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Agapito Marazuela, el antifascista del folclore y primer héroe musical español

La historia no siempre es justa. Tampoco la memoria. Agapito Marazuela fue víctima de ambas. Historia y memoria conspirando contra una figura clave de la música española. Tan clave que tendríamos que situar a este guitarrista y dulzainero como el gran padre de la música folclórica castellana, ese legado de sonidos y experiencias del campo que acabó por construir un mayor acervo popular en la cultura española. Sin embargo, su nombre queda sepultado por un siglo XX que le vio morir sin pena ni gloria.

Dentro de la gran labor que hace La 2, un oasis entre las cadenas televisivas generalistas, el estupendo Imprescindibles emitió un documental dedicado a este músico autodidacta que tuvo una historia oscurecida por dos dictaduras, la de Primo de Rivera y la de Franco. Una historia enfrentada a una realidad oscura con el triunfo del golpe de Estado de las tropas franquistas en 1936, pero que hasta entonces alumbró a un músico descomunal, innovador y cultivador de sonidos folclóricos dispares. Difícil saber de él en este país, en el que solo su nombre guarda un significado en los círculos de investigadores folcloristas o entre los lugareños de tierras castellanas.

Agapito Marazuela, en el centro con una guitarra entre las manos.

Nacido en Valverde de Majano (Segovia), en 1891, era hijo de campesinos y, de alguna manera, esa raíz al campo no se le segó nunca. Desde joven, empezó a recorrer con su padre las tierras de Castilla recopilando material musical tradicional que se encontraba en peligro de desaparición: tonadas, romances, cantos de boda, de trabajo y, especialmente, melodías de dulzaina y tamboril. Tenía una gran capacidad para aprender y entender la música. Es por eso que, al mudarse a Madrid en 1923, se lanzó de lleno a la guitarra, un instrumento del que aprendería a sacar gran expresividad. En la capital, se codeó con muchos músicos talentosos y aprovechó para recuperar en su música obras de Isaac Albéniz y Enrique Granados, creadores ambos de una obra original basada en el folclore, a la que aplicaron el lenguaje musical del postromanticismo, con ciertas influencias del impresionismo.

Solo por toda esta labor, Marazuela debería ser más estudiado en España, pero su existencia guarda además el espíritu de un hombre grande, un verdadero tipo hecho de pasta única, que compartió ideales y poética con escritores como Antonio Machado y Gerardo Diego. De ideas avanzadas, en 1932 ingresó en el Partido Comunista de España y durante la Guerra Civil formó parte de las milicias antifascistas segovianas. También viajó hasta la Exposición de París para promocionar en 1937 el compromiso republicano en mitad del ocaso europeo con el avance fascista.

Tal y como se cuenta en el documental Agapito Marazuela, la estatua partida, iba con la dulzaina por las trincheras para animar a los milicianos. Hizo lo mismo en la cárcel cuando fue detenido al fin de la guerra. Nunca negó su militancia de izquierdas y mantuvo su defensa de la II República. Encarcelado en prisiones de Madrid, Burgos y Vitoria, Marazuela tocaba la guitarra a compañeros que se lo pedían el día antes de sus fusilamientos. Ofrecía conciertos privados de despedida para que se fueran con el recuerdo de la música de resistencia. Durante la posguerra, el franquismo le arrinconó en el ostracismo, aunque al menos pudo regresar a Segovia y dedicarse a la investigación del folclore castellano, recopilando su tradición musical amenazada de extinción. Iba de pueblo en pueblo guardando información valiosa. Falleció en Segovia, en 1983, sin el reconocimiento nacional debido, en un entierro pobre, como su condición. Solo grandes folcloristas como Joaquín Díaz o dúos como Fetén Fetén y Los Hermanos Cubero han sabido rendirle tributo en los últimos tiempos.

En estos tiempos tan agitados, con el avance de la ultraderecha, la figura de Agapito Marazuela debería cobrar aún más valor. Si hemos oído y leído tanto de Woody Guthrie o Pete Seeger como luchadores folclóricos ante el fascismo o el capitalismo feroz en Estados Unidos, en España tuvimos a Marazuela, conocido por los estudiosos de su obra como “el último juglar castellano”, pero quizá también el primer héroe musical español.


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