La desesperantemente lenta conexión de internet en Mose, un pueblo de 330 habitantes en Sajonia-Anhalt, fue lo que llevó a Marco Röhrmann, su actual alcalde, a meterse en política. De aquello hace siete años, pero la situación apenas ha mejorado. Un reportaje reciente de la televisión pública le mostraba subido a una escalera colocando una pequeña antena en la fachada de su casa. La antena repite la señal de otra más grande, que a su vez la recibe del pueblo de al lado. La banda ancha ni está ni se la espera en un futuro inmediato en el entorno rural de Mose, pero sorprendentemente tampoco en ciudades sede de empresas punteras que compiten en un mercado global. En Alemania, la primera economía europea, internet va muy lento. Literal y figuradamente. Y eso está perjudicando a las empresas, a la educación y a la Administración pública.
Más información
Digitalisierung (digitalización) es una de las palabras que más repiten los candidatos a suceder a Angela Merkel en las elecciones del próximo domingo. Todos sus programas prometen inversiones y prioridad absoluta. La tarea es colosal porque el retraso de Alemania es enorme. Fallan, para empezar, las infraestructuras. El país todavía tiene a muchos millones de usuarios navegando con líneas de cobre. Está a la cola de Europa en penetración de fibra óptica, que apenas llega a un 16% de los hogares y empresas, cuando en España, por ejemplo, supera el 80%, según un ranking reciente del FTTH Council Europe. Para muchos expertos, uno de los mayores reproches que pueden hacerse a la canciller es el de no haber abordado con mayor voluntad la digitalización en sus 16 años como canciller. No haber modernizado el país mientras fiaba el crecimiento a la industria y a la exportación. Ahora su sucesor al frente del partido conservador, Armin Laschet, promete crear un ministerio dedicado exclusivamente a sacar a Alemania de su atraso tecnológico.
Que el país tiene mucho que avanzar para ponerse al nivel de otros socios europeos queda patente al hacer trámites con la Administración. Muy pocos pueden completarse exclusivamente por internet; en general se requiere presencia física o el envío de documentación por correo postal. El último informe de la Comisión Europea sobre el avance de la economía y la sociedad digitales, conocido por las siglas DESI, sitúa a Alemania en los últimos puestos en Administración digital, al nivel de países como Bulgaria y Hungría. El atraso se evidencia también en el todavía muy arraigado uso del fax, una tecnología popular en los años setenta y ochenta del siglo pasado que en la mayoría de países desarrollados prácticamente ha desaparecido del sector público y privado.
En enero de este año fue noticia la decisión del Bundestag, la cámara baja del Parlamento alemán, de dejar de usar el fax para sus comunicaciones ordinarias. Todavía no ha sucedido: se acordó jubilar estos dispositivos en la siguiente legislatura, es decir, la que se inicia tras las elecciones de este domingo. También el Gobierno federal depende todavía del fax. En una respuesta parlamentaria a un diputado del partido liberal (FDP) de octubre pasado el Ejecutivo reveló que todavía usaba más de 900 de estos aparatos. Especialmente en el ministerio de Exteriores, con 200. La respuesta explica que se usan para intercambiar información clasificada. Curiosamente apenas hay máquinas de fax en la Cancillería, pero podría deberse a que en el edificio donde tiene su despacho Angela Merkel se emplea un método todavía más antiguo, decimonónico: de tubos neumáticos de aire comprimido. En 2019 se usó este sistema de transporte físico de papel 2.400 veces al mes, según otra respuesta parlamentaria.
La pandemia ha acabado de abrir los ojos de los ciudadanos sobre la tímida digitalización alemana. Cuando los colegios tuvieron que cerrar en marzo de 2020 se hicieron evidentes las carencias del sistema educativo, incapaz de atender a los alumnos a distancia. Miles de colegios no tenían conexión rápida a internet, a muchos se les caían los servidores, otros no contaban con plataformas de enseñanza a distancia ni el profesorado estaba capacitado a nivel tecnológico para impartir lecciones de forma virtual. El presidente de la Asociación Alemana de Profesores (DL), Heinz-Peter Meidinger, critica que pasados los meses las autoridades regionales, las competentes en educación, en general tampoco han hecho demasiado por mejorar la enseñanza a distancia.
La llegada del coronavirus destapó también los déficits en la gestión de los datos en los sistemas sanitarios de los Estados federados. Durante meses las autoridades locales estuvieron enviando sus registros de contagios y fallecimientos por fax. Tampoco los laboratorios eran capaces de comunicar electrónicamente y con rapidez los resultados de las pruebas diagnósticas. El ministerio de Sanidad tuvo que aprobar un paquete urgente de 50 millones de euros para ayudar a digitalizar los servicios de salud durante 2020. Expertos como Katrin Suder, que preside el comité creado en 2017 para asesorar al Gobierno en la transición digital, creen que la descentralización, el reparto de competencias entre los 16 Estados federados, ha retrasado la modernización del sector público. Opina que en este asunto Berlín debería tomar las riendas.
“Durante años ha faltado estrategia y voluntad política”, asegura Jeanette Hofmann, investigadora del Instituto Alexander von Humboldt de Internet y Sociedad, con sede en Berlín. En su opinión es urgente ponerse manos a la obra y cree que será la industria la que presione a los políticos para actuar. “No puede ser que haya empresas hiperespecializadas, que exportan a todo el mundo, sufriendo porque no pueden comunicarse en tiempo real con sus clientes extranjeros”, cita como ejemplo de la pérdida de competitividad que supone el atraso en la digitalización. Coincide en que los sistemas incompatibles entre los 16 Länder explican parte del problema, pero también lo atribuye a las estrictas leyes de protección de datos –que han hecho imposible crear una tarjeta sanitaria digital, por ejemplo, o un sistema de intercambio de datos entre las policías locales- y a razones históricas. Alemania construyó sus infraestructuras antes que otros países y ahora resulta muy costoso sustituirlas. “Desgraciadamente, en lo que tiene que ver con la digitalización no somos un país rico”, concluye.
El caballo venció a internet en 2020
Aunque el problema afecta a casi todo el territorio, las áreas rurales llevan años quejándose de la dificultad que encuentran para navegar por internet, enviar datos o incluso ver películas en streaming. La capacidad de las redes apenas ha mejorado en los últimos años. Por eso un fotógrafo, Klaus-Peter Kappest, decidió a finales del año pasado hacer un experimento para abrir los ojos a las autoridades de su Estado, Renania del Norte-Westfalia, el Land más poblado de Alemania (18 millones de habitantes) que preside el candidato conservador a las elecciones, Armin Laschet. La premisa era sencilla: ¿cómo llegarán antes unas fotos a la impresora de mi casa, si las envío por internet o si las lleva un jinete a caballo?
Las fotos tenían un tamaño de 4,5 gigabytes. Las copió en un DVD y se lo entregó al jinete, que debía recorrer los casi 10 kilómetros que le separaban de su casa, en Schmallenberg-Oberkirchen, en el distrito de Sauerland, la circunscripción de otro destacado político conservador, Friedrich Merz. Al mismo tiempo, pulsó enviar en el portátil. Una hora después, el caballo había llegado a su destino y estaba de regreso en el establo cuando los archivos ni siquiera se habían cargado para ser enviados. Los medios locales cubrieron la hazaña.
El fotógrafo quería llamar la atención sobre el papel que juega el principal operador de telecomunicaciones del país, Deutsche Telekom, que todavía es en parte (alrededor de un 40%) de propiedad estatal. “Las autoridades han permitido que la empresa escoja dónde quiere instalar fibra óptica, lo que provoca que las zonas rurales se vean especialmente perjudicadas porque solo busca alta rentabilidad”, asegura Jeanette Hofmann, investigadora del Instituto Alexander von Humboldt de Internet y Sociedad. Pero el problema de la velocidad de internet afecta a todo el país. Las pocas ciudades que tienen buena cobertura la han conseguido gracias a iniciativas locales, explica Hofmann.
Un ranking reciente del comparador Verivox concluyó que mientras ciudades como Colonia, Múnich y Hamburgo superan el 70% de cobertura de fibra óptica, otras como Frankfurt o Stuttgart no llegan al 3%. Pese a ser la capital del país, Berlín apenas tiene un 5% de penetración de fibra óptica. La explicación de los expertos es que las zonas muy densamente pobladas suelen estar bien cubiertas con redes de cable o ADSL en las que los proveedores han venido invirtiendo mucho dinero. Para muchos usuarios, la velocidad que proporcionan es suficiente y no tienen incentivo para invertir en fibra óptica. Pero con la expansión del internet de las cosas y las mayores necesidades de las empresas cada vez es más acuciante mejorar la velocidad de descarga, coinciden los expertos.
Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.