Al menos 32 personas fallecieron este domingo tras un ataque yihadista a un puesto de la Gendarmería en el norte de Burkina Faso, ha confirmado el Gobierno mediante un comunicado. Entre los fallecidos hay 28 gendarmes y cuatro civiles, lo que convierte a este ataque en uno de los peores sufridos por las fuerzas del orden burkinesas desde que comenzara a sufrir atentados terroristas hace seis años. El balance de víctimas es provisional y podría aumentar en las próximas horas. El Gobierno ha decretado tres días de duelo nacional.
El ataque tuvo lugar el domingo de madrugada. Decenas de yihadistas a bordo de motos y vehículos tipo pick-up se abalanzaron sobre el puesto de la Gendarmería situado en la localidad de Inata de la provincia de Soum, próximo a la frontera con Malí. Fuentes de las fuerzas de seguridad burkinesas aseguran que en el momento de la ofensiva había entre 100 y 150 hombres en el interior de la base y que se produjo un intenso intercambio de disparos.
En las horas siguientes al ataque y tras el envío de refuerzos aparecieron 27 gendarmes sanos y salvos, lo que indica que el balance de víctimas mortales podría ser incluso peor. El presidente de Burkina Faso, Roch Marc Cristian Kaboré, envió un mensaje de pésame a los familiares de las víctimas a través de su cuenta de Twitter: “Tenemos que mantenernos unidos frente a las fuerzas del mal que nos imponen una guerra sin piedad. No permitiremos que se socaven los cimientos de nuestra nación. Saludo la memoria de nuestros valientes agentes de seguridad caídos en el campo del honor”, dijo.
Solo en lo que va de año han fallecido unas 2.500 personas víctimas de la violencia yihadista en el Sahel central, es decir, Malí, Níger y Burkina Faso. De ellas, más de 1.500 han sido asesinadas en este último país, según datos de la ONG Acled. El pasado viernes, otros siete policías murieron y cinco resultaron heridos tras un ataque yihadista en la localidad de Alkoma, en la provincia de Séno, también en el norte del país. Solo Burkina Faso cuenta con más de 1,4 millones de personas desplazadas de sus hogares por la intensificación de la violencia, lo que ha provocado una de las crisis humanitarias que más rápido progresa en el mundo.
El pasado martes, la oposición burkinesa exigió la adopción de medidas urgentes frente al aumento de la violencia yihadista y amenazó con movilizar a la población para pedir la dimisión de Roch Kaboré, quien prometió acabar con la amenaza terrorista durante la campaña electoral de 2020 que le llevó a un segundo mandato. En el vecino Níger la situación es igualmente complicada. Las masacres de civiles en la región de Tillabéri han sembrado el pánico entre la población. El pasado jueves, los radicales llegaron a un pueblo situado a unos 50 kilómetros de la capital, donde cometieron numerosos actos vandálicos. Al día siguiente una protesta ciudadana estalló en las calles de Niamey.
Malí también sufre constantes ataques yihadistas, un deterioro de la situación en materia de seguridad que contribuyó a la llegada al poder de los militares en este país africano en septiembre de 2020 mediante un golpe de Estado. A partir de ese momento las relaciones entre Bamako y París se han ido erosionando hasta el punto de que el presidente maliense, el coronel Assimi Goïta, ordenó el inicio de negociaciones con los mercenarios rusos de Wagner en busca de nuevos apoyos militares contra el terrorismo.
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La insurgencia yihadista que golpea a estos tres países comenzó en 2012 con el estallido de una rebelión tuareg en el norte de Malí a la que se sumaron rápidamente tres grupos terroristas que operaban en esta zona. La Operación Serval puesta en marcha por Francia en enero de 2013 logró asestar un duro golpe a los radicales, expulsándolos de las principales ciudades del norte que habían ocupado, pero en los años siguientes lograron reorganizarse y extender su actividad criminal al centro del país, Níger y Burkina Faso. Desde 2015 el yihadismo ha provocado la muerte de unas 21.000 personas en estos tres estados africanos, según Acled.
El pasado viernes, el presidente francés Emmanuel Macron y sus homólogos de Chad, Níger y Burkina Faso se reunieron en París para abordar, entre otros asuntos, la retirada parcial de la Operación Barkhane del Sahel, prevista para finales de este año. La idea es pasar de algo más de 5.000 uniformados desplegados en la actualidad sobre el terreno a unos 3.000 en 2023, cuando concluya la reorganización. Tras la llegada de los militares al poder en Malí, Francia ha decidido hacer pivotar su estrategia de seguridad en el Sahel en Níger y Chad, países considerados aliados.
Los grupos terroristas más activos en el Sahel Central son el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM) liderado por el yihadista maliense Iyad Ag Ghali y el Estado Islámico del Gran Sahara (EIGS), cuyo líder histórico Abu Walid al Saharaui fue asesinado el pasado verano tras un ataque francés a una columna de los radicales.
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