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La carrera de Donald Trump para la reelección a la Casa Blanca se ha topado con una crisis de proporciones estratosféricas, la pandemia, que no esperaba hace siete meses y que ha agravado sus viejas discrepancias con la comunidad científica. Frente a los mensajes de cautela de sus científicos, el presidente asegura que la vacuna estará disponible incluso en cuestión de semanas. Su rival en las urnas, el candidato demócrata Joe Biden, ha sembrado de dudas cualquier anuncio que el mandatario haga sobre un asunto tan sensible antes de la cita con las urnas, el 3 de noviembre.

El miércoles tuvo lugar una cacofonía estridente incluso para los estándares de esta Administración. El director del Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, en inglés), Robert Redfield, afirmó durante una comparecencia en el Senado que la vacuna contra la covid-19 no estaría disponible para el gran público hasta mediados de 2021, lo que supone un jarro de agua fría sobre las previsiones más optimistas, planteadas por el epidemiólogo de referencia en la Casa Blanca, Anthony Fauci, y, sobre todo, por Donald Trump, que cree viable que los primeros pacientes puedan empezar a usarlas en cuestión de semanas.

“Si me pregunta cuándo estará disponible para que podamos comenzar a usarla para volver a nuestra vida normal, creo que, probablemente, estamos mirando a final del segundo trimestre, tercer trimestre de 2021”, señaló Redfield. El doctor agregó que entre noviembre y diciembre sí es posible que exista una, pero matizó que se tratará de “un suministro muy limitado” para cuya distribución deberán establecer prioridades (personas vulnerables o personal esencial, por ejemplo). El republicano compareció ante los medios apenas unas horas después desde la Casa Blanca y corrigió a Redfield. “Estamos listos para distribuirla de inmediato [una vez que se obtenga]”, recalcó, “creo que [el director del CDC] cometió un error cuando dijo eso. Es solo información incorrecta, creo que estaba confundido”.

Para el rival de Trump en las urnas, el candidato demócrata Joe Biden, los dimes y diretes en un asunto tan sensible como este son abono electoral, le sirven para incidir en la imagen de una Administración errática y desinformada. El miércoles puso en duda la fiabilidad de cualquier anuncio de Trump sobre estos medicamentos. “Confío en las vacunas y confío en los científicos, pero no confío en Donald Trump”, dijo.

Trump insistió este jueves en una entrevista radiofónica en que el proceso va mejor de lo previsto y atacó a los demócratas por cuestionarlo. “Están petrificados por si la vacuna viene antes de las elecciones [de noviembre]”, señaló.

A menos de dos meses para las presidenciales, la carrera por conseguir una vacuna a la mayor brevedad es un tema recurrente en los actos de campaña de Trump. EE UU acumula casi 200.000 fallecidos por coronavirus y las restricciones sanitarias mantienen la economía en un letargo (la Reserva Federal calcula una contracción del 3,7% este año), con una destrucción de empleo que no se veía desde la Gran Depresión. El desasosiego que ese panorama plantea en los ciudadanos solo se calma con la idea de una solución definitiva a la pandemia, que pasa por la vacuna, y el republicano suele asegurar que antes del 3 de noviembre ya estará disponible, al menos, para los enfermos más vulnerables. En una entrevista concedida por el mandatario el martes en Fox & Friends, se aventuró a decir que podría aprobarse una “en cuestión de semanas”.

El lunes, en una reunión con electores organizada por CNN, el presidente cuestionó incluso la necesidad del uso de mascarillas, asunto que ya parecía haber aceptado. “Hay mucha gente que no quiere llevarlas, como los camareros que creen que es un problema porque tocan la mascarilla y tocan los platos; mucha gente, como el doctor Fauci, decían al principio que no había que llevarlas”.

La discrepancia entre el presidente y la comunidad científica ha quedado patente también a raíz de la histórica oleada de fuegos en la Costa Oeste. Trump, que siempre ha encarnado el discurso negacionista ante la urgencia climática, visitó el lunes California y protagonizó, en vivo y en directo, un rifirrafe con los expertos en la materia. El presidente atribuyó la crisis a la mala gestión forestal, lo que supone un dardo a las autoridades del Estado —California en un territorio rabiosamente demócrata y fuerte opositor a Trump—, y no a una crisis medioambiental.

“No creo que la ciencia sepa lo que sucede”, dijo Trump en un encuentro informativo, en el que también estaba presente el gobernador del Estado, Gavin Newson. “Si ignoramos la ciencia, enterramos la cabeza en la arena y creemos que todo se debe a la gestión de la vegetación, no vamos a proteger a los californianos “, dijo a Trump el secretario de Recursos Naturales, Wade Crowfort. A lo que Trump respondió: “Empezará a enfriarse el tiempo, usted esté atento”.

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