“¿El nuevo canciller? Está aquí, en Colonia”. Una mujer envía por Whatsapp este mensaje acompañado de una foto recién hecha a Olaf Scholz. Son las cuatro de la tarde del viernes y el candidato del Partido Socialdemócrata (SPD) a las elecciones alemanas de este domingo acaba de aparecer en la plaza de Heumarkt, a 10 minutos a pie de la famosísima catedral de la ciudad renana. La ilusión de los militantes y simpatizantes es evidente. Por primera vez en mucho tiempo se ven con posibilidades de catapultar a uno de los suyos a lo más alto. Pero conviene no hacer apuestas.
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La ligera distancia del SPD sobre su rival directo se ha estrechado hasta prácticamente desaparecer. Una encuesta encargada por el diario Frankfurter Allgemeine Zeitung atribuía este viernes un 26% del voto a los socialdemócratas y un 25% a los democristianos. Con el margen de error de los estudios, la situación se parece mucho a un empate técnico.
Alemania vive un final de campaña de infarto, con la incertidumbre por las nubes. En Colonia, sin embargo, Scholz no lograba este viernes transmitir demasiadas emociones. No es su especialidad. Él prefiere jugar la carta de la seriedad, de ser alguien en quien los alemanes pueden confiar. Y, sobre todo, insiste en que con él como canciller los temas sociales estarán en el centro de la agenda.
Salario mínimo de 12 euros la hora. Más becas para los estudiantes. Ayudas para madres trabajadoras y contra la pobreza infantil. En los anuncios de Scholz no hay ninguna novedad respecto a lo que lleva semanas repitiendo. Pero precisamente ese es su mensaje: nada de golpes de efecto; con él, no habrá sorpresas desagradables. “Conmigo como canciller, no habrá nuevas subidas en la edad de jubilación. Y garantizaremos que las pagas se mantienen estables”, asegura desde el podio. Sonoros aplausos del público, aunque sea una idea que ya ha dicho tantas veces.
Pase lo que pase este domingo, los logros de Scholz son innegables. Hace unos meses nadie habría dicho que el SPD iba a llegar a las elecciones en condiciones de disputar la cancillería a la Unión Cristianodemócrata (CDU). Hace tiempo que el partido se veía destinado a quedar en tercera posición, por detrás de democristianos y Los Verdes, que entonces parecían disparados. El partido se acercaba peligrosamente a la irrelevancia.
Un año después de anunciar su candidatura, el mensaje machacón pero convincente de Scholz —sumado a los errores no forzados de sus rivales— ha disparado sus posibilidades. “Hace 40 años que soy militante y nunca había visto tan unido al partido detrás de alguien”, asegura Veronika, de 69 años. “No lo voté para presidir el SPD, pensaba que no era el adecuado por ser miembro del Gobierno [de coalición] de Merkel. Pero ahora sí estoy convencido de que es el mejor canciller que tenemos”, añade René, un joven recién afiliado.
El SPD lidera las encuestas desde mediados de agosto, aunque sea por una diferencia pequeña que tiende a estrecharse. Según los estudios conocidos estos días, la diferencia sobre la CDU varía de uno a cuatro puntos.
Pero, incluso aunque los votos confirmaran esta ventaja demoscópica, la pregunta de quién mandará en la mayor economía de Europa no se responderá solo con estos dos partidos. Los resultados de verdes y liberales serán clave para definir la futura coalición. Y ahí tampoco se ven mayorías claras. Así que muchos politólogos avisan de que es posible que los alemanes se vayan el domingo a la cama sin saber quién les gobernará. Si no hay una mayoría clara, todo dependerá de las negociaciones a partir del lunes.
En estas últimas horas de campaña, los candidatos apelan a los indecisos. Saben que el porcentaje de gente que todavía no sabe a quién va a votar es más alto que nunca. Y que es muy probable que todo acabe dependiendo de ellos. Los expertos explican esta mayor volatilidad en que el apego de los electores a las formaciones es mucho menor que antes, por lo que los resultados están más sujetos a decisiones de última hora.
“Debéis salir a convencer a los votantes en todas partes, en la escuela, en el trabajo o en el centro deportivo”, pedía este viernes Scholz a sus simpatizantes. “Tenemos ante nosotros una década socialdemócrata”, aseguraba extasiada Saskia Esken, copresidenta del SPD. Asistía al evento como invitada Anne Hidalgo, alcaldesa de París y candidata socialista a la presidencia de Francia.
Antes de ser vicecanciller y ministro de Finanzas de la gran coalición, Scholz ocupó cargos como el de alcalde de Hamburgo, ministro de Trabajo o secretario general del SPD. Es todo un profesional de la política que ha diseñado con escuadra y cartabón su conquista del poder.
Competencia
Su partido se adelantó en agosto del año pasado al nombrar antes que nadie a su candidato. Scholz también presentó muy pronto el programa con el que quería gobernar. Y mientras el líder de la CDU, Armin Laschet, se peleaba con su socio bávaro Markus Söder (CSU) por ver quién concurría a las elecciones por parte de los conservadores, el socialdemócrata se recorría el país repitiendo su mensaje donde le quisieran escuchar. En esta campaña ha visitado más de 200 localidades.
“No es un orador carismático, sino alguien que ofrece conocimiento y competencia. Da la impresión de que es alguien que puede guiar al país en épocas de grandes retos como el cambio climático”, analiza Peter Dausend, periodista del semanario Die Zeit. Este reportero que sigue desde hace años al SPD atribuye el ascenso de Scholz no solo a sus cualidades, sino a las debilidades de sus contrincantes: “Armin Laschet es un político regional que nunca ha tenido un puesto relevante en el Gobierno federal. Y Annalena Baerbock [la candidata de Los Verdes] tiene solo 40 años y carece de experiencia de gestión”.
En Colonia, los asistentes al acto del SPD se muestran esperanzados. Su líder no les emociona, pero sí convence. Phillip, un estudiante de 18 años recién afiliado, lleva a dos amigos que parecen convencidos también de entrar en el partido. Dice que él se decidió porque en su familia siempre ha habido tradición socialdemócrata. Pero cuando se le pregunta si el ascenso del nuevo líder le ayudó a dar el paso, niega con la cabeza. “No, para mí las figuras más importantes son los dirigentes históricos como Willy Brandt y Helmut Schmidt”, responde. Scholz ahora aspira a ingresar en esa lista honorífica.
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