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Art Basel: el sector del arte resucita con un modelo cada vez más digital en Basilea

Durante 164 días del año pasado, el taller de Mario García Torres en Ciudad de México tuvo que suspender su actividad. El artista decidió colgar un aviso en la puerta: “Cerrado temporalmente”. Al día siguiente, fotocopió ese cartel y sustituyó el original por la copia. Y así sucesivamente, hasta que la inscripción se volvió ilegible y empezó a parecer un dibujo abstracto y algo lóbrego. El experimento se convirtió en la metáfora visual perfecta de la oscura rutina que acabaría originando el encierro colectivo. Y dio lugar a una instalación, It Must Have Been a Tuesday (2020), desvelada ahora en Art Basel, la feria de arte más importante del mundo, que vuelve a celebrarse esta semana en Basilea tras el parón de dos años y medio que impuso la pandemia.

En los pasillos del gran recinto ferial situado al norte de la ciudad suiza abundaban las obras producidas durante los últimos meses, todas tirando a sombrías, pero también una euforia inédita entre los asistentes, que intercambiaban abrazos torpes y besos profilácticos, tras haber superado distintos controles de seguridad. Esta nueva edición de la feria aspira a marcar un regreso definitivo a la normalidad en el mercado del arte. “Hemos reunido 272 galerías de 33 países. Hay performances en el espacio público, un variado programa de actividades y los pasillos están llenos otra vez. Salvando las mascarillas, se parece mucho a la feria de 2019”, argumentaba el director global de Art Basel, Marc Spiegler, en la sesión previa para profesionales y coleccionistas VIP celebrada este martes, antes de que la feria abra sus puertas al público de viernes a domingo.

David Zwirner: “Este año está siendo muy sólido, avanzamos al mismo paso que en 2019. Es una sorpresa”

El año pasado, las ventas cayeron un 22%, según el informe anual sobre el estado del mercado que publica esta feria. Una caída muy considerable, pero no catastrófica, si se atiende al contexto pandémico, que muchos esperan remontar este año. El alemán David Zwirner, al frente de una de las galerías más poderosas del mundo, analizaba la situación: “El mercado se hundió hasta junio de 2020 pero se recuperó rápidamente a partir de septiembre. Este año está siendo muy sólido; avanzamos al mismo paso que en 2019. Es una sorpresa para todos”. En mayo del año pasado, él mismo pronosticó que los precios bajarían hasta que existiera una vacuna. Para su sorpresa, se mantuvieron relativamente estables. En esta edición de la feria, la galería neoyorquina Van de Weghe pone a la venta un óleo de Basquiat estimado en 40 millones de dólares (34 millones de euros), un giro inesperado para quienes prometían una mayor sobriedad y contención de precios tras el cataclismo pandémico.

‘Bread House’, del artista suizo Urs Fischer, una casa de pan y madera convertida en gran sensación de Unlimited, la sección comisariada de la feria. Se vende por 3 millones de dólares (2,56 millones de euros). Detrás, un nuevo mural de David Hockney.GEORGIOS KEFALAS / EFE

Nadie tiene claro que esa obra, la más cara de la feria, encuentre comprador, aunque los marchantes aseguran que este regreso a un formato físico beneficiará a las ventas astronómicas, como las primeras cifras comunicadas por las galerías parecen confirmar. Por ejemplo, la galería Hauser & Wirth, protagonista de la temporada estival con su nuevo centro de arte en Menorca, vendió un óleo de Philip Guston por 6,5 millones de dólares (5,5 millones de euros). Gladstone, con sedes en Nueva York y Bruselas, colocó una pintura de Keith Haring por cinco millones de dólares (4,2 millones de euros) y Pace encontró comprador para 20 obras en solo tres horas, incluida una nueva pieza de Jeff Koons, su fichaje estrella de este año, por dos millones de dólares (1,7 millones de euros). “La experiencia del arte es, ante todo, emocional. Es más fácil concluir una venta en persona que delante de una pantalla”, afirmaba Stefan Ratibor, director de la todopoderosa Gagosian, junto a dos carboncillos de Picasso de 1909, valorados en unos dos millones de euros cada uno.

“Cuando van a una feria, los coleccionistas compran cosas que no habían previsto. Si se enamoran de una obra, pueden cerrar el trato de inmediato”, le secundaba Kamel Mennour, con salas en París y Londres, que acababa de vender en tiempo récord una obra de Martial Raysse y aspiraba a reproducir la proeza con un móvil en latón y ocarina de Petrit Halilaj, el autor de las flores gigantes del Retiro madrileño. Para el austriaco Thaddaeus Ropac, destacado galerista con sedes en Salzburgo, París y Londres —y a punto de abrir otra más en Seúl—, el formato digital es útil, pero nunca sustituirá la experiencia real. “Estamos alcanzando un grueso de público al que nunca creímos que tendríamos acceso, formado por cientos de miles de personas que nos siguen en las redes sociales. Pero una obra siempre será distinta por Zoom y en la realidad”, zanja. En la jornada inaugural de Art Basel, Ropac vendió una obra de Rauschenberg por 4,5 millones de dólares (3,8 millones de euros) a un museo europeo.

La representación española es escasa: solo seis galerías de Madrid y Barcelona están en Basilea, frente a las nueve de 2019

Aun así, casi todas las galerías experimentan en esta edición con una nueva hibridez. Han alquilado espaciosos expositores en la feria (y costosos, pese al 10% de descuento con el que les han obsequiado en esta edición) pero también tienen nuevas herramientas que les permiten seguir operando a distancia. Casi todas cuentan con viewing rooms, esas salas virtuales donde se exponen las obras a la venta, improvisadas durante el confinamiento de 2020. En su espacio en Basilea, Gagosian obliga a escanear un código QR para acceder a los datos que solían recoger las tradicionales cartelas, mientras que Hauser & Wirth ha puesto en marcha un chat en directo en el que sus vendedores pueden conversar con coleccionistas que no han podido desplazarse a Suiza. En especial, los asiáticos y los estadounidenses, dos grupos estratégicos para la buena salud del sector a los que se intenta cuidar más que nunca.

El retrato ‘Vivien’ (2019), del artista estadounidense Alex Katz, expuesto en el espacio de Thaddaeus Ropac en Art Basel.GEORGIOS KEFALAS / EFE

Art Basel se ha vuelto más íntimo, más digital y también más europeo, aunque la representación española sea particularmente escasa: solo seis galerías de Madrid y Barcelona se han desplazado a Basilea, frente a las nueve que lo hicieron en 2019. Entre ellas, Elvira González, única española en la planta baja, que ocupa la primerísima división del arte contemporáneo. “Jamás nos planteamos no venir. En esta feria siempre nos ha ido bien y es la última a la que renunciaría”, expresaba Isabel Mignoni, directora de la galería, aunque este año comparta espacio, por primera vez, con otra sala de San Francisco “para crear sinergias y reducir costes”.

En la primera planta, repite Travesía Cuatro, que vuelve a Art Basel tras su debut en 2019 con una selección de mujeres artistas que encabezan Asunción Molinos, Elena del Rivero y Teresa Solar, y que ayer ya cerró media docena de ventas. “Esta es la feria más importante del mundo. El arte español tiene que estar. La presencia de este año no es representativa de la vitalidad de nuestro mercado”, señalaba Silvia Ortiz, de la galería madrileña. Dos ausencias se hicieron notables: las de las veteranas Helga de Alvear y Juana de Aizpuru. La segunda, que fue anunciada en la lista inicial de esta edición difundida en julio, terminó suspendiendo el viaje. “Volveremos el año que viene”, prometían ayer desde su sede en Madrid.


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