El presidente de Argentina, Alberto Fernández, ha cedido definitivamente a las presiones de Cristina Fernández de Kirchner. Desde este lunes, la gestión económica estará en manos de Silvia Batakis, una funcionaria técnica y de bajísimo perfil que responde a la vicepresidenta. El nombre de Batakis salió tras una conversación telefónica entre Fernández y Kirchner, la primera después de un mes en el que solo intercambiaron agravios en eventos públicos. Fernández perdió el sábado a su ministro de Economía, Martín Guzmán, y lo reemplazó por alguien que no le responde. El recambio mina aún más la autonomía política del presidente, cada vez más solo en la lucha fraticida que mantiene con su mentora política.
Batakis fue ministra de Economía de la provincia de Buenos Aires entre 2011 y 2015, cuando gobernaba el peronista Daniel Scioli. Dejó su cargo junto con el gobernador, quien cayó derrotado como candidato de Cristina Kirchner en las presidenciales frente a Mauricio Macri. Ahora ocupaba la secertaría de Provincia en el ministerio de Interior, bajo el paraguas del ministro Eduardo de Pedro, el hombre de Kirchner en el Gabinete del presidente Fernández. Batakis tiene muy buena relación con los gobernadores, incluso los opositores, consecuencia del cargo que tenía hasta este domingo.
El Presidente @alferdez designó a Silvina Batakis al frente del Ministerio de Ecomía. Batakis es una reconocida economista que cumplió esa función en la provincia de Buenos Aires entre 2011 y 2015.
— Gabriela Cerruti (@gabicerru) July 4, 2022
La negociación para elegir al sucesor de Guzmán llevó buena parte del sábado y todo el domingo. La duda era si Fernández optaría por reemplazar solo a Guzmán o por emprender una profunda reforma de su Gabinete que diera oxígeno a su gestión y, al mismo tiempo, saldase cuentas con Kirchner. Durante la tarde, se especuló con el ingreso al Gabinete de Sergio Massa, presidente de la Cámara de Diputados y líder de la tercera pata de la coalición gobernante. El acuerdo suponía poner en Economía a un hombre de Massa, con él como jefe de Ministros. Pero no sucedió.
La solución de Fernández fue, finalmente, solo ocupar el cargo que dejó vacante Guzmán con una figura sin peso propio y dejar para otro momento los cambios estructurales. La llegada de Batakis permitirá a Fernández reducir, al menos por un tiempo, los ataques de Kirchner a su gestión; Massa deberá esperar, luego de que su nombre circulase durante todo el domingo por los medios locales.
Ha sido un pase de equilibrista del presidente Fernández, obligado a buscar estrategias de supervivencia política. La intención del presidente es llegar con vida hasta diciembre de 2023, cuando termina su mandato; sus sueños de reelección parecen definitivamente enterrados. La salida del Guzmán dejó a Fernández a la intemperie y puso en evidencia las restricciones que tiene para ejercer su liderazgo.
El ministro saliente le había pedido durante la semana el control del sector a cargo de las políticas energéticas, hoy en manos del kirchnerismo. Le dijo al presidente que desde allí trababan los aumentos de las tarifas de gas y electricidad y demoraban la aplicación de un esquema de subidas segmentadas por nivel adquisitivo, como se había acordado con el FMI en enero. El kirchnerismo se negaba, y se niega, a aumentar las tarifas, que están congeladas desde el final del mandato de Mauricio Macri, en 2019, y condenan al Gobierno a destinar miles de millones de dólares al subsidio de las empresas de energía. Solo el año pasado, las ayudas supusieron 2,3 puntos del PIB, mientras el Banco Central hace malabares para tener dólares suficientes para cubrir la demanda de divisas de los importadores.
Guzmán argumentó en su carta de renuncia que sin el control de los resortes de la administración de la economía era poco lo que podía hacer para, por ejemplo, controlar la inflación, hoy el principal flagelo de los argentinos, con una proyección del 70% para 2022. Mientras tanto, las críticas de Kirchner hacia el ministro fueron cada vez más explícitas y violentas. La lectura de la expresidenta es que las restricciones al déficit y la emisión de moneda acordadas con el Fondo incuban una estrepitosa derrota del peronismo en las generales de octubre del año próximo. La estrategia de Kirchner ha sido entonces demoler a Fernández, el hombre que ella misma puso en la Casa Rosada, y despegarse así del fracaso de la gestión.
Está por verse si la jugada terminará con una candidatura presidencial de Cristina Kirchner o algún otro tipo de experimento político. El sábado, mientras Guzmán publicaba su renuncia en redes sociales, la multitud que se había reunido para conmemorar el aniversario de la muerte de Juan Perón cantó “Cristina, presidente; Cristina presidente”. La aludida hizo un gesto con la mano para apagar ese improvisado operativo clamor, pero la idea ya está instalada en la opinión pública. Si las encuestas finalmente no acompañan – hoy dan poco más de 25% de imagen positiva a Kirchner- siempre queda la opción de atrincherarse en la provincia de Buenos Aires, bastión electoral del kirchnerismo, y desde allí resistir un Gobierno opositor. El final de la historia dependerá de cómo resulta el nuevo Gabinete de emergencia ideado por Fernández.
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