La frialdad con la que Álex Palou gestionó la presión a lo largo de todo el campeonato de la IndyCar tuvo su punto álgido en el momento más decisivo, este domingo en Long Beach, en un circuito con más muros que el de Mónaco, y en el último gran premio del curso. A sus 24 años y en su segunda temporada en el certamen, el corredor de Sant Antoni de Vilamajor (Barcelona) pilló a trasmano a todos los favoritos para convertirse en el primer español que conquista América. Solvencia absoluta la exhibida por Palou, que apenas dio un paso en falso a lo largo del curso y que llegó al trazado californiano con el viento a favor y en la mejor predisposición para coronarse. Las cosas todavía se le pusieron más de cara al piloto del equipo Chip Ganassi después del abandono del mexicano Pato O’Ward (vuelta 20, tras ser embestido por Ed Jones), uno de los dos rivales que podía arrebatarle el título. El otro, Josef Newgarden, estaba obligado a ganar y a esperar el derrumbe del catalán. No ganó Newgarden (terminó el segundo) y Palou cruzó la meta el cuarto para irrumpir en la historia de las carreras de coches con un colchón de 38 puntos de ventaja, más de los que tenía antes del arranque (35). “¿Os gustan los donuts?”, dijo por la radio mientras enroscaba su monoplaza hasta cinco veces, con el puño en alto, en busca del abrazo de Ramon, su padre, que siguió la prueba desde el muro.
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La hazaña es descomunal si se tiene en cuenta el recorrido del chico, uno de los jóvenes talentos que inundan Europa y que se quedan sin apoyo, ahogados por las ingentes cantidades que pide cualquier escudería de Fórmula 2 o Fórmula 3. Palou dio un volantazo y se fue a correr a Japón, donde se hizo un nombre en disciplinas con menos purpurina pero igual de apretadas, y de allí arrancó el soporte que le llevó a la Indy en 2020. El mercado le dio la oportunidad de recalar en Chip Ganassi, una de las estructuras más potentes, en la vacante dejada por Felix Rosenqvist. Tres victorias (Alabama, Elkhart Lake y Portland), la última estratosférica, tras salir desde la pole y caer hasta la última plaza, una auténtica declaración de intenciones.
”Lo que ha hecho Álex es tremendo. Porque, además, lo ha hecho solito, picando piedra, gracias a su capacidad de trabajo”, cuenta a EL PAÍS Oriol Servià, uno de los pioneros españoles en desembarcar en el automovilismo norteamericano. El propio Palou reconoce que el de Pals fue un elemento clave para él; que le pidió consejo y lo siguió, por más que el gerundense prefiera quitarse importancia. “Todo le llega en el momento justo, tras haber acumulado cierta experiencia en óvalos, que son importantes, y además está en el mejor equipo. Pero le están saliendo bien las cosas porque le tenían que salir bien”, añade Servià, que en varios eventos ha sido el encargado de conducir el Pace Car —coche de seguridad—. En Ganassi, Palou ha coincidido con Scott Dixon y con Jammie Johnson, una leyenda de la Indy, el primero (seis títulos), y de la Nascar, el segundo (siete), de quienes se empapó de lo mejor de ambos.
Servià se desplazó este fin de semana desde su residencia, en Los Ángeles hasta Long Beach, donde este jueves recibió una placa en su nombre por su trayectoria. Cuando se le pregunta por el siguiente paso de Palou, él lo tiene claro: “La Indy es un campeonato mucho más sano que la F-1. Hay política, como en todos lados, pero mucha menos. Álex tiene la cabeza en su sitio y, a menos que le llegue una oferta de uno de los mejores equipos de la F-1, creo que seguirá aquí varios años”, remacha.
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