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Aprendizaje por servicio o cómo cuando un alumno contribuye a mejorar la sociedad, su motivación se dispara


El Aprendizaje Basado en Proyectos (ABP) es tal vez una de las innovaciones educativas mejor valoradas por las familias. Los padres y madres que conocen esta metodología la reivindican para que sus hijos aprendan con motivación, de una manera competencial e interdisciplinar. Afortunadamente, el ABP ha dejado de ser desconocido, está muy extendido en Educación Infantil, y muchos centros ya lo han introducido también en Primaria. Pero el elevado número de materias, la gran carga curricular, el sobreesfuerzo que supone para los docentes y tal vez incluso el miedo a “experimentar” con la educación de los hijos impide que se extienda hasta la Educación Secundaria obligatoria (ESO).

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Hoy sin embargo no quiero hablar del ABP propiamente dicho, sino de un tipo específico de ABP que es menos conocido, pero que alberga un gran potencial: el Aprendizaje por Servicio (ApS). Imaginaros que ese proyecto tan bonito, en el que vuestros hijos han puesto todo su empeño, se han esforzado con motivación y han aprendido con gusto, además de centrarse en los contenidos del currículo, sirviera para hacer algo bueno para la sociedad, algo positivo en su entorno, su centro, su barrio o su ciudad. Pues eso es precisamente lo que hace el ApS: conecta el currículo escolar con la realidad social del entorno, mediante un servicio que genera nexos entre la comunidad educativa y el tejido social.

El ejemplo más típico de proyecto de ApS que podemos encontrar es el de las campañas de donación de sangre. La búsqueda “ApS Donación de sangre” en Google arroja la cifra de 107.000 resultados. Un resultado de entre esos miles nos conduce al municipio madrileño de Coslada donde recientemente ha concluido un proyecto realizado por alumnos de 3º de la ESO y 6º de Primaria para realizar distintas iniciativas con el fin de animar a la ciudadanía a donar sangre. Este tipo de proyectos a menudo se impulsan desde hospitales que han detectado una necesidad real. En este caso concreto, el Hospital de Henares necesitaba donantes para compensar los efectos de la pandemia en su banco de sangre.

El ApS es beneficioso no solo para los perceptores del servicio, como pueden ser los hospitales que solicitan donantes de sangre, sino también, y de manera muy significativa, para los alumnos. Cuando un estudiante siente que contribuye a mejorar la sociedad y solucionar problemas reales, su autoestima y su motivación por el aprendizaje se disparan. Y eso es justamente lo que consigue el ApS: dota de sentido los contenidos educativos, dispara la motivación de los estudiantes, mejora la inclusión de los alumnos en desventaja social, y frena el absentismo y el fracaso escolar.

Volvemos a Coslada de nuevo para encontrar un ejemplo más, porque en esa misma ciudad, un IES, el Miguel Catalán, recibió el premio Aprendizaje Servicio de la fundación Edebé por un proyecto intergeneracional en el que jóvenes y mayores compartieron experiencias. No es casualidad que haya tantos casos de ApS concentrados en este municipio. La implicación y la complicidad entre el ayuntamiento, el tejido social y los centros educativos es la clave, y quienes lo saben explotar consiguen triunfar.

Curiosamente, la reducción del absentismo escolar, muy relacionado por otra parte con el abandono escolar, es una competencia que a menudo recae en los equipos de gobierno local. Por eso precisamente la pedagoga Rosser Batlle, una de las personas más relevantes en la promoción del ApS en España, dedica un apartado de su página web a explicar por qué el ApS interesa a los ayuntamientos y cómo pueden promoverlo. No obstante, pienso que promover el ApS es una responsabilidad compartida, no solo de los gobiernos, sino también de entidades sociales, hospitales, universidades y por supuesto de las familias.

Si hay algo que me ha parecido muy desalentador en estos años que llevo promoviendo el cambio educativo es que las familias se opongan a las innovaciones educativas de impacto como es el ApS. Lo vimos por ejemplo al comienzo del curso pasado cuando se propuso la creación de grupos internivel para reducir las ratios. Familias preocupadas, sobre todo aquellas con niños mayores que iban a compartir aula con otros más pequeños, temían, con total legitimidad, que sus hijos perdieran oportunidades y no aprendieran. Una vez finalizado el curso, sin embargo, se ha demostrado que ha sido un éxito, que si bien es cierto ha supuesto un gran sobreesfuerzo para los docentes, desde luego no ha sido el desastre que muchos auguraban.

Y dado que una de las mayores preocupaciones de muchos padres y madres cuando sus hijos pasan al instituto es que se produzca un desenganche tal que el chico o la chica se sientan desmotivados, no quieran seguir acudiendo a las clases o dejen de estudiar, engrosando ese porcentaje de ninis y de parados juveniles que en tan mala posición deja a nuestro país, me parece que el papel de las familias en el fomento del ApS es fundamental, por el beneficio de sus hijos, del resto de compañeros y de la sociedad.

Me gustaría destacar que, aunque la nueva ley de Educación, la LOMLOE, contempla los proyectos de impacto social como una posibilidad optativa solo en el caso de la ESO, el ApS se puede poner en marcha en cualquier nivel educativo, desde educación infantil hasta la universidad. Por eso no es raro que haya alumnos de primaria realizando proyectos de ApS, como en el caso que he citado antes. Y tampoco que se den experiencias en la Universidad.

De hecho, otro ejemplo de ApS, en este caso en el entorno universitario, lo encontramos en la Universidad Rey Juan Carlos, en el tercer curso de Comunicación Audiovisual. Las profesoras Rebeca Martín Nieto y Pilar Laguna Sánchez han promovido un proyecto de Aprendizaje por Servicio para dar visibilidad a los riesgos que tiene para el feto que la madre ingiera alcohol durante el embarazo. Un proyecto que perfectamente encaja con el área de ciencias naturales o biología y que también podría realizarse en los niveles de primaria o secundaria.

Desde mi punto de vista, la educación es una responsabilidad compartida. Me gusta mucho ese proverbio africano que dice que para educar a un niño se necesita la tribu entera. No hay nada más bonito y gratificante que comprobar como el trabajo de educador da sus frutos en la adolescencia, esa etapa habitualmente tan complicada. La tribu puede ser tan amplia como queramos, siempre que se comparta objetivo. Y para mí, el fomento del ApS es un objetivo que bien merece la pena, que además cuenta ahora con el marco legal de la nueva ley de educación, y que podemos tratar de impulsar si está en nuestras manos, bien porque seamos docentes, porque trabajemos en un hospital, en una universidad, en un ayuntamiento o en una ONG. Y, en cualquier caso, lo deberíamos apoyar de manera decidida como padres y madres. No hay excusas, las experiencias de ApS son tremendamente enriquecedoras ¿te unes a la tribu?

*Eva Bailén es ingeniera de Telecomunicaciones y profesora de Secundaria.

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