El otoño está tardando en llegar a Buenos Aires, pero Argentina ya empieza a preocuparse por el invierno. Con el suministro de gas en peligro a las puertas de la temporada de frío, el Gobierno de Alberto Fernández ha buscado la mano de Bolivia, uno de sus proveedores más antiguos y un aliado ideológico en la región. Este jueves, Fernández recibió a su par boliviano, Luis Arce Catacora, para firmar un acuerdo en el que Bolivia “dará prioridad” a Argentina en el acceso a su producción gasífera. Tras una negociación extensa en Buenos Aires, las comitivas de ambos países acordaron mantener el suministro habitual para la temporada, sumando una declaración de intenciones: si Brasil no necesita su parte del suministro boliviano, Argentina tendrá prioridad para adquirirlo.
La guerra de Vladímir Putin en Ucrania ha complicado la importación habitual para que Argentina garantice el suministro. Entre los meses de mayo y septiembre, la demanda de gas aumenta un 28% en el país. Según datos de la Secretaría de Energía, Argentina asegura casi el 75% de su consumo en la industria nacional, y el cuarto restante depende de la importación de gas licuado natural. Casi el 10% de esa demanda proviene de Bolivia, y el resto llega en barco. Con Europa castigando las importaciones rusas por la invasión en Ucrania y priorizando el consumo interno, y una Argentina que no puede elevar la producción de su propia industria por problemas de infraestructura, la cercanía de un aliado es más necesaria que nunca.
“Muchas veces queremos ayudar con más de lo posible”, dijo Arce Catacora en una comparecencia en Casa Rosada, el palacio de Gobierno argentino, tras firmar el acuerdo con Fernández. “Se da lo que se puede, no lo que nos sobra”, afirmó el presidente boliviano, recordando que su país también sufre un declive en la producción de sus pozos gasíferos.
Bolivia se comprometió a asegurar los mismos 14 millones de metros cúbicos de gas natural que en el invierno pasado al mismo precio: ocho dólares el BTU (aproximadamente 27,8 metros cúbicos de gas), según fuentes del Gobierno argentino. “Nuestra intención es negociar todavía con Brasil y lograr un contrato que satisfaga a nuestro país”, ahondó Arce, insistiendo en que las obligaciones con Brasilia surgen de un acuerdo firmado entre el Gobierno de Jair Bolsonaro y el de Jeanine Áñez, que asumió el poder en Bolivia tras la abrupta salida de Evo Morales en noviembre de 2019.
“Cuando hay necesidades, todos tenemos que ayudarnos y colaborarnos como hermanos, porque los pueblos de Argentina y Bolivia son hermanos”, afirmó Fernández, que recordó que ambos países mantienen un vínculo estrecho y que los presidentes mantienen una relación personal que nació cuando ninguno de los dos estaba en el poder.
En noviembre de 2019, tras la crisis política que obligó al expresidente Evo Morales a huir de Bolivia ante la presión militar, Arce fue uno de muchos exfuncionarios bolivianos del círculo cercano de Morales que terminó exiliado en México junto a él. Ministro de Economía del periodo más exitoso de los 15 años del Movimiento al Socialismo (MAS) en el poder, Arce fue elegido por su antiguo jefe como candidato presidencial para las elecciones que ganó en octubre del año siguiente y comenzó su campaña desde la capital argentina. Fernández, que acababa de derrotar ampliamente al entonces presidente Mauricio Macri en las elecciones en su país, le aseguró que estaría presente en La Paz cuando tomase posesión de la presidencia.
Esa concordancia ideológica entre la Argentina peronista y la Bolivia del MAS lleva un largo recorrido. Buenos Aires y La Paz mantienen un acuerdo de importación de gas desde 2006, firmado por Evo Morales y Néstor Kirchner, entonces flamantes representantes del giro a la izquierda de Latinoamérica a comienzos del siglo XXI.
A finales de 2020, las empresas estatales de ambos países firmaron la quinta actualización del acuerdo, estableciendo envíos de hasta 14 millones de metros cúbicos diarios durante los meses de invierno de 2021 y una base de 10 millones para el resto del año. Sin embargo, el declive de la producción de gas en Bolivia dificultó el cumplimento del contrato. En ese contexto, el compromiso boliviano de mantener la previsión para 2022 es una buena noticia para Argentina. El anuncio de este jueves se retrasó casi tres horas, pero también significó una decisión conjunta de poner el pie en el acelerador tras casi cuatro meses negociando la actualización del acuerdo.
Argentina se fía ahora de su cercanía ideológica con Bolivia para garantizar el suministro a la espera de la reacción del Gobierno brasileño, que mira desde la vereda contraria. Con el acuerdo con La Paz cerrado, Buenos Aires tiene la mira puesta en la visita de este viernes a Brasilia de su ministro de Economía, Martín Guzmán.
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