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Aplastante derrota de Macri: “Es la economía, estúpido” (Artículo)

Aplastante derrota de Macri: “Es la economía, estúpido” (Artículo)

“La trompada pegada en las casillas electorales ha sido tan fuerte que ni el poder político ni el económico la han podido disimular”, escribe Miguel Bonasso.

Por Miguel Bonasso, exclusivo para Aristegui Noticias

¡No queremos hermanos argentinos huyendo para acá”, exclamó el presidente brasileño Jair Bolsonaro, al enterarse de que su compadre neoliberal, el argentino Mauricio Macri, había sido aplastado electoralmente por el binomio compuesto por Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner, que le sacaron un 15 por ciento de ventaja en las elecciones “primarias abiertas” del domingo último.

Aunque esta votación constituye en realidad una suerte de gran encuesta, previa a los comicios presidenciales que se llevarán a cabo el próximo 27 de octubre, la diferencia parece imposible de superar. Y su significado político -como se ve- va más allá de Argentina, marcando un alto a la restauración ultraconservadora que amenazaba con arrasar cualquier brizna de populismo y aún de tibio progresismo en la región.

Hubo alarma en Wall Street, donde los papeles argentinos de bancos y empresas de energía se fueron por la letrina y en el país una caída récord de la Bolsa porteña, que alcanzó el 37%. La tasa de interés de las letras de liquidez “Leliq” saltó por arriba del 74%, un récord que evocó en muchos la gran crisis de diciembre de 2001, que arrojó fuera de la Presidencia al radical Fernando de la Rúa. El dólar estuvo rondando en la mañana del lunes entre los 60 y los 65 pesos, según los principales bancos. En diciembre de 2015, cuando asumió la Presidencia el ex socio minoritario de Donald Trump, la divisa norteamericana estaba en 9 pesos con 87 centavos.

La trompada pegada en las casillas electorales ha sido tan fuerte que ni el poder político ni el económico la han podido disimular. Empresarios, políticos, periodistas famosos y hasta alguna vedette, continúan boquiabiertos por el fenómeno. Las grandes empresas encuestadoras, que a lo sumo admitían un posible triunfo opositor por tres o cuatro puntos, han tenido que admitir su grosera equivocación.

Ese desconcierto del establishment lo confirmó el rostro, a veces compungido y a veces colérico del primer mandatario, en una conferencia de prensa ofrecida al día siguiente de la derrota, donde estuvo acompañado y asistido por su candidato a vicepresidente, el sibilino senador justicialista Miguel Ángel Pichetto, que intentó vanamente sacarlo del estado de shock en el que cayó Macri la noche del domingo, cuando mandó a todo el mundo a su casa “a dormir”. Pichetto, que sentó plaza en el kirchnerismo desde el primer día hasta el último, desertó en combate hace un par de meses para compartir la fórmula con un Macri que, en ese momento, aparecía como posible ganador. Lo que se llama un oportunista sin sentido de la oportunidad.

Si bien el Presidente reconoció el mismo domingo que había hecho “una mala elección”, veinticuatro horas más tarde seguía sin asimilar por qué los Fernández habían sacado casi el 48% de los votos contra su magro 32% y ese fenómeno se había repetido en todo el país, de manera muy significativa en la estratégica provincia de Buenos Aires, donde el ex ministro de Economía de Cristina Fernández, Axel Kicilof, se había impuesto por una diferencia aún mayor (49,34% contra 32,56%) a la actual gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal, considerada como posible sucesora de Macri por no pocos “analistas” de los grandes medios.

Sin embargo, aún en la antiperonista Ciudad de Buenos Aires, único distrito importante donde se impuso el actual jefe de gobierno macrista, Horacio Rodríguez Larreta, la bronca por la combinación de hiperinflación con recesión era palpable. “Esto no puede seguir”, era una frase reiterada. Y no sólo por las miles de personas que duermen en la calle o se alimentan en comedores solidarios, sino por pequeños comerciantes, profesionales y empleados que, sin duda, en el 2015, habían votado a Macri.

Sin embargo, tanto el Presidente, como su Jefe de Gabinete, el soberbio Marcos Peña, que han hecho de medios, redes sociales y espías, un oscuro entramado cortesano, no supieron interpretar datos que saltaban a la vista de cualquiera.

Algunas muestras:
. El dólar ha subido, en lo que va del 2019, un 40,6%. La inflación interanual que era del 26,9% en el 2015 trepó al 55,8% en junio de este año. Durante los cuatro años de la gestión Macri, alcanzará un 250%. Los salarios y las jubilaciones quedarán muy por debajo. Solamente el dólar registra ya un aumento en la etapa macrista de 360%.

. Las tarifas de electricidad y gas aumentaron 1490% y las de servicios públicos 1297%.

.La ANSES (organismo a cargo de pensiones y jubilaciones) podrá ahorrarse 330 mil juicios de jubilados que pretenden actualizar lo que legítimamente les pertenece, gracias a la mortandad que puede incrementarse con los precios inalcanzables de los medicamentos. Todo esto en un país que decrece de manera vertiginosa: en 2018, el PBI cayó 2,5% y se calcula que este año la baja andará por el 1,3%.

Las jubilaciones subirán 12% en septiembre, pero la mayoría apenas cubrirá el 40% de las necesidades de los adultos mayores. El piso quedó en 12.937 pesos. Unos 215 dólares mensuales, si calculamos en 60 pesos el valor de la divisa. Una propina de siete dólares por día para el que trabajó toda la vida y financió el sistema jubilatorio.

.En los últimos 4 años los jubilados perdieron el 20% de su poder adquisitivo y los asalariados activos el 17%.

. En este cuatrienio negro, en el que según Mauricio Macri “volvimos a estar en el mundo”, la deuda externa aumentó 163.985 millones de dólares o 190.081 si le sumamos los compromisos de las provincias y los privados. A causa del famoso acuerdo con el FMI, que tanto agrada a la mayoría de los medios, la deuda con los organismos internacionales se multiplicó por 2,4, pasando de 39 mil millones de dólares a 68 mil millones de dólares. De los 57 mil millones de dólares que se habrán recibido en el 2020, habrá vencimientos en el 2022 y 2023 que trepan a 46mil millones de dólares por año. Un 5% del PBI por año. ¿Para infraestructura? ¿Para reindustrializarnos? No parece: entre junio de 2015 y junio de 2019 cerraron 19.131 empresas pequeñas y medianas; las famosas PYMES, que en Argentina son las principales creadoras de trabajo. Muchísimo más que esos grandes monopolios, que Macri ama y ya no van a venir a poner sus dólares, asustados por la derrota del presidente-empresario. No es de extrañar, entonces, que haya un millón 920 mil desocupados. Doscientos veinte mil más que un año atrás. El desempleo, que era del 7,1% en el primer trimestre del 2015 trepó al 10,1% en igual período del 2019. Esta es la peor destrucción de empresas desde el 2001, con una retracción del 3,4% desde el 2015. FUERON LITERALMENTE AHOGADAS POR LAS TASAS DE INTERES ALTISIMAS Y LA DOLARIZACION A LO BESTIA DE LAS TARIFAS.

Tal vez Mauricio Macri, hijo del fallecido empresario calabrés, Franco Macri, que hizo gran fortuna con la dictadura militar, no perciba muchos de estos inquietantes fenómenos porque su patrimonio aumentó a 150 millones de pesos, pero no es el caso de los 11.622.428 ciudadanos y ciudadanas que votaron por el opositor Frente de Todos.

No toda esta masa de votantes pertenece al kirchnerismo, ni siquiera al peronismo en su conjunto. Estoy seguro de que una apreciable porción de este decisivo 47,66% debe estar constituida por gente que votó a Macri en el 2015, creyendo – con la apóstol Elisa Carrió- que ahora sí se impondría “la decencia republicana”. Cambiaron de idea cuando perdieron el trabajo o lo conservaron pero igual no llegan a fin de mes.




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