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Alberto de Mónaco desmiente los problemas de pareja con Charlene y pide privacidad


No es la primera vez que Alberto II de Mónaco planta cara a los incesantes rumores que culpan a la inestabilidad de su relación de la marcha de Charlene del Principado. Tras la vuelta de su mujer de Sudáfrica a principios de noviembre, Alberto aseguró que la princesa estaría presente antes de la celebración de la fiesta nacional del 19 de noviembre. Estas declaraciones parecían poner fin al retiro de Charlene, pero ese día no apareció. Tan solo una semana después de su regreso, la casa monegasca anunció a través de un comunicado que “habiendo luchado contra la enfermedad durante los últimos meses” la princesa de 43 años seguía convaleciente y se mantendría alejada del ojo público otra temporada más, lo que ha provocado que las informaciones de una supuesta crisis en la pareja vuelvan a avivarse.

Esta inesperada situación ha llevado a Alberto a desmentir las habladurías durante una entrevista publicada este jueves en la revista francesa Paris Match. En ellas, el príncipe asegura que Charlene se encuentra una vez más fuera del Principado, recuperándose de las secuelas de las sucesivas operaciones a las que tuvo que ser sometida este año. “No padece ninguna enfermedad grave o incurable”, señala el soberano. “Tampoco se trata de un problema de pareja. Nuestra relación no está en peligro en absoluto, quiero dejar esto claro”, insiste. Y recalca que su marcha “tiene que ver únicamente con las consecuencias sufridas a raíz de todas las cirugías que ha enfrentado los últimos meses”.

El regreso de Charlene parecía indicar una mejora en su salud, pero, según las últimas declaraciones de su marido, la princesa fue consciente “a su vuelta de que su estado de cansancio profundo no le permitía afrontar sus obligaciones”. Ella misma admitió que necesitaba ayuda, en palabras del propio Alberto. “Decidimos juntos, con nuestra familia cercana, que lo mejor era que pudiera seguir descansando tranquilamente fuera de Mónaco, en el extranjero, por razones evidentes de discreción y comodidad”, ha añadido el jefe de Estado, que confía en que ese “retiro terapéutico” le permita a su mujer recuperarse definitivamente y reunirse pronto con sus más allegados.

La princesa necesita “tranquilidad y privacidad”, según Alberto de Mónaco, que insiste en que quiere dejar este último concepto bien claro: “Es necesario que todo el mundo lo entienda. Lo digo amablemente. Dejadla tranquila. Dejadnos tranquilos un tiempo”. El príncipe responde también a la duda de cómo están llevando esta situación sus mellizos, Jaime y Gabriela, de tan solo seis años. “Echan de menos a su madre”, pero han reaccionado bien y saben que volverán a verla “en cuanto sea posible”, aclara. Los pequeños siguen escolarizados en palacio hasta que la crisis sanitaria que ha supuesto la pandemia de covid-19 mejore. Allí, asisten a clases acompañados de dos niños y dos niñas de su anterior colegio, con profesoras del mismo centro educativo. Cuentan además con un aula acondicionada para que los niños puedan sentirse “como en una clase normal”.

La duda sobre la felicidad de la princesa en su matrimonio ha estado presente desde que la pareja contrajo matrimonio en 2011. El día de la boda, la prensa transmitió la visión de una mujer nerviosa, muy seria, que no sonreía y mantenía la cabeza gacha ante los ilustres invitados. Charlene, que nació en Zimbabue pero se crio en Sudáfrica, se casaba con el soberano de Mónaco, una pequeña ciudad-estado que, por su gesto, parecía más que iba a convertirse en una cárcel dorada que en su hogar. 10 años después, las dudas persisten, pero la princesa ha intentado disiparlas en varias ocasiones. En enero de este año, en una entrevista para la revista francesa Point de Vue, afirmó que estaba “al mil por ciento” con su marido. “Hay momentos más o menos fáciles, como le sucede a todo el mundo. Pero soy feliz tal como estoy, colmada con lo que vivo. Sé que soy una persona muy privilegiada”, respondió entonces.

Charlene cayó enferma en mayo, cuando ya llevaba varias semanas inmersa en un proyecto medioambiental para la conservación de los rinocerontes en Sudáfrica. Desde entonces, ha sido sometida a varias operaciones, algunas bajo anestesia general, por las complicaciones derivadas de una severa infección otorrinolaringológica.


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