Arancha González Laya: “Es injusto acusar en México de corrupción a las empresas españolas”

La ministra de Exteriores de España, Arancha González Laya (San Sebastián, 1969), ha hecho esta semana un viaje relámpago a México, la primera visita de alto nivel que se produce desde que el presidente, Andrés Manuel López Obrador, envió una carta al Rey exigiéndole que pidiera perdón por los abusos cometidos durante la conquista. La ministra se reunió en menos de 24 horas con el canciller mexicano, Marcelo Ebrard; la secretaria [ministra] de Economía, Graciela Márquez, y la jefa de Gobierno de la capital, Claudia Sheinbaum. La conmemoración de los 500 años de la caída de Tenochtitlán y los 200 años de la independencia, y la defensa de los intereses de las empresas españolas, diana de los ataques de López Obrador constantemente, fueron algunos de los temas que trató con las autoridades mexicanas. El de México es el primer viaje de González Laya a América Latina que no tenga como objetivo la toma de posesión de un mandatario.

Pregunta. América Latina pasa por un momento convulso. ¿Cuál es la mayor preocupación para el Gobierno de España?

Respuesta. La preocupación es precisamente la acumulación de crisis. Hay más crisis de institucionalidad, de desigualdad, de repente llega esta gran crisis del cambio climático que ha estado impactando a los países de esta región; llega esta megacrisis que es la covid, que ha puesto, además, muy a prueba a todos los países y que ha desnudado aún más economías que tenían unas fragilidades preexistentes, con sistemas de economía informal muy fuertes, con desigualdades entre la participación del hombre y la mujer en la economía muy grandes. La dificultad ahora es dar una respuesta, y no hacerlo de la manera en la que lo veníamos haciendo.

P. Esta ha sido la primera visita de alto nivel después de la polémica carta de López Obrador en la que exigió al Rey que pidiera perdón por los abusos de la conquista. ¿Cómo definiría la relación actual entre México y España?

R. La relación entre España y México es sólida porque ha sido construida a lo largo de los siglos, porque tiene raíces profundas que no son solamente la opción de un Gobierno en un momento determinado. La relación es profunda porque está empujada por los ciudadanos y las empresas. Es una relación de interdependencia. Lo que es muy importante para nosotros, para los Gobiernos, es manejar esa interdependencia de la manera más inteligente posible. Nuestra relación con este Gobierno es buena, con una interlocución muy fluida. He mantenido numerosos contactos con mi homólogo, Marcelo Ebrard, durante toda la pandemia. Tenemos que ser capaces de imaginar cómo queremos que sea nuestra relación a futuro. Pasamos quizás demasiado tiempo mirando al pasado y no estamos invirtiendo suficiente en mirar al futuro.

P. El siguiente año va a estar marcado por el pasado, es decir, se cumplen 500 años de la caída de Tenochtitlan, 200 de la independencia. ¿Qué papel va a jugar España en esos fastos que prepara el Gobierno de México?

R. Somos dos naciones libres, independientes, muy orgullosas, pero que hemos estado trabajando juntas y hemos tenido momentos de verdadera hermandad. Esta fue una tierra de acogida para miles de españoles que huían de la Guerra Civil. Y aquí ha estado España en momentos muy complicados. Cuando todo el mundo se iba, cuando todas las empresas se marchaban en momentos de crisis financiera, de terremotos, aquí ha estado España. A mí me gustaría que en estas efemérides pusiéramos también en valor lo que ha sido este pasado compartido: las luces y las sombras, que no pasa nada por poner también las sombras sobre la mesa. Eso nos tiene que llevar a imaginarnos no cómo fue el pasado, ya sabemos cómo fue el pasado, pero sí a cómo queremos construir a partir de ese pasado, un futuro. ¿A mí qué me gustaría? Que esta celebración de los 200 años supusiera un compromiso muy firme por parte de España y México de ser impulsores a nivel global de la protección de los derechos humanos, de las libertades individuales, de los derechos de las minorías, de las mujeres frente al feminicidio y la violencia.

P. Hay sectores todavía en España que hablan de la conquista como el descubrimiento de América. Sectores, políticos, que no son conscientes de que la conquista levanta aún recelos, suspicacias y muchos sentimientos en México. ¿Qué cree que le falta por entender a la sociedad española, a algunos políticos, en este sentido?

R. No voy a hablar de lo que les falta a algunos políticos, pero sí creo que lo que no valoramos suficientemente es el esfuerzo que España hizo a lo largo de su historia, el esfuerzo de reflexión y de crítica con lo que era su presencia en América. Eso fue una constante también en la historia de España. Los mayores y más acérrimos críticos de España fueron los propios españoles, fueron quienes se alzaron también para criticar el tratamiento que se les daba a los indígenas en América. España a lo largo de su historia ha sido capaz de reflexionar y de ser crítica con su propia presencia y con su propia acción. Tan cerca en nuestra historia como en 1990, cuando los reyes de España visitan México, Oaxaca, se reúnen con comunidades indígenas de todo el país y expresan, lamentan, que muchas veces unas instrucciones que desde la Corona se daban de un cierto comportamiento no hubieran sido seguidas por Hernán Cortés y tantos otros que le sucedieron. Esa expresión se ha hecho. Para nosotros no es nuevo hacer ese ejercicio.

P. ¿Hay posibilidades de que haya un nuevo gesto el año entrante del Rey, de la Corona, respecto a México? ¿Hay garantías ahora mismo para que el jefe de Estado venga a México el próximo año?

R. No hemos construido ninguna agenda ni ningún programa para la presencia española. No hemos pensado todavía quién va a ir a qué celebraciones. Por cierto, este no es el único país que va a celebrar su bicentenario, también lo celebran en Centroamérica y Perú. En un momento posterior decidiremos quién acude a qué lugar. Es un poco pronto para responder a esta pregunta.

P. Los empresarios españoles tienen una preocupación sobre el ambiente que se vive en México para invertir, específicamente sobre las declaraciones que el presidente mexicano ha hecho de que las empresas españolas hacen “saqueos” y cometen actos de corrupción. ¿Cuál es la impresión que el Gobierno mexicano le ha dejado respecto a esto?

R. Nosotros hemos transmitido al Gobierno mexicano que nos parece injusto acusar a las empresas españolas en términos genéricos. Las empresas españolas son, como todas las empresas del mundo en su gran mayoría, en su 99,99%, como las empresas mexicanas, honradas y honestas. Lo que buscan es generar unos beneficios para sus accionistas, pero también generar empleo y crear riqueza en su país, y si hay un 0,01% que no siguen las reglas del juego, entonces esas empresas hay que llevarlas ante la justicia. Más allá de eso, hemos hablado con las autoridades mexicanas sobre cómo podemos poner en valor esta gran presencia empresarial española en México y la mexicana en España.

P. Está el caso de Iberdrola, que ha anunciado que de momento está congelando sus inversiones en México porque perciben una presión de parte del Gobierno mexicano. ¿Ustedes han actuado de alguna forma como mediador entre estas partes?

R. Nosotros no somos mediadores porque no hay un conflicto. Lo que hay es una reforma al sector energético que nosotros respetamos, y creemos que el Gobierno mexicano tiene que ser libre para decidir qué tipo de política energética quiere para este país. España nunca va a cuestionar eso, pero España sí dice, como lo dicen otros países, que es importante que el marco reglamentario sea claro, seguro y transparente porque así las empresas españolas van a poder seguir invirtiendo en este país. En el caso de Iberdrola, esta es una empresa que ha decidido que una inversión que tenía prevista hacer en México tiene una oportunidad en Nuevo México, Arizona y Texas. Es una decisión empresarial que nosotros respetamos, pero que creo que hay que prestar atención a ese tipo de señales de las empresas porque quizás nos esté dando también una pista de dónde hay cuestiones que necesitan de una atención también política.

P. España ha insistido en que facilitará soluciones a la crisis en Venezuela. ¿En qué consiste esa facilitación?

R. Facilitar significa ayudar a que los venezolanos encuentren una solución a la grave crisis en la que está inmerso el país, una crisis inherentemente política, pero que se ha convertido también en una crisis humanitaria. Nosotros siempre hablamos en términos de facilitar porque nosotros no podemos sustituir a los actores venezolanos. Sabemos que un compromiso por parte de España, como por parte de la Unión Europea, como por parte de la comunidad internacional, puede pesar más o menos en la manera en la que los venezolanos busquen una salida a su situación. Está llegando a un momento en el que quizás tenemos que buscar, aprovechando que hay una serie de circunstancias, un cambio en la administración en Estados Unidos, unas elecciones parlamentarias que tienen que ver con las elecciones presidenciales, apoyar una solución de negociar pacíficamente el tema venezolano.

P. ¿España seguirá reconociendo a Guaidó como presidente interino a partir del 5 de enero?

R. Esta es una discusión que tiene dos partes: una, entre la oposición venezolana y otra, con la comunidad internacional, sobre todo aquellos países que lo hemos reconocido.

P. ¿Su opinión cuál es?

R. No tengo opiniones sobre esto. Creo que tenemos que pensar. España no lo va a hacer de manera independiente, lo va a hacer con la Unión Europea. Esta es una discusión que la Unión Europea tiene que tener y tiene que hacerlo de manera sosegada.

P. Durante la visita a la toma de posesión de Luis Arce como presidente de Bolivia, el vicepresidente Pablo Iglesias se reunión con el canciller venezolano, Jorge Arreaza. ¿Le molestó ese encuentro?

R. No, no me genera ninguna molestia porque la política exterior de España se marca desde el Ministerio de Asuntos Exteriores. Eso no impide que haya miembros del Gobierno que hablen con interlocutores de su ramo o de otro ramo, pero la política exterior se fija en el Ministerio de Asuntos Exteriores. Es así de sencillo.

P. ¿Cómo valora la decisión de Donald Trump de no reconocer el triunfo de Joe Biden en las elecciones de Estados Unidos?

R. Al final en Estados Unidos hay un gran vencedor, que son las instituciones estadounidenses. Esos famosos checks and balances, pesos y contrapesos, esos procedimientos que han garantizado un resultado que nadie puede contestar. Parece bastante claro que el vencedor es Joe Biden. Evidentemente la transición cuanto más fluida sea, más ayudará, sobre todo en un momento de gestión de una pandemia muy complicada, pero tengo mucha fe en las instituciones.

P. ¿Cuál cree que sea el futuro de la relación comercial entre la Unión Europea y Estados Unidos?

R. Mantendremos lo mismo que con la Administración precedente que es que nos parece que hay una acusación injusta a Europa de competencia desleal en materia comercial, y que tiene ser objeto de un diálogo y de una negociación. Tiene diversas partes este diálogo y esta negociación. Podría empezar por un diálogo en materia de aranceles que hemos impuesto mutuamente a Airbus y Boeing en el conflicto que les opone, un conflicto que dura varias décadas, y un conflicto que tanto en Europa como en Estados Unidos se sigue sin negociar una solución. Corren el riesgo de que un competidor suyo que cada vez está siendo más fuerte que es China les quite su parte del mercado. También tiene que haber una discusión de toda una serie de aranceles que se han impuesto por una supuesta competencia desleal en materia de acero y aluminio, que a nosotros no nos parece que sea justa porque no está justificada, pero esperaremos a que la nueva Administración tome posesión para poder iniciar este diálogo.


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