A Annette Bening le han vinculado demasiadas veces con el rol de la maternidad y la actriz ha sido capaz de aprovechar la etiqueta para desmontarla a través de su trabajo. “Se ha convertido en algo habitual para mí ser la madre de otros en el cine”, ha dicho en más de una ocasión al repasar algunas de sus películas: American Beauty, Conociendo a Julia, Los chicos están bien, Mujeres del siglo XX. En Regreso a Hope Gap, vuelve a interpretar a “una mujer que ha dedicado su vida a su hijo y a su marido”, describe en una entrevista por Zoom, “pero al mismo tiempo no responde al estereotipo”.
Grace, el papel que interpreta Bening (62 años, Kansas), descubre una mañana, después de ir a misa, que su matrimonio de décadas se ha terminado. Su marido —Edward, que protagoniza Bill Nighy (Love actually)— se ha enamorado de otra mujer y decide marcharse. Ella llora, grita, se enfada, vuelca la mesa del desayuno, dice cosas de las que se arrepiente, involucra a su hijo en la separación. Hace, en palabras de la actriz, todo lo que no se espera de una mujer. “Las mujeres no tenemos que ser siempre razonables”, apunta.
“En muchas ocasiones los personajes de mujeres están escritos desde una perspectiva demasiado sentimental basada en que cuando sucede una de estas situaciones hay una única respuesta o reacción, la esperada, la razonable. Por eso me gusta tanto Grace. No hace lo que se espera de una mujer. Reacciona según siente su corazón y su estómago”, resume Bening.
Regreso a Hope Gap está basada en la vida de su director William Nicholson. Sus padres se divorciaron y el cineasta se quedó en mitad del campo de batalla y terminó sufriendo los daños colaterales. Por un lado, una madre que le obliga a resolver la situación. “Puede considerarse políticamente incorrecto: pone a su hijo en el centro del problema. Es terrible”, reconoce la intérprete. En el otro frente, un padre que es una paradoja. “Edward necesita sentir que hay una justificación en lo que hace, lo que no impide que de verdad no pueda quererla como debería”, describe Bening el papel de su marido en la ficción. “Es importante también entender a este personaje, tratar de descifrar su complejidad, no quedarse únicamente en que es un marido que ha tenido un affaire, es un hombre que intenta hacer lo correcto”.
La manera en que Nicholson describe el proceso de descomposición de la pareja se inscribe en esa parte de la historia del cine en el que la épica también está en el amor de andar por casa, la monogamia o las tradiciones a las que se aferran algunas parejas hasta que ya no los sujetan más. Como la religión católica de la que es devota el personaje de Bening. “En la vida real las personas no son héroes”, dice la actriz, “no siempre se está a la altura de las ocasiones”. Regreso a Hope Gap se una a la lista de Historia de un matrimonio, el ejemplo más reciente, con antecedentes como La guerra de los Rose, Crueldad Intolerable o Kramer contra Kramer.
Vivir en el pasado
El drama se estrena en tiempos de pandemia, con una industria en crisis que se revisa las costuras en busca de una salida, de su particular nueva normalidad. “La producción de películas está en caída libre. Se están rodando algunas porque cuentan con un gran presupuesto y otras que son más arriesgadas”, opina Bening. “No podemos vivir en el pasado, seguir en la nostalgia. Yo ya lo he aceptado, como actriz me adaptaré. No podemos negar el avance de la tecnología, el streaming y el cine en casa. Es una crisis que venía de antes, hace tiempo que se cierran cines en EE UU”.
Bening asegura seguir recibiendo guiones. “Hay muchos proyectos en marcha”, dice. Confía en que en algún momento se retomará cierta normalidad. Y asume su parte de responsabilidad en los papeles que están por venir: “Tenemos que ser fieles a la realidad cuando contemos este momento. No podemos ser triviales en nuestras historias. La pandemia ha supuesto un gran cambio para el mundo del arte”.
Cuando se realiza esta entrevista, Donald Trump acababa de anunciar su positivo por coronavirus. La actriz, indignada, califica al presidente de EE UU de “arrogante y negacionista con la ciencia”. En ese momento faltan días para que se conozca que no solo Trump y su mujer se han contagiado, sino que la Casa Blanca se ha convertido —casi― en una zona roja de la pandemia en Washington. Bening prefiere no adelantarse al resultado electoral. Hace otra reflexión: “Depende del estado de ánimo con el que esté me apetece más ver una película oscura, dura, desoladora que otras más vitalistas. Lo mismo me sucede con la lectura. No sé si está relacionado solo con la pandemia. Yo ahora, por ejemplo, he estado leyendo y viendo documentales sobre el fraude electoral”.
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