliciosos” podrían a alcanzar un nivel suficiente para ser considerados un ataque armado a efectos de aplicar el Artículo 5º del Tratado de Washington, por el que los aliados se comprometen a la defensa mutua. También, añade, podría homologarse a una agresión militar el uso coactivo de tácticas políticas, económicas, energéticas o de información. En cambio, la OTAN mantiene intacta su doctrina nuclear, que considera el arma atómica (de Estados Unidos, pero también del Reino Unido y Francia), la “suprema garantía de seguridad”.
Junto a la disuasión y la defensa, pero relegadas a un puesto secundario por la invasión de Ucrania, la prevención y gestión de crisis y la seguridad cooperativa son las otras dos misiones fundamentales de la OTAN. El documento de Madrid solo cita de pasada las “lecciones aprendidas” de las dos décadas de misión en Afganistán, que concluyeron en agosto del año pasado con un fiasco, e insiste en la necesidad de contar con los recursos y capacidades para desplegar y sostener operaciones de estabilización y contraterrorismo, una misión esta última que considera parte “esencial de la defensa colectiva”.
Ampliación, la puerta abierta. La OTAN destaca que sus sucesivas ampliaciones han sido un “éxito histórico” y reafirma su “política de puertas abiertas” a “todas las democracias europeas que compartan los valores” de la Alianza y contribuyan a su seguridad. “Las decisiones sobre la pertenencia [de un país] a la OTAN las toman los aliados y ningún tercer país tiene nada que decir”, agrega, en alusión a Rusia. Para que no haya dudas, los aliados expresan su voluntad de desarrollar su asociación con Bosnia-Herzegovina, Georgia y Ucrania y reiteran, aunque sin reproducirla, la declaración de la cumbre de Bucarest de 2008, cuando aplaudieron la voluntad mostrada por estos dos últimos países de pedir su ingreso y acordaron que serían “miembros de la OTAN” en un futuro indeterminado.
El Concepto Estratégico dedica un amplio párrafo a la UE, de la que dice que es un “socio único y esencial para la OTAN”, con la que juega un papel “complementario y coherente que se refuerza mutuamente”. La Alianza reconoce “el valor y la fortaleza de una defensa europea más fuerte y capaz” y aplaude las iniciativas destinadas a “incrementar los gastos de defensa” y desarrollar las “capacidades militares” de Europa, siempre que se “eviten duplicidades innecesarias”.
El texto concluye con el compromiso de aportar los recursos, infraestructuras, capacidades y tropas para cumplir los objetivos fijados y asegurar que los gastos nacionales en defensa y los fondos comunes son acordes con los retos a los que se enfrenta la OTAN, pero sin fijar ninguna cifra concreta ni un porcentaje. Eso queda para el año que viene, cuando debería haberse alcanzado el 2% del PIB fijado en la cumbre de Gales de 2014. España se ha comprometido a hacerlo en 2030 como tarde.
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