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Adiós al obispo incómodo por abrazar causas justas

Raúl Vera cuelga los hábitos simbólicamente este viernes, cuando da paso a su sucesor, Mons. Hilario González Garcia, 7º obispo de Saltillo.

¿Qué tienen en común Tlatelolco, Pasta de Conchos, Acteal y la comunidad gay? Que todas fueron algunas de las causas abrazadas por Raúl Vera López, el obispo incómodo de la Iglesia Católica –“rojo”, lo llama El País– que comenzó su camino religioso con el calor de la Tierra Caliente en Guerrero y decidió colgar los hábitos a cientos de kilómetros de distancia, en Saltillo, Coahuila. 

Fue consagrado el 6 de enero de 1988, en Roma, a manos del papa Juan Pablo II, un año después de que fuera nombrado el IV obispo de Ciudad Altamirano.

En noviembre pasado, el papa Francisco aceptó la renuncia de Vera por motivos de edad y nombró como su sucesor al obispo de Linares, Hilario González García, quien asume esa posición este mismo viernes.

En poco más de 33 años de sacerdocio, cuando él ya tiene 75, don Raúl sabe lo que es caminar al lado de víctimas de la violencia, y también que la gente le grite y le recrimine sus posturas, por ejemplo el incluir banderas de la comunidad LGBT en sus misas.

Foto: Galo Cañas/ Cuartoscuro

A principios de este mes, definió que “la compasión es trabajar por los demás, por eso comenzamos a trabajar con migrantes con el padre Pantoja; por eso comenzamos a atender a la comunidad LGBT+, porque los asesinaban y los maltrataban”.

“La Iglesia está para cambiar el mundo –añadió– debemos entenderlo, tenemos un Rey que se preocupa por la vida de todos”, sostuvo.

El 14 de agosto de 1995, el papa Juan Pablo II lo nombró Obispo Coadjutor de San Cristóbal de Las Casas y Vera comenzó su ministerio episcopal en octubre de ese año para terminarlo hasta 1999. Ahí ayudó al proceso de paz entre los pueblos indígenas y el gobierno, junto con monseñor Samuel Ruiz.

Siendo sólo obispo de esos tres puntos geográficos (Ciudad Altamirano, San Cristóbal y Saltillo) caminó mucho más que eso, conoció el México profundo y levantó la voz por aquellos que el gobierno o la sociedad no escucha.

Así, en su galería fotográfica se le puede ver dando la comunión a familiares de los mineros atrapados en Pasta de Conchos, como marchando en Chenalhó, Chiapas; acompañando a familiares de los desaparecidos en Coahuila, oficiar una misa por los 43 de Ayotzinapa o visitar las fosas de Tetelcingo, Morelos.

Foto: Enrique Ordóñez/ Cuartoscuro

Quienes han escuchado sus misas recuerdan la fuerza que imprime cuando de defender algo se trata. “Más que misas son mítines”, decía Ignacio del Valle.

Ha vivido intimidaciones por parte de militares y hasta de narcos. Pero él no ha bajado el volumen.

La duda es a dónde irá ahora, qué otra causa abrazará.

Y si pasará con él lo que dijo alguna vez Juan Pablo II: “Me voy, pero no me voy“.

 

Foto: Pedro Anza/ Cuartoscuro




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