El día que Carlo Ancelotti regresó a Valdebebas se le preguntó con insistencia si sería capaz de resolver un enigma que llevaba tres años sobrevolando el Real Madrid: cómo compensar el vacío goleador dejado por la marcha de Cristiano Ronaldo sin añadir piezas de ataque a la plantilla. Al italiano no pareció inquietarle: Benzema marcaría más todavía y Vinicius rompería a hacerlo. Y así comenzó el curso. Pero mientras eso sucedía, quedaba también en evidencia que se derrumbaba el mecanismo defensivo erigido por Zinedine Zidane para resolver el mismo enigma. El Madrid es ahora más vulnerable: le tiran más a puerta, con más peligro y, claro, le marcan más. Y con ese puzle se queda casi a solas Ancelotti durante el parón de selecciones en Valdebebas.
A falta de acierto en la delantera, donde no aparecía compañía para Benzema, Zidane había mirado en dirección opuesta, hacia la defensa, sobresaliente en especial durante el curso 2019-20, cuando levantaron el trofeo de la coronaliga en un Alfredo di Stéfano semi desierto. Aquella temporada consiguieron acogotar de tal modo a los rivales que le generaban muy poco peligro en contra. Según el modelo de goles esperados de Statsbomb, que calcula el valor de las ocasiones de gol, su calidad, al Madrid solo le generaban peligro como para marcarle 0,71 goles por partido. A eso se unió un Thibaut Courtois especialmente inspirado que incluso redujo esa cifra, con lo que los blancos terminaron como el equipo menos goleado, con solo 25 tantos en contra, 0,65 por partido. Al año siguiente, la defensa aflojó un poco, y concedió 0,80 goles esperados por partido. Con esos datos como referencia, el desempeño de este principio de temporada en la Liga tiene la apariencia de cierto derrumbe: concede 1,17 goles esperados por partido, casi un 50% peor que la temporada pasada.
La nueva debilidad la había detectado Ancelotti desde el principio, desde que supo que perdía a la pareja titular de centrales, Ramos y Varane; desde que constató que el mejor recambio de Carvajal, su lateral derecho, en realidad no era un lateral derecho sino Lucas Vázquez; cuando comprobó que Miguel Gutiérrez resultaba deslumbrante en ataque, pero que aún le falta mili en defensa. También ha constatado que lo que aporta Nacho en defensa como lateral izquierdo lo pierde en ataque, y se ha visto sacando a Alaba del centro de la defensa, que es donde cree que más aporta. Ajusta una tuerca y se le desajusta otra. Igual que en el centro del campo, donde Casemiro ya no arregla todos los problemas, hay que preservar a Modric y Kroos estaba lesionado.
El pinganillo de Davide
Pese a todo, Ancelotti ha querido seguir apretando arriba, y el equipo está robando esta temporada ligeramente más cerca del portero rival. Según los registros de Statsbomb, sus acciones defensivas se sitúan, de media, a 45,8 metros de la portería de Courtois, mientras que el curso anterior se localizaban a 45,2. Pero ahora supone más riesgo. Desde el principio Ancelotti alertó en el vestuario y en público de que si los delanteros no presionaban, el entramado se resentía: “La línea de defensa se posiciona teniendo en cuenta la presión que hay con el balón. Si metemos presión al balón, la línea se puede quedar más alta”, explicó. “Nos gustaría tener la línea en la mitad del campo”.
Alaba se desgañita durante los partidos tratando de sacar al equipo de la cueva: “¡Fuera! ¡Fuera!”, grita, empujando a la desesperada la línea con una de sus primeras palabras en español. Mientras, los miembros del equipo técnico de Carlo Ancelotti distribuidos por el campo avisan de los desajustes al pinganillo en el oído del segundo entrenador, su hijo Davide, detallista de la táctica y el dato. Desde las posiciones elevadas de esa parte del cuerpo técnico, se observa con mayor claridad las lagunas que se abren cuando los futbolistas aflojan la intensidad. Esa es otra de las quejas públicas del entrenador, que ha llegado a sacar del campo a Bale y a Hazard después de sendas exhibiciones de dejadez en su marca.
Los desajustes permiten más alegrías a los contrarios: el Madrid recibe este curso 11,14 disparos, mientras que el anterior registró 9,16, y en la coronaliga, 8,61. El descenso en la intensidad apuntado por el técnico contribuye, además, a que esos disparos se produzcan en condiciones de mayor desahogo y en posiciones con algo más de peligro, de modo que en lo que va de temporada el 36% de los intentos de los rivales va entre los tres palos (4 por partido), mientras que el curso pasado acertaban en el 32% de los tiros (2,92, uno menos por partido).
Ese es uno de los factores que puede explicar la bajada en el porcentaje de paradas del belga, que ha pasado del 81,1% de la temporada pasada al 71,9% de esta.
El frenazo anotador en los tres últimos partidos, con solo dos goles, uno de ellos de penalti, ha dejado más a la vista el trabajo defensivo pendiente, y ha provocado el primer pequeño terremoto del curso en Valdebebas, al enlazar el equipo dos derrotas (Sheriff y Espanyol) y tres partidos sin ganar (con el empate contra el Villarreal). El diagnóstico de Nacho después de perder en el RCDE Stadium fue nítido: “Tenemos que seguir trabajando para ajustarnos defensivamente”.
Ese es el puzle con el que se quedan los Ancelotti, Carlo y Davide, estos días en Valdebebas, en los que apenas tendrán futbolistas titulares con los que trabajar por el éxodo de once de ellos con sus selecciones. El técnico tiene clara la línea maestra: “Creo que sin balón el sistema más eficaz es un 4-4-2, o por lo menos con dos líneas de cuatro”, dijo antes de jugar contra el Espanyol. “Defender con una línea de cinco te complica un poco más la presión arriba”. Después del parón tendrá además a su disposición dos piezas que considera esenciales para encajar su puzle: Mendy y Carvajal.
Puedes seguir a EL PAÍS DEPORTES en Facebook y Twitter, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.