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Año 1 después de Biden: la esperanza se agrieta

El presidente estadounidense Joe Biden, este viernes en la Casa Blanca.Al Drago / POOL (EFE)

Hace justo un año, sobre las 11.30 de la mañana (hora de Washington), las calles de las grandes ciudades de Estados Unidos, mayoritariamente demócratas, estallaron en euforia, con millones de ciudadanos echados a la calle para celebrar la derrota de Donald Trump en las elecciones presidenciales como quien celebraba el fin un régimen, la caída de un villano. Los comicios tuvieron lugar el 3 de noviembre, pero la victoria de Joe Biden no fue declarada hasta cuatro días más tarde de agónico escrutinio. Una participación colosal, que no se había visto en 120 años, había encumbrado a este veterano político hacia la presidencia más poderosa del mundo. Ni el carisma ni el entusiasmo habían espoleado su triunfo, sí la unión de más de 80 millones de votantes demócratas contra uno de los presidentes más divisivos de la historia reciente.

Los exámenes forenses arrecian ahora. La congresista demócrata por Virginia Abigail Spanberger, considerada moderada, reprocha la ambición del programa social que quiere impulsar el presidente pese a su frágil mayoría en el Congreso, el mayor impulso al Estado de bienestar en 60 años. En declaraciones a The New York Times, dijo: “Nadie le ha elegido para ser Franklin Delano Roosevelt, le eligieron para ser normal y parar el caos”. El editorial de este influyente rotativo también ha instado al partido a “volver a las políticas moderadas y los valores que impulsaron las victorias de 2018 y 2020″. Por el contrario, los legisladores progresistas advierten de que es precisamente el bloqueo de la prometida reforma social lo que está desencantando al votante. Las encuestas, sin embargo, reflejan sobre todo la erosión del apoyo de los votantes independientes: ha pasado del 61% de principios de año al 34% de hace dos semanas.

Los primeros meses de vino y rosas han terminado. La calamitosa retirada de las tropas de Afganistán sumó otra piedra en el camino. Cuando llegó a la Casa Blanca brotaron los paralelismos con Roosevelt y con Lyndon B. Johnson por su defensa de un Gobierno fuerte y sin complejos que interviniera para resolver inequidades. Hoy, sus adversarios republicanos agitan el fantasma de Jimmy Carter, presidente demócrata que fracasó en la reelección, para atacar: inflación, crisis energética. Este viernes, Biden sacó brillo a la buena marcha de la economía: “Hoy hemos alcanzado un nivel de empleo que los analistas solo creían posible en dos años. Humildemente, sugeriría que es una mejora significativa respecto a cuando asumí el cargo. Esto no ha pasado por accidente”.

Entre sus votantes, con todo, crece la melancolía por reformas que no han fructificado en el Congreso ―la policial, la migratoria, la del acceso al voto― por el rechazo frontal de los republicanos, cuyos votos son necesarios para esas medidas de calado. El Congreso le dio un respiro este viernes y, pese a un retraso de meses, aprobó el plan bipartito de infraestructuras, de 1,2 billones de dólares. Un país que fabrica relatos a la velocidad de la luz volverá a convertir a Biden en un político en estado de gracia en cuanto logre desatascar su ambiciosa agenda social.

“Es hora de bajar la temperatura y cerrar heridas; mirarnos, escucharnos de nuevo y dejar de ver a nuestros oponentes como rivales. No lo son, son estadounidenses”, dijo Biden hace un año, en un clima de profunda hostilidad política. Hoy por hoy, esa paz no ha sido posible. Cinco votantes del mandatario explican sus sentimientos ambivalentes:

Sandra Benson-Carro, 46 años

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La votante demócrata Sandra Benson-Carro, de 46 años, en Miami.

Sandra Benson-Carro votó por Joe Biden convencida de que era el único candidato demócrata capaz de atraer al electorado de centro y a los indecisos en un ambiente extremadamente polarizado. También era la mejor opción, pensaba, para evitar que Donald Trump saliera reelegido, un presidente que, a su juicio, significó un retroceso en temas medioambientales, de acceso al aborto y educativos. Hija de padre estadounidense y madre colombiana, se define como una demócrata moderada satisfecha con el desempeño de Biden en la Casa Blanca. Reconoce que la retirada de Afganistán fue un fracaso, pero matiza que la responsabilidad no fue al 100% del mandatario, ya que estaba pactada desde la Administración anterior.

Es optimista sobre el plan social que se discute hace semanas en el Congreso. Confía en que va a salir adelante y celebra que la iniciativa del cambio climático no haya sido eliminada, como varias otras: “Como tengo hijos, quiero asegurarme de que no destruyamos la tierra en la que van a vivir”, afirma. Casada con un italiano y trabajando desde hace años para América Latina en la multinacional de finanzas y seguros AIG, lo que más lamenta es que el permiso remunerado de maternidad esté en el aire. A pesar de su apoyo al mandatario, cree que los republicanos van a recuperar el Congreso en las legislativas de 2022. “Espero que si los republicanos logran la mayoría, no sean trumpistas, que están en otro nivel, sino republicanos de centro”.

Jacob Plotkin, 23 años

El votante de Biden Jacob Plotkin, de 23 años, en Washington.Xavier Dussaq

Vota a los demócratas porque es lo más cercano a sus ideas, pero no es un partido que sienta que lo representa. Simpatizante del izquierdista Bernie Sanders desde 2016, se sintió obligado a apoyar a Biden en las presidenciales porque era la opción más viable para implementar políticas medioambientales y restablecer el liderazgo de Estados Unidos en el tablero internacional. “Nunca esperé mucho de él, ni que cumpliera la mayoría de sus promesas ni que hiciera mucho más que no estropearlo”, afirma. El joven empleado de una organización que trabaja para frenar el cambio climático achaca al presidente el fracaso de la retirada de las tropas de Afganistán y su política migratoria en la frontera con México. “Aunque todos digan que se está yendo hacia la izquierda, eso no ha ocurrido”.

Plotkin se declara abierto a votar por un legislador republicano si alguno presenta una propuesta seria y comprometida para combatir la crisis climática, su máxima preocupación. Cree que en las legislativas de 2022 habrá una “ola roja” [el color del partido conservador] y que las derrotas demócratas de esta semana en Virginia y casi en Nueva Jersey son una prueba de que le va bien a los candidatos que tienen el apoyo de Trump. Sobre el bloqueo del plan social de Biden en el Congreso, lo califica de “una vergüenza”. “Durante años la frase de los demócratas ha sido ‘Podemos conseguirlo todo si el senador republicano Mitch McConnell no nos detiene’. Y en el momento en que pueden hacer algo, la gente equivocada es la que los detiene”.

Tinsley Murphy, 36 años

La votante demócrata Tinsley Murphy, de 36 años, en Washington.Xavier Dussaq (Xavier Dussaq)

Tinsley Murphy se declara decepcionada de Joe Biden. Antes de criticarlo, apunta que el mandatario comenzó su legislatura en circunstancias adversas y que ha hecho una buena campaña de vacunación contra la covid. “En todos los demás aspectos ha actuado como un demócrata estándar moderado. No veo ninguna acción sobre lo que dijo que quería que ocurriese en su presidencia”. Empleada de Catholics for Choice, organización católica en defensa del derecho a abortar, Murphy tenía la esperanza de que la pandemia pusiese de evidencia la necesidad de poner en marcha un plan de seguro médico universal. “A pesar de que es un tema extremadamente urgente, obviamente me equivoqué”.

“Creo que Biden puede hacer más de lo que está haciendo, ser más influyente, no es lo suficientemente fuerte para llevar a cabo los cambios que necesitamos en este país”, sostiene. Además de la falta de carácter, Murphy critica que el presidente haya llevado a cabo algunas medidas, especialmente en materia migratoria, que le recuerdan a las de la era Trump. Un ejemplo es la expulsión inmediata de miles de haitianos. “Esa imagen fue muy chocante porque durante su campaña dijo que quería fronteras más abiertas”. En la campaña también habló de condonar las deudas estudiantiles, algo que apoya Murphy, y que no cree que vaya a ocurrir. Resignada a la idea de que no hay “una buena alternativa política para quienes tampoco quieren ser republicanos”, adelanta que, pase lo que pase en esta Administración, va a votar a un demócrata en las próximas elecciones.

Maricela Lorenzo, 22 años

Hija de inmigrantes mexicanos indocumentados, Lorenzo votó por primera vez en noviembre de 2020. Lo hizo por Biden y Kamala Harris aunque, confiesa, no sentía una “confianza total en ellos”. “Lo sentí como un deber”, dice, porque quería romper con el ciclo de miedo que las políticas de Donald Trump habían provocado dentro de sus círculos: inmigrantes de clase trabajadora de Koreatown, en el centro de Los Ángeles. Un año después afirma no sentir “la ilusión de que el Gobierno trabaja en favor de la gente”. “No me siento convencida de que las cosas hayan mejorado”, añade.

Lorenzo se graduó en mayo de la Universidad Smith, en Massachusetts, pero ha tardado varios meses en encontrar empleo. Cree que una de las principales deudas de la Administración es con la población latina. Entre estas, la ambiciosa reforma para dar papeles a 11 millones de personas, que se presentó como una de las primeras prioridades de los demócratas. Le gustaría también que se protegieran los derechos de los inmigrantes que arriban al país y que se aumenten las cuotas de refugiados. “Todo eso está estancado”, apunta. “Ese tema siempre se queda en el limbo. Nunca llegan los cambios prometidos. En lugar de que se den pasos para adelante se dan pasos para atrás”.

Kirk Samuels, 36 años

El votante demócrata Kirk Samuels, de 36 años, Los Ángeles.

Kirk Samuels, activista afroamericano, cree que el Gobierno no ha priorizado las necesidades de la comunidad negra, que fue fundamental para que Biden ganara los Estados de Georgia y Nevada. El mayor chasco se lo ha llevado con la reforma policial, nacida de las imágenes de brutalidad contra George Floyd que dieron la vuelta al mundo. “Esa iniciativa murió en el Senado. Hasta el momento no hay leyes que nos apoyen ni nos protejan, mientras prometen gastarse billones de dólares en otras cosas”, señala. “Es un problema nacional que necesita atención nacional”, sentencia.

Habitante de Long Beach, en el sur de la vasta ciudad de Los Ángeles, Samuels cree que lo que se ha visto hasta el momento de la Administración “ha estado bien, pero no es maravilloso”. Reconoce la gestión de la pandemia y el esfuerzo por proveer de vacunas suficientes a todos los estadounidenses, aunque cree que es necesario que los especialistas den más información sobre las inmunizaciones para esfumar las dudas y resistencias de negros y latinos, rezagados en la vacunación.

Samuels está expectante por lo que traerán las elecciones de mitad de mandato de 2022. Tiene la esperanza de que de haya un cambio que lleve a aprobar las iniciativas progresistas que lo llevaron a votar por Biden hace un año.


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