Miles de jóvenes iraquíes se han dado cita este martes en Bagdad para denunciar los asesinatos de varios activistas prodemocracia. Bajo el lema “¿Quién me mató?” reclaman que las autoridades tomen cartas en el asunto. La manifestación que ha empezado de un modo festivo se ha tornado violenta a la caída del sol. Al menos un manifestante ha muerto, según fuentes sanitarias, pero los organizadores dicen que han sido tres y responsabilizan a las fuerzas de seguridad.
Las iniciales imágenes de la marcha pacífica hacia plaza de Tahrir, en el centro de Bagdad, han dado paso a escenas de caos, en medio de gritos y sirenas de ambulancia. En los vídeos que los participantes están colgando en diferentes redes sociales se ve a jóvenes heridos y a otros lanzado piedras o corriendo ante los disparos de gases lacrimógenos.
“Estamos siendo reprimidos de forma brutal. Hasta ahora han muerto cuatro personas. Por favor comparta nuestra voz”, pide un activista del movimiento de protesta que se autodenomina Revolución de Octubre, en referencia a las protestas de octubre de 2019. Entonces, decenas de miles de iraquíes de toda clase y confesión se dieron cita en las plazas de numerosas ciudades, pero sobre todo en Bagdad y en el sur del país, para demandar el fin de la corrupción y la mejora de los servicios públicos.
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El interlocutor, que pide el anonimato, identifica a las víctimas como Tariq Yasin, del barrio de Adhamiya en Bagdad, Mohamed Jasim de Diwaniya y el sanitario Abd Alilah Almayahi. No está claro cómo han muerto. El Observatorio Iraquí para los Derechos Humanos, una ONG, ha denunciado que “las fuerzas de seguridad estaban usando una violencia excesiva contra los manifestantes” e incluso les ha responsabilizado de la muerte de uno de ellos.
Pero casi al mismo tiempo que se informaba de los fallecidos, también llegaban noticias de la entrada en la plaza de “vehículos civiles sin matrículas con ocupantes enmascarados armados con fusiles de asalto automáticos M4”. Algunas fuentes los han identificado con miembros de la milicia proiraní Kataeb Hezbollah. Un dirigente de ese grupo, Abu Ali al Askari, aseguró la víspera en Telegram que el objetivo “detrás de las manifestaciones es retrasar las elecciones para extender el mandato del Gobierno”. A la vez que sugería que los miembros de las milicias debían “proteger a estos jóvenes engañados y evitar que hagan el juego a los enemigos”.
Los organizadores de la protesta lo niegan. “Las demandas iniciales son revelar el nombre de los asesinos que han matado a los activistas. Las elecciones no están ni nunca han estado en nuestro programa”, subraya el activista antes citado.
Sólo en el último mes ha habido tres casos. Unos pistoleros mataron a Hisham al Mashhadani en Taramiyah, una comarca al norte de Bagdad. Al Mashhadani había anunciado su candidatura a las legislativas en la lista Alianza Azim, que encabeza el político suní Khamis Khanjar. “Su asesinato envía un mensaje muy peligroso antes de las elecciones”, tuiteó éste.
Apenas dos semanas antes, Ihab al Wazni, un activista que denunciaba el poder de los grupos armados y la influencia iraní, había corrido la misma suerte en la ciudad de Kerbala, al sur de la capital. Y al día siguiente el objetivo fue el periodista Ahmed Hasan en Diwaniya, que recibió dos balas en la cabeza y una el hombre, pero sobrevivió, aunque está en coma. De ahí la reacción de rabia hacia al Gobierno al que muchos acusan de no ser capaz de protegerles.
Durante las protestas de 2019, acalladas por la represión y la llegada de la pandemia, murieron al menos medio millar de personas, según la Comisión de Derechos Humanos de Irak (semioficial). De ellos unos setenta fueron víctimas de asesinatos selectivos. Los activistas están convencidos de que los servicios de seguridad saben quiénes son los responsables, pero a pesar de las promesas del Gobierno no les detienen debido a sus vínculos con Irán, el poderoso vecino que supervisa la política iraquí desde el derribo de Sadam Husein en 2003.