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Alemania, meses de negociación que no han hecho más que empezar

La líder de Los Verdes, Annalena Baerbock, en el centro, durante el congreso extraordinario de su partido, este sábado en Berlín.Omer Messinger / POOL (EFE)

Los socialdemócratas, ganadores por la mínima de las elecciones del domingo pasado en Alemania, se acercan poco a poco al poder. Pero aún queda un largo trecho para que el vencedor Olaf Scholz, vicecanciller y ministro de Finanzas de Angela Merkel, pueda ocupar su lugar en la Cancillería. Una semana después de los comicios, formalmente todavía están abiertas dos posibilidades de coalición, incluso tres si se cuenta una improbable pero matemáticamente factible alianza entre socialdemócratas y democristianos. Nadie quiere otra gran coalición ―esta vez con el socialdemócrata SPD como socio mayoritario―, ni los partidos ni la ciudadanía: sería el último cartucho si todo lo demás fracasa.

Encumbrar al poder a Scholz depende ahora de dos formaciones ya no tan minoritarias, los verdes y los liberales. El voto de los alemanes nunca había estado tan fragmentado. Los dos antiguos partidos de masas han caído hasta alrededor del 25% cada uno, y sus votantes son mayores. Los ecologistas y el FDP, en cambio, convencen a las nuevas generaciones con su promesa de renovación. Competían por los mismos sufragios y sus programas electorales no podrían ser más distintos, pero están condenados a entenderse y a sacar adelante el próximo Gobierno. Esta semana se han reunido entre ellos dos veces antes de sentarse con la Unión Cristianodemócrata (CDU) y el Partido Socialdemócrata (SPD). Son conscientes de su responsabilidad: “Tenemos la tarea conjunta de organizar la renovación en Alemania”, dijo Christian Lindner, el líder de los liberales, de 42 años.

Los Verdes, con el 14,8% de los votos, y el FDP, un partido conservador en materia fiscal y muy asociado a las élites económicas del país, con el 11,5%, tienen en sus manos hacer canciller a Scholz, pero todavía no han descartado a Armin Laschet, el cada día más cuestionado líder de los democristianos. No es ningún secreto que los liberales prefieren una coalición Jamaica, llamada así por los colores de la bandera del país caribeño, que representan a los partidos alemanes: negro de la CDU-CSU, verde de los ecologistas y amarillo del FDP. Sus programas tienen muchos puntos en común. Los verdes, en cambio, quieren la llamada coalición semáforo (el rojo del SPD, verde y amarillo). No solo ellos. Varias encuestas estos días han mostrado que esta alianza es la preferida por la ciudadanía. Incluso los votantes de los liberales respondieron mayoritariamente que la coalición semáforo es la que representa un nuevo comienzo para el país.

Pese a tenerlo todo en contra, Armin Laschet sigue aferrado al liderazgo del partido y al intento de liderar una coalición. A lo largo de la semana pesos pesados de su partido han criticado públicamente su actitud y le han pedido que dé un paso atrás. Desde que asuma la derrota y el paso a la oposición hasta que dimita. El lunes varios analistas le daban por amortizado. Creían que era cuestión de días que le echaran o se fuera. “El muerto viviente”, titulaba Der Spiegel un análisis el jueves. Haber arrastrado al partido que ha gobernado 52 de los 72 años de la República federal a su peor resultado histórico (24,1%) parecía un pecado imperdonable. Pero ahí sigue el resistente Laschet, haciendo oídos sordos a quienes le acusan de estar alimentando una ficción, una realidad paralela.

No se sabe qué sucederá primero: que verdes y liberales digan claramente que empiezan a negociar la coalición semáforo, o que Laschet caiga víctima de las puñaladas y luchas de poder de su partido, donde varios aspirantes maniobran para colocarse en puestos de cabeza para cuando se abra el hueco. Mientras siga viva la posibilidad de Jamaica, por lejana que sea, Laschet intentará mantener la ficción. Su supervivencia política está en juego. Apostó a ser canciller, o nada. No puede volver a Renania del Norte-Westfalia, donde ha sido presidente desde 2017, y tampoco su partido parece dispuesto a dejarle ser líder de la oposición en el Bundestag, el puesto político más destacado en una formación excluida del Gobierno.

Verdes y liberales no han querido desvelar el contenido de sus charlas. Aseguran que necesitan la confidencialidad para hablar con libertad. Pero que ven puntos en común. O más bien voluntad para superar sus diferencias, que son muchas en cuestiones como las finanzas y las políticas del clima. Los liberales, por ejemplo, no quieren ni oír hablar de subir impuestos ni de asumir más deuda. Los ecologistas proponen inversiones millonarias para acometer la transición energética que necesita el país. “Ambos defendemos el cambio, pero no necesariamente el mismo cambio”, dijo Robert Habeck, copresidente de los verdes. Los dos dan a entender que están tendiendo puentes en la cuestión programática, pero tienen que salvar otro escollo, el de los sillones. Tanto Lindner como Habeck ambicionan el poderoso Ministerio de Finanzas.

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La siguiente fase de un proceso que puede prolongarse semanas o meses se inicia este domingo. El FDP se reúne primero con los socialdemócratas, ganadores de los comicios con un 25,7% de los votos, y después con los democristianos. Los verdes tienen una cita el mismo día con el SPD y se encontrarán con la CDU-CSU el próximo martes. Son reuniones bilaterales, y de exploración. Todavía faltan “días o semanas”, dijo Habeck, para que puedan empezar las negociaciones formales. El copresidente del SPD, Norbert Walter-Borjans, aseguró este sábado en una entrevista que los socialdemócratas ven factible que la toma de posesión llegue “antes de que acabe el año”. En 2017 hicieron falta para ello casi seis meses.

Las bases de los verdes votarán la coalición

E. G. S.

Los verdes someterán a la votación de sus bases un posible acuerdo de coalición dentro de dos semanas. Lo decidieron este sábado durante un congreso extraordinario en el que se reunieron para acordar cómo se desarrollarán las negociaciones con las otras fuerzas políticas sobre el futuro Gobierno de coalición. La comisión negociadora estará formada por diez miembros, encabezados por los copresidentes del partido, Robert Habeck (52 años) y Annalena Baerbock (40 años). Los medios han especulado con que Habeck, el más carismático del dúo, tendrá ahora el protagonismo tanto en la negociación como a la hora de hacerse con el puesto clave en el nuevo Ejecutivo. En primavera dio un paso al lado y apoyó la candidatura de Baerbock. Ahora podría considerar que es su turno de brillar en la formación del próximo Gobierno. Este sábado avisó a los delegados presentes en el congreso: “Van a ser cuatro años agotadores”. Pero primero hay que negociar la coalición.

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