Los combates se prolongaron este miércoles a lo largo de la frontera entre Azerbaiyán y Armenia, con decenas de bajas por segundo día consecutivo, en una creciente escalada bélica que amenaza con llevar de nuevo a la guerra abierta a estos dos Estados del Cáucaso solo dos años después de que firmasen un alto el fuego. El primer ministro armenio, Nikol Pashinián, denunció que las tropas de Azerbaiyán “han tomado el control de algunos territorios” internacionalmente reconocidos como parte de la República de Armenia, y cifró las pérdidas en unos 10 kilómetros cuadrados. El mandatario armenio también solicitó ayuda de su “aliado” ruso invocando el Tratado de Seguridad Colectiva, una organización de defensa liderada por Moscú de la que Armenia es miembro fundador. Con todo, hasta ahora el Kremlin se ha mostrado reacio a ayudar, debido a su situación en Ucrania y a las importantes relaciones económicas que mantiene con Azerbaiyán.
Si bien durante la noche del martes al miércoles la situación en la frontera se mantuvo en calma, dentro de una cierta tensión, con la llegada de la mañana se reanudaron los combates y el intercambio de fuego de artillería, que se acrecentó a medida que pasaban las horas. “A partir de la una de la tarde [once de la mañana en la España peninsular], el adversario inició un intenso bombardeo de artillería y cohetes a lo largo de la frontera desde Sotk a Goris, atacando también zonas civiles. El adversario también usa ampliamente drones armados”, afirmó un portavoz del Ministerio de Defensa de Armenia durante una conferencia de prensa. Por su parte, el vicesecretario de prensa del Ministerio de Defensa de Azerbaiyán acusó a las fuerzas armenias de “provocación” y de haber mantenido “las posiciones del Ejército azerbaiyano bajo un intenso fuego”, pero añadió que “los puntos de fuego de las Fuerzas Armadas Armenias fueron silenciados, y la tropa involucrada en las provocaciones sufrió grandes pérdidas y se vio forzada a retirarse”.
El sistema FIRMS de la NASA, ideado para la vigilancia de incendios, pero que también se ha convertido en una herramienta de monitorización de conflictos pues detecta fuego y anomalías térmicas casi en tiempo real a través de imágenes satélite e infrarrojos, permite confirmar decenas de focos en el lado armenio de la frontera, especialmente en la provincia de Syunik, frente a menos de una decena del lado de Azerbaiyán, en las provincias de Lachin y Kalbayar.
Azerbaiyán, una potencia en hidrocarburos, ha incrementado su gasto en Defensa en las últimas dos décadas para modernizar su ejército y superar a su vecino y rival, contra el que perdió una guerra nada más independizarse de la Unión Soviética. Cuentas en las redes sociales vinculadas al Gobierno de Bakú publicaron vídeos de drones armados alcanzando sistemas de misiles armenios de fabricación rusa, y el presidente del Parlamento armenio, Alen Simonián, reconoció que su país ha sufrido “pérdidas significantes de equipamiento militar”.
Las bajas en ambos bandos tampoco han parado de aumentar. Armenia elevó el miércoles la cifra de sus militares fallecidos a 105, mientras que Azerbaiyán admitió que las bajas superan las 50 dadas el día anterior, pero sin especificar su número. A ambos lados de la frontera hay, además, al menos una decena de civiles heridos y Ereván también confirmó que hay muertos, aunque sin precisar cuántos. El medio armenio Civilnet mostró imágenes de vehículos y viviendas supuestamente alcanzados por la artillería azerbaiyana en aldeas próximas a la frontera. Más de 2.500 civiles han resultado desplazadas de esta zona, según la Defensora de Derechos Humanos de Armenia, Kristinne Grigorián: “La gran mayoría de los desplazados son mujeres, niños y ancianos”.
El viceministro de Exteriores armenio, Paruyr Hovhannisián, lamentó que exista un “claro riesgo” de que la actual conflagración desemboque en una guerra abierta y, de hecho, el Gobierno tiene listo el texto de la ley marcial para su aprobación en caso de que lo vea necesario (la oposición presiona para que se ponga en marcha). La última vez que se aplicó la ley marcial fue hace dos años, cuando Azerbaiyán lanzó una ofensiva para recuperar el control del Nagorno-Karabaj (región del territorio azerbaiyano poblada mayoritariamente por armenios que se levantó en armas con apoyo de Ereván a inicios de la década de 1990), y ese conflicto concluyó con una sonora derrota armenia y la muerte de más de 6.500 personas entre ambos países, que apenas suman 13 millones de habitantes.
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Entre tanto, las grandes potencias se han movilizado para tratar de detener la escalada. El representante de la Unión Europea para el Cáucaso Sur, Toivo Klaar, se reunió este miércoles con el presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, y su ministro de Exteriores, Jeyhun Bayramov. Francia y Estados Unidos hicieron llamamientos a ambas partes para detener la violencia, pero incidieron en que Azerbaiyán debe detener los ataques en territorio armenio. “El hecho es que hemos visto claras pruebas de bombardeos azerbaiyanos dentro de Armenia e importantes daños a la infraestructura armenia”, dijo el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken.
Rusia, en cambio, se ha mostrado más comedida en sus declaraciones, pese a que es el principal apoyo militar de Armenia y mantiene dos bases militares en su territorio, además de 2.000 efectivos desplegados en el Nagorno-Karabaj como fuerza de paz. Según medios armenios, un convoy de guardias fronterizos del servicio de seguridad ruso FSB fue alcanzado en Armenia cuando se dirigía a esa zona, algo de lo que Ereván acusó al Ejército de Azerbaiyán, pero que el Ministerio de Defensa de Azerbaiyán desmintió.
El jueves, llegará a Armenia la misión de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva para recabar información. Por el momento, esto es todo lo que ha conseguido Ereván de Rusia, pese a haber pedido un apoyo más firme que le permita contrarrestar la superioridad azerbaiyana.
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